viernes, 26abril, 2024
18.1 C
Seville

A los catalanes nos atraen las urnas tanto como un pastel a la puerta de un colegio

Inma Ranera
Inma Ranera
Especialista en la industria turística, en la que desarrollo mi actividad profesional, soy "friki" de la política y la gobernanza. Formo parte del Equipo directivo de +Demo (mas_demo.org) como responsable de Transición Ecológica y Ética Política. Republicana desde que tengo uso de razón.
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

En 1980, el porcentaje de participación en las elecciones al Parlament de Catalunya fue del 60,257%. Doce años más tarde, en 1992, dicho porcentaje fue del 65,51%.  En 2012 alcanzamos el 69,42% y el récord lo obtuvimos el 21 de diciembre de 2017, con una participación del 80,49%. Ese mismo año, pocas semanas antes, el 1 de octubre, habíamos salido a votar en un referéndum no reconocido y considerado ilegal, y lo hicimos pese a la represión que las fuerzas y cuerpos de seguridad ejercieron sobre votantes pacíficos que querían expresar su voluntad por votar en favor del derecho de autodeterminación. 

La ciudadanía catalana, en los últimos 20 años, les ha otorgado a las urnas un valor democrático muy elevado y no pierde oportunidad de salir a elegir con sus votos su opción política. Podría pensarse que solamente el sector procesista, nacionalista o independentista ha estado extremadamente movilizado, pero lo cierto es que no ha sido así en los últimos años desde que se inició la aventura del procés. La movilización ha tenido su efecto también en quienes están a favor del llamado constitucionalismo, y de ahí los elevados porcentajes de participación. Posiblemente, se trate de uno de los mayores avances democráticos en relación con la participación ciudadana en la última década en Europa. 

A la hora de escribir este artículo, los resultados de participación del segundo avance indicaban un 45,67% de participación, 22,54 puntos por debajo del de 2017 y parece que el mayor descenso tiene lugar en municipios no independentistas. Pero creo que esta contienda no es comparable con los anteriores procesos electorales en Cataluña, dado que en esta ocasión nos acompaña una pandemia y jamás en democracia habíamos votado en circunstancias parecidas. El voto por correo se ha disparado ante la inseguridad provocada por el COVID, experimentando un incremento de más del 275% en relación con los comicios de 2017, acercando el porcentaje de participación al obtenido en 2010. Pero, pese a que la opción fácil hubiese sido renunciar a ejercer nuestro derecho fundamental por miedo al contagio, la voluntad de ejercerlo ha estado presente a lo largo del día. 

Y todo ello sucede también en un entorno en el que la elevada desafección hacia la clase política crece, con una sociedad cada vez más diversa cuyas creencias políticas se deciden más en función de la emoción que en base a los programas electorales, lo que ha derivado en una polarización de las posturas con una ciudadanía dispuesta a creer en mentiras si éstas responden a sus aspiraciones. Los partidos han desarrollado su campaña en medio de unas circunstancias realmente complicadas, en las que han debido agudizar el ingenio para llegar al máximo de electores. Está en juego una enorme bolsa de votos, formada no sólo por los indecisos puesto que el 14F incluye también a los votantes de C’s, el partido pasará de ser los vencedores a ser el partido que puede sufrir hoy la mayor derrota.

Sus votantes han sido especialmente anhelados por el PSC y el PP, que tenían también que intentar atraer a votantes de ERC por un lado, y de VOX por el otro. La campaña del PP para rascar votos a la ultraderecha -que en las encuestas les daba un verdadero repaso -no ha sido mala, pero no perdamos de vista que ellos mismos les han aupado cuando ha convenido a sus intereses. El PSC (les llamo así puesto que con esas siglas concurren, pero creo que es más correcto referirse a ellos como PSOE) atacó con fuerza a Esquerra con su estrategia de cambio de candidato a pocos días del inicio de la campaña, en una maniobra poco honesta cuando su candidato mintió sin pudor dos días antes de su nombramiento, negándolo. ERC se ha visto atacada por el flanco de la izquierda y también por el flanco de JxCat, reconvertidos a independentistas “puros”, que han dejado la política tradicional de la derecha catalana en manos del PDeCAT (que a su vez intenta robar votos al PP, además de hacerse con los votantes tradicionalmente convergents). Mientras tanto, les CUP y En Comú Podem, luchan por tener la llave para la formación de gobierno, ya sea apoyando un gobierno de mayoría independentista, en el caso de les CUP, o intentando la reedición de un tripartito de izquierdas, en el caso de En Comú Podem. Los votantes han tenido hoy una enorme variedad de opciones, pudiendo elegir opciones hechas casi a medida de sus preferencias.

En definitiva, un buen pastel el que tenemos ante nosotros los próximos días y semanas, cuya digestión se prevé complicada dada la cantidad de ingredientes que conllevan los futuros pactos. Pero, en cualquier caso, tal y como indica el título de esta opinión, a una buena parte de los catalanes nos gustan las urnas tanto como un pastel a la puerta de un colegio, y nos lanzamos a ellas cada vez que tenemos oportunidad de ejercer nuestro derecho al voto, mostrando al mundo hasta qué punto creemos en que la libre expresión de la participación ciudadana es fundamental para que la democracia avance.+

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído