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“A las madres no hay que juzgarlas mucho y menos condenarlas”

La escritora italiana Donatella di Pietrantonio vuelve a triunfar con las intrigas familiares de Las hermanas de Borgo Sud tras la arrolladora acogida de La retornada

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análisis

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La crítica se rindió a Donatella di Pietrantonio con su anterior novela, La retornada (2018), con la que obtuvo un ingente número de premios y ediciones en 25 países, además de auparse a la lista de los libros más vendidos en España y Latinoamérica. Con su continuación, Las hermanas de Borgo Sud, publicado también por Duomo en España, ha llegado al número 1 de las listas italianas además de ser finalista del prestigioso Premio Strega. “El núcleo profundo de Las hermanas de Borgo Sud es precisamente ese triángulo primario, disfuncional, en el que una madre no consigue transmitir el amor que siente por sus hijas y estas no se lo perdonan”, resume la escritora el argumento de su novela.

¿Cómo ha afrontado la escritura de esta nueva novela tras el arrollador éxito de La Retornada? ¿Miedo, respeto al lector, escribir sin mirar hacia atrás…?

Después del inesperado —para mí, al menos— éxito de La retornada, me daba un poco de miedo retomar la historia, pero la urgencia de contar la vida adulta de las protagonistas era más fuerte. Así que dejé a un lado todos mis temores y retomé de nuevo la escritura.

La mujer en toda su dimensión y variedad de matices vuelve a protagonizar su nuevo trabajo. ¿Es un tema inagotable, incluso ahora en tiempos del Me Too aún más si cabe?

Es desde luego un tema inagotable, como son inagotables los temas de la maternidad y de la relación entre hermanas, que trato en todas mis novelas. Los encontramos en los mitos —no olvidemos a Medea—, en los cuentos y en toda la literatura, desde los orígenes hasta hoy. Y ahora podemos elaborarlos de nuevo a la luz de una nueva conciencia fomentada también por el Me Too.

La narradora en primera persona de su novela es aquella Retornada, aunque ya no es una niña, sino una mujer con estudios superiores. ¿En qué momento fue consciente de que aquella novela tendría su continuidad en Las hermanas de Borgo Sud?

Siempre había pensado en contar la historia de las dos hermanas hasta que alcanzan la mediana edad, pero mientras escribía La retornada fue como si en un momento determinado se me cerrara entre las manos el ciclo narrativo, justo allí, en un punto exacto de su adolescencia. Y estaba bien así. Luego, sin embargo, vivía en una especie de tensión, de espera continua. Adriana me pedía cuentas a veces, con sus habituales modales expeditivos, sobre mi retraso en lo que a ellas respectaba.

El triángulo protagonista parte de una madre incapaz de sacar partido al amor como entrega sin límites a sus seres más queridos, sus propias hijas, y a su vez estas dos hermanas son incapaces de perdonar ese desapego maternofilial. Muy duro, de entrada, el planteamiento…

El núcleo profundo de Las hermanas de Borgo Sud es precisamente ese triángulo primario, disfuncional, en el que una madre no consigue transmitir el amor que siente por sus hijas y estas no se lo perdonan. La novela cuenta las consecuencias de ese desamor: por ejemplo, las historias en las que caen, en lugar de elegirlas, las dos hermanas.

También se aprecia que el desapego va impregnando la relación como una lacra difícil de reconducir por parte de estas hermanas.

Es difícil para las hijas enderezar ese amor torcido entre ellas y su madre, y tal vez tienen que llegar a una cierta edad en la que pueden identificarse con su madre para poder comprender sus carencias, su lejanía y su incapacidad. Solo en el momento en que alguien pone algo de su parte puede, quizás, encontrar el perdón.

“Todas las mujeres debemos estar agradecidas al feminismo por su lucha a favor de una maternidad consciente”

¿Cómo es posible convertir esa desafección entre las hermanas en un sentimiento de perdón para apostar por un futuro más luminoso?

Entre las dos hermanas se dan periodos de alejamiento y de conflicto, pero en realidad la relación entre ellas no se pone nunca en duda. Es más, se trata del único vínculo realmente incondicional. En su relación de hermanas han encontrado un remedio, aunque sea solo parcial, a lo que no han recibido de la madre. Al principio de la novela sabemos que hace un año y medio que Adriana no tiene contacto con su hermana, pero sabe que aunque llame a su puerta a las tres de la madrugada, su hermana le abrirá.

¿Qué opinión tiene de esas “malas madres” que se muestran, pese a todo, orgullosas de sus vidas gracias a un afianzamiento personal y a su lucha por la igualdad de género tras el irrumpir del feminismo en toda su dimensión en una nueva generación de mujeres?

A las madres no hay que juzgarlas mucho y menos condenarlas. Si han sido “malas madres” tal vez sea porque no han recibido suficiente ayuda en esta labor tan difícil, porque las han dejado solas con sus propios límites. O, en muchos casos, han sido madres por accidente o por casualidad, no por elección. Todas las mujeres debemos estar agradecidas al feminismo por su lucha a favor de una maternidad consciente.

¿Cómo aportar el grado exacto de emotividad a una historia narrativa sin caer en el empalago excesivo? ¿Dónde reside el secreto: en la autenticidad de la escritura, quizás?

Por lo que a mí respecta, el uso de la lengua austera y desnuda, que no cede a lo superfluo, es muy importante para no caer en el sentimentalismo. No explico nunca lo que sienten los personajes, muestro lo que hacen, sus silencios, la desolación y la esperanza. Los narro desde muy cerca, pero sin acariciarlos.

La maternidad, la familia, la violencia familiar, incluso el amor… ¿Cómo pueden confluir todas estas fuerzas de las relaciones interpersonales en algo aglutinador que dé sentido a las vidas de estas hermanas?

La apuesta para ellas es encontrar una síntesis de lo que han vivido, integrar el todo sin eliminar ni negar ninguna parte, ser conscientes de las propias heridas pero también de la enorme fuerza que han demostrado al sobrevivir a los traumas, al vacío del cariño familiar. Y la relación de hermanas puede convertirse en un recipiente que, sin pretender en ningún momento sustituir por completo la maternidad, les devuelve la sensación de un vínculo indisoluble.

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