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Abascal aún no ha puesto fecha a su moción de censura contra Sánchez

El líder de Vox sabe que su iniciativa está abocada al fracaso, ya que no la apoya ni el PP

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Vox aún no sabe cuándo va a presentar la moción de censura contra Pedro Sánchez. Es lo normal en un partido que se mueve entre la improvisación y la víscera. Ayer mismo, el portavoz del Comité de Acción Política de la formación verde, Jorge Buxadé, rehusaba concretar nada, pese a que los simpatizantes y las bases esperan esa fecha con ansiedad, como el día del nuevo Alzamiento Nacional que debe echar de España al comunista Pablo Iglesias. Por el momento solo se sabe que el sainete será en septiembre, aunque tampoco hay candidato. En teoría debería ser el propio Santiago Abascal, como líder del partido, quien subiera a la tribuna de oradores de las Cortes para defender la moción. Pero hacerlo es tanto como quemarse vivo, inmolarse políticamente, y eso se paga en las encuestas de popularidad. Está claro que la iniciativa parlamentaria nace muerta, ya que los ultras de Vox se han quedado solos, una vez más, y no cuentan con los apoyos suficientes de las demás fuerzas políticas. Así que finalmente el Caudillo de Bilbao quizá opte por ordenar a alguno de sus peones que baje a la arena para dar la cara y muera políticamente por él, por el partido y por España. Ya se sabe que los Generalísimos nunca han sido muy de pasarse por las trincheras. Si pueden evitarlo y enviar a otro camarada a cumplir con el sacrificio del patriota mejor que mejor.   

Sea como fuere, cada vez parece más evidente que Abascal tuvo un calentón veraniego y terminó embarcando a sus huestes en una aventura imposible, una moción de censura que tiene perdida de antemano, ya que no dispone de escaños suficientes para hacerle un Rajoy a Sánchez. Ni siquiera Pablo Casado, que se muestra impaciente por mudarse a la Moncloa, parece entusiasmado con la idea, lo cual ya es decir. De momento, la posición oficial del líder de Génova 13 es que el PP no va a participar en una moción perdedora que solo servirá para dar aire y reforzar a Pedro Sánchez (eso a esta hora, mañana será otro día y con el líder popular, experto en dar giros y bandazos, nunca se sabe).

En cualquier caso, hace dos meses la moción de censura se le antojaba una buena idea a Abascal, pero ha llegado septiembre y el otoño caliente que auguraba puede quedarse un tanto frío. Como funciona a impulsos impetuosos, como todo buen ultraderechista, el líder de Vox va cambiando de estrategia sobre la marcha y ahora mira con interés los últimos sucesos de Alemania, donde un par de cientos de nazis han intentado ocupar el Reichstag, sede del Parlamento alemán. Cualquier patriota español estará excitadísimo sabiendo que la fiesta ha comenzado, que los camaradas alemanes ya han pasado de la aburrida teoría a la acción, tal como aconsejaban los grandes ideólogos del totalitarismo de antaño, véase José Antonio, Don Benito y el Tío Adolf. La hoja de ruta de los nuevos fascismos europeos parece trazada tan nítida y claramente como un día de verano: primero tomar el Legislativo por asalto, luego meterle fuego al edificio −como en el incendio del Reichstag del 33−, y finalmente establecer un imperio que perdure más de mil años. No son pocos los ultras ibéricos que ven con simpatía los inquietantes episodios de Berlín. El escaño del Congreso de los Diputados es de roble macizo, curado y añejo, y arde como la pólvora, mucho mejor que la madera del Reichstag, que es una morralla por mucho que esté sacada de los bosques de la Selva Negra. Además, el español es un experto en quemarlo todo, los bosques por ejemplo, tal como estamos viendo estos días con los incendios forestales que arrasan nuestro país de norte a sur. La influencia del fascio redentor es fuerte en toda Europa, y cualquier día los franquistas se hartan de aguantar el coñazo de la democracia socialcomunista y montan un aquelarre con antorchas por la carrera de San Jerónimo, a la manera de los nazis polacos que salen en los vídeos de Rocío de Meer.  

De modo que los populistas xenófobos americanos y alemanes han entrado ya en la fase dura, violenta, y van muy por delante de sus compañeros españoles. Los yanquis del Ku Klux Klan de Winsconsin se dan a la caza del negro sin pudor, mientras los nacionalsocialistas arios −qué curioso que los ataques de locura de la vieja Europa siempre empiecen por Alemania− ensayan para convertir el Reichstag en una falla valenciana. Abascal, siempre atento a las mutaciones e innovaciones del nuevo movimiento ultrapatriótico, empieza a caer en la cuenta de que la Internacional Fascista va más rápido con el activismo callejero y que él ha cometido el error de enfrascarse en una moción de censura que no lleva a ninguna parte, un teatrillo absurdo con sus farragosos tiempos, sus protocolos, rituales y reglamentos de la democracia liberal. En resumen, una auténtica pérdida de tiempo. Por eso se ha desinflado y hasta se ha olvidado de ponerle una fecha para llevarla al Pleno. Para Abascal la moción de censura ya es historia. Ahora tiene otros planes.  

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