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Afganistán, un desastre anunciado

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análisis

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No por anunciado, lo que está ocurriendo en Afganistán deja de ser menos desastre del que debemos abochornarnos como seres humanos.

La intervención estadounidense en Afganistán, con la anuencia de la comunidad internacional incluida la OTAN, va a terminar como se sabía que iba a terminar, pues de la misma manera que han terminado las últimas intervenciones de EE.UU.  en aquellos países donde por una razón u otra ha decidido intervenir: abandonando a la población a su suerte en un estado fallido. Ocurrió en Irak, Libia, Siria y Afganistán no iba a ser menos, con el agravante de que en esta ocasión deja a la población afgana al pairo de unos sangrientos bestias.

Después de derrotar a los talibanes, Estados Unidos y la OTAN se dedicaron supuestamente a reconstruir un Estado arrasado y establecer una democracia de estilo occidental, gastando miles de millones para tratar de recomponer un país desesperadamente pobre que ya había sido devastado por dos décadas de guerra, primero durante la ocupación soviética de la década de 1980 y luego durante la guerra civil. Impusieron un gobierno títere prooccidental y a menudo confuso al que se le permitió una corrupción desenfrenada, con cientos de millones de dólares en dinero de reconstrucción e inversión robados o malversados. El gobierno se mostró incapaz de satisfacer las necesidades más básicas de sus ciudadanos. A menudo, su mandato apenas se extendía más allá de la capital, Kabul, y otras ciudades importantes.

Todo hace pensar que EE.UU. nunca ha tenido intención de instaurar una verdadera democracia en Afganistán, a pesar de la millonada de dólares invertidos en la operación durante 20 años de intervención. Su intención, más que nada, era la de mantener a raya las pretensiones de Rusia, China y Pakistán. El fracaso ha sido estruendoso porque nada más anunciar las fuerzas occidentales el abandono de Afganistán, Rusia, China y Pakistán han reconocido el gobierno talibán en Afganistán.

Ahora hemos sabido que, en su día, el expresidente Trump, excluyendo al gobierno afgano, negoció con los talibanes la salida de todas las fuerzas estadounidenses de Afganistán para el 1 de mayo de 2021. A cambio, los talibanes se comprometían, hecho que incumplieron, a cortar los lazos con grupos terroristas como Al Qaeda y la filial del Estado Islámico en Afganistán, a reducir la violencia y a negociar con el gobierno afgano respaldado por Estados Unidos.

¿Qué pensaran los devotos trumpistas de nuestro país, PP, Cs y Vox, al saber que su líder mundial ha negociado con los que amparan a terroristas?

Más allá de la hipocresía de unos y de otros, lo cierto es que después de 20 años de tutela, el precipitado abandono de las fuerzas occidentales abanderada por el presidente estadounidense Biden ha vuelto a dejar a la sufridora población afgana en el mismo punto de partida de sufrimiento de hace veinte años, pero ahora sin la esperanza de que la comunidad internacional evite la masacre porque le ha dado la espalda. Los afganos, sobre todo las mujeres, han probado algo de la miel de la libertad que ahora se le retira bruscamente por intereses políticos y económicos internos y electorales en aquellos países que en su día decían que los salvarían del terror y la muerte. 

Las operaciones de evacuación de familias de colaboradores afganos, necesarias y vitales, no obstante, suponen un reconocimiento del fracaso de la intervención internacional, además de muestras de problemas de conciencia de los líderes internacionales, si las tuvieren.

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