Siempre hay nuevas historias que contar. Además te diré tres cosas que seguro te van a interesar. Primero: nunca está todo escrito, por mucho que algunos lo afirmen. Segundo: cualquier visión personal de un tema trillado es escribir sobre algo inédito. Tercero: los temas universales jamás se agotan, porque cada escritor aporta su visión particular de ellos. Lo importante es el enfoque y el personaje que lo cuente. No es lo mismo hablar del amor desde el punto de vista de un médico, que de un publicista, camarero, desempleado o psicópata asesino. Por eso lo que cuentes siempre será nuevo.

Como decía el gran escritor argentino Ernesto Sábato: “Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas”.

De todas formas, no es obligatorio tener localizado el tema y los subtemas para ponerse a escribir. Si uno escribe, ya lo hace por alguna razón justificada. Es muy probable que el tema aparezca durante el inicio de tu relato, a lo largo del proceso o en su tramo final. Confía en el campo asociativo e ideológico de tu historia. Los personajes son de carne y hueso, sienten y padecen, de manera que en sus deseos y sentimientos estarán los temas.

Por ejemplo, las historias de Javier Tomeo parten de automatismos subconscientes que se construyen solos: “A veces me siento delante de una cuartilla en blanco porque tengo ganas de escribir aunque no sé de qué. Entonces empiezo dibujando una letra. La que sea. Una e pues una e. La dibujo, la decoro. Me doy tiempo. Y luego la acompaño de la siguiente. Una l pues l. Luego otra palabra. Hombre por ejemplo. Y otra y otra. El hombre avanza lentamente por la llanura. La historia se empieza a mover”.

En cambio el escritor Alan Pauls descubrió los temas de su libro El pasado, durante el inicio de su proceso creativo. Él quería investigar sobre el desamor, sobre los recuerdos de una relación pasada que se prolongan en el tiempo hasta convertirse en algo obsesivo. Y partiendo de la idea de una mujer que vuelve del otro mundo para angustiar al hombre que ama, fue como descubrió los mensajes centrales y secundarios de su novela.

El escritor Julio Cañas Solís se los encontró también durante el proceso creativo. “A medida que iba dando vida a los personajes de mi historia, que establecía las relaciones entre ellos y el conflicto, me di cuenta de las intenciones reales que los guiaban, sus defectos y virtudes. Así fue como salió el tema central de mi novela, la ambición y la mentira, dentro de un mundo deshumanizado e indiferente debido al consumo exacerbado, la violencia gratuita y el hedonismo imperante”, afirmó en una entrevista a un conocido medio nacional.

Distinto fue el caso del escritor Javier Marías, que descubrió los temas de su libro Corazón tan blanco al final del proceso de creación. Lo cuenta en la siguiente anécdota:

“Recuerdo que un día se lo comentaba a Juan Benet: Pues sí, ya tengo cien páginas. ¿Y de qué trata?, preguntó Benet. Pues no lo sé muy bien, contesté yo. Y cuando llevaba doscientas páginas era como una broma: ¿Ya sabes de qué trata?, seguía Benet. Pues no, me parece que todavía no lo sé demasiado bien. Cuando lo terminé seguía un poco en las mismas. El libro trata de varias cosas; creo que la más llamativa es el secreto, pero también está la inspiración y la persuasión, el asesinato y el matrimonio y, desde luego, la sospecha, el hablar y el callar”.

En definitiva, aunque digan por ahí que todo está escrito, parece que todavía no nos hemos cansado de leernos los unos a los otros. Quizá porque cada autor arrastra en su visión de las cosas experiencias propias e irrepetibles que hacen a la novela inagotable, peculiar y pluridiversa. Y eso pese a rondar siempre los mismos temas.

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