Santiago Abascal está llevando a su partido tan a la derecha que el ABC, el periódico más monárquico y conservador de este país, últimamente parece un panfleto socialcomunista. El líder ultra ha vuelto a asomarse a Twitter para denunciar la “actitud” hostil del diario nacional respecto a los miembros de Vox que acudieron al acto de homenaje a las víctimas del atentado de Barcelona perpetrado hace tres años. En uno de sus habituales mensajes, el político bilbaíno asegura sorprendido: “El ABC llamando ‘ultraderecha’ y ‘oportunista’ a Vox (y a sus lectores) por ir a un acto y hacer declaraciones a los medios ¡Qué escándalo hablar a los periodistas! A lo mejor cree el señor Ybarra y el clan de Neguri que les vamos a pedir permiso para acudir a actos y para hablar”.

De seguir por ese camino de guerra abierta contra todos, de desprestigio de la prensa y de las instituciones, a Abascal no le va a quedar ni un solo amigo sano. Ahora ha emprendido una cruzada sin demasiado sentido contra el periódico que siempre han leído las derechas españolas, las clases adineradas, las clases nobles en general. Desde que la Ley de Prensa de 1938 impulsada por el todopoderoso ministro Ramón Serrano Suñer suprimiera la prensa republicana, convirtiendo a los restantes medios de comunicación en entes al servicio del Estado y en proyectores de propaganda que tenían por función la transmisión de los principios fundacionales del Movimiento franquista, ABC siempre ha estado al servicio del ideal patriótico y conservador. Basta con decir que el diario contaba con una sección conocida como Cartas de Berlín, que editaba la propia embajada de la Alemania nazi. En algunos momentos de la dictadura, el rotativo fundado en 1903 por Torcuato Luca de Tena llegó a tener una tirada de 100.000 ejemplares. Todo lo que se publicaba allí era a mayor gloria del tirano y algunas portadas −como aquella con la foto del dictador español bajo un titular gigantesco que rezaba “¡Franco, Franco, Franco” u aquella otra con el retrato de un Hitler victorioso y omnipresente− se han puesto de nuevo de actualidad después de que Pablo Echenique las haya desempolvado del baúl de los recuerdos.

Pues contra ese fetiche mediático de la extrema derecha española dispara ahora el líder de Vox pegándose un tiro en el pie. Abascal es un hombre temperamental y desmesurado, como siempre fueron los grandes caudillos de España. Ya se sabe que el salvapatrias español todo lo hace por patriotismo, con coraje y con dos cojones, sin sopesar las consecuencias de sus actos. Ahora se queja de que sus diputados fueron calificados por los periodistas del ABC como “oportunistas” y miembros de un partido de “ultraderecha”. Era la forma del rotativo madrileño de criticar las ausencias de Vox a los homenajes en memoria de las víctimas en años anteriores. Frente a esas críticas de la prensa libre (ABC no deja de ser un medio de comunicación democrático, conservador, pero perfectamente homologable, faltaría más) Vox recuerda que “tanto su diputado por Barcelona recientemente elegido para ser el candidato del partido a la presidencia de la Generalitat, como Jorge Buxadé, ya estuvieron presentes en los homenajes realizados el pasado año, y se opusieron firmemente a las acusaciones de oportunismo realizadas por el periódico”.

Sea como fuere, Abascal ha cruzado un nuevo Rubicón. Ya no solo tendrá que pugnar contra la prensa sanchista y roja, sino también contra la división azul mediática. Pero eso no parece un impedimento para un hombre que, hoy por hoy, no ha terminado de seducir a la banca, ni a la patronal, ni a la prensa tradicional de la derechona. Se ha mirado tanto en el espejo de Donald Trump −al que le da igual ocho que ochenta en su particular guerra contra la intelectualidad y la prensa libre norteamericana−, que ya se ve rubio a sí mismo y no sabe dónde están sus amigos y dónde sus enemigos. El problema es que Trump tiene a la Fox, un portaaviones periodístico con el que puede ganar muchas batallas políticas, mientras que Abascal solo tiene la pluma de Hermann Tertsch, un francotirador solitario, algunos telepredicadores de la cadena de los obispos, a sus unidades de bots, tuiteros, communitys y cotillas digitales y poco más. Todo un grupo salvaje resuelto y animoso que no deja de ser un desordenado ejército de Pancho Villa. Así no se puede llegar a la Moncloa, coño, por mucho que Miguel Bosé haya puesto a sus comandos friquis, antivacunas y conspiranoicos a trabajar a destajo para derribar a Pedro Sánchez. El negacionismo da para lo que da: para cuatro manifas domingueras en Colón con unos marcianos disfrazados con antenas y trajes espaciales y unas señoronas suicidas y rollizas sin mascarilla. Pero para montar un 36 hace falta mucho más, una logística, una inversión, un poderío con el que hoy por hoy Abascal no cuenta.

Así que a fuerza de ir contra el establishment, a base de repartir estopa a diestro y siniestro, a derecha e izquierda, Abascal se ha convertido en un Cid Campeador que camina solo en tierra de nadie, perdido, sin rumbo, en el lodo, como decía la vieja canción. Ya ni siquiera le compra el discurso el ABC, lo cual tiene sus bemoles. El líder de Vox no se ha dado cuenta aún de que sin un medio de comunicación amigo y poderoso, sin un banquero fuerte y sin un Juan March de la vida que ponga la pasta encima de la mesa para dar el golpe definitivo nunca llegará a Generalísimo. Todo lo más se quedará en sargento chusquero de la nueva franquistada. Por mucho que Dios, el santo patrón de España y la Santa Madre Iglesia estén de su parte.

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