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Abascal, el líder que vota contra el impuesto a los ricos, acusa a Sánchez de entregarse a las élites

Vox se retrasa tres minutos en el Pleno en represalia contra el presidente del Gobierno, que hizo esperar a los reyes durante el desfile del 12 de octubre

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análisis

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Los 52 diputados de Vox se han retrasado tres minutos en el Pleno del Congreso de los Diputados de hoy. Es la manera que tienen sus señorías de la extrema derecha de castigar a Pedro Sánchez, que ayer, durante el desfile del 12 de octubre, hizo esperar a los reyes de España. Moncloa ya ha explicado que el presidente del Gobierno en ningún momento quiso faltarle al respeto a los monarcas y que salió del coche oficial cuando se lo indicaron los responsables de protocolo. Sin embargo, los ultras han propalado la idea de que todo fue una estrategia del jefe del Ejecutivo para evitar los abucheos de los fanáticos que, como cada año durante el día de la fiesta nacional, estaban bien apostados y desplegados en lugares estratégicos para que se escucharan con toda claridad los insultos e improperios contra Sánchez. Una infamia que dice mucho sobre lo que esta gente entiende por democracia. Ya tarda Felipe VI en emitir un comunicado urgente diciendo que no necesita que le defienda la extrema derecha franquista y que él solito se basta y se sobra. No ocurrirá.

Hoy Vox ha querido aprovechar lo que no fue sino un problema de organización para montar una de sus habituales perfomances de barraca en el Parlamento. Cada vez que pueden, los diputados voxistas embarran un poco más la democracia. Para eso llegaron y en esas están. Su pretendido discurso social sobre los derechos de los trabajadores arruinados no es más que demagogia populachera al más puro estilo nacionalsindicalista. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que hacen política para las élites, para las clases dominantes, para los pudientes nobles y aristocráticos. El discurso de hoy de Santiago Abascal es calcado al que pudo haber soltado José Antonio Primo de Rivera en los tiempos más negros de este país. El Caudillo de Bilbao acusa a Sánchez de haber entregado el país a las oligarquías, una broma pesada que apenas unos minutos después se encargó de desmontar el eficaz Pablo Echenique con una simple afirmación: “Si tanto les preocupan las oligarquías, ¿por qué no votan a favor del impuesto a las grandes fortunas? Va a ser que no”. Y así todo. El fascismo blando no es más que una sarta de incoherencias panfletarias, un delirio alucinante en el que suelen caer los menos preparados, las mentes confusas, los cegados por el odio que ya no alcanzan a discernir entre la ética de la verdad y un tosco vendedor de alfombras que promete el oro y el moro demagógico en el zoco de las Cortes.

La ristra de bulos y mentiras que Abascal ha soltado hoy en el Congreso ha sido antológica. Llamar “religión climática” a un fenómeno científicamente demostrado y avalado por todos los expertos va más allá de la mala fe inspirada por la ambición de poder: supone un ejercicio de irresponsabilidad que puede llevarnos a todos al suicidio colectivo. Abascal es un negacionista recalcitrante, negacionista del calentamiento global, negacionista de la medicina, negacionista de los derechos de la mujer y negacionista de la igualdad entre razas (esto, más que negacionismo, es xenofobia). Negacionismo, en definitiva, de todo lo que suponga humanismo, derechos humanos y civilización. Abascal cualquier día llega al hemiciclo vestido con una piel de bisonte a modo de taparrabos y un garrote y no desentona, ya que lo veremos como algo normal.

La última filfa que este vendehúmos ha soltado en el atril de la Cámara Baja se basa en la descabellada idea de que España almacena reservas de petróleo en su subsuelo para varias generaciones (tal como se creía en los miserables años de la posguerra) y que es preciso ir a sacarlo cuanto antes allá donde sea preciso. Mucho nos tememos que este imprudente depredador del ecosistema está pensando en meter las perforadoras en los Picos de Europa, o en Doñana, o en cualquier parque nacional protegido en busca del preciado oro negro, tal como está haciendo Bolsonaro con las excavadoras del Amazonas. El salvapatrias carioca ha llegado a negar que la selva brasileña sea el gran pulmón del planeta y va camino de convertirla en el desierto de Almería. El líder brasileño atraviesa por momentos complicados en su duelo a cara de perro con un Lula da Silva que anda fuerte en las urnas, así que ha decidido echar más madera a su batería de burradas, disparates y mentiras. Intoxicar a la opinión pública es fácil: basta con tener un buen aparato de comunicación y pocos escrúpulos. Abascal ha comprendido que su suflé verde se está deshinchando, que la purga de su musa Macarena Olona, la Giorgia Meloni española, le está haciendo mucho daño al proyecto y no ve otra salida que apretar a tope el acelerador de su prodigiosa maquinaria de fabricar verborrea, estupideces y bulos. Lógicamente, le falta el poder de un medio potente que le compre todas sus extravagancias, tal como ocurrió cuando la Fox aupó a Trump a la Casa Blanca. Mal que le pese, aunque las ondas de las televisiones adeptas y cadenas de radio católicas llegan a mucha gente, confundiendo y envenenando al personal con el elixir del odio, siguen siendo minoritarias, de modo que aún le falta un buen trecho para dar el sorpasso a la italiana. Acusar a Sánchez de financiar a Bill Gates, precisamente él que está respaldado por el lobby trumpista de Wall Street, no deja de ser un magnífico sarcasmo.

Cada día da más pereza hablar de esta gente. Cada día cuesta más tener que analizar el mundo al revés, el universo de irrealidades, falacias y trolas de estos nostálgicos teletransportados a la actualidad desde 1936, y si lo hacemos es única y exclusivamente porque no podemos quedarnos callados. El silencio es el mejor cómplice del fascismo. Eso es lo que precisamente pretenden ellos: que los periodistas críticos callemos, que nos aburramos y caigamos en el cansancio y el hastío ante tanta mendacidad. No lo haremos. Aquí estaremos, al pie del cañón y hasta el último momento, para desmontar el nacionalpopulismo del siglo XXI. Y para decir que un pato es un pato, que los burros no vuelan y que un fascista, neo o pos, duro o blando, siempre lleva dentro un engañabobos con traje y corbata.

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1 COMENTARIO

  1. Si no hay más que conocer quienes son los mecenas de su estructura inicial y fundacional; la de su partido. Much@s con problemas y sanciones por parte de «la justicia», que todos sabemos de las tres patas de las que cojea, suficiente como para intuír la gravedad de los casos. La podréis hallar en varios medios por la red.
    Qué burro hay que ser para tragar ésto.

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