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8M: hoy más que nunca, el feminismo necesita unidad por encima de rencillas ideológicas

La manifestación se dividirá en dos por las fuertes disensiones en el movimiento feminista español a cuenta de la abolición de la prostitución y la agenda 'queer'

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análisis

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Las feministas celebrarán el Día Internacional de la Mujer más divididas que nunca. Está previsto que haya dos manifestaciones en algunas ciudades, señal inequívoca de que los agrios debates de los últimos meses a cuenta de la ley trans y la abolición de la prostitución han terminado por fracturar el movimiento. La llamada “agenda queer” (que apenas un cinco por ciento de la población trata de incluir en el programa feminista) ha sido el detonante de la ruptura. Los agéneros, no binarios, fluidos, pansexuales, bigéneros y otras tendencias que en general vienen a negar la condición psicológica masculina o femenina en función de los órganos genitales han desencadenado una auténtica guerra en el movimiento feminista clásico. Y las costuras han terminado por reventar.

Por definición, queer es un término tomado del inglés que se define como “extraño” o “poco usual” e incluye a todas aquellas personas que sienten su sexualidad con absoluta libertad por encima de cualquier barrera biológica y mental impuesta por el género. Hablamos de personas que se sienten a la vez hombre y mujer o ninguna de esas dos formas sexuales. Son otro mundo, diferentes, fluidos, quizá pertenecientes a un tercer sexo. Gente que rechaza la división sexual como un constructo cultural y social. Gente que considera que la clasificación hombre/mujer no es más que una ficción, una entelequia que margina a los que no se ven ni un cosa ni la otra, sino ambas a la vez o ninguna de ellas. O sea, queer.

Una idea tan revolucionaria no ha podido ser asimilada por el feminismo tradicional, de ahí la escisión. Y no estamos ante una cuestión baladí: la inclusión o no de las ideas transgeneristas alteran el argumentario del feminismo clásico que para algunas expertas se remonta varios siglos hasta la época de la Revolución Francesa.

Pero a este auténtico embrollo ideológico que está terminando por resquebrajar el feminismo se une otra cuestión tanto o más espinosa: la abolición de la prostitución. Durante todo el año, las asociaciones feministas han trabajado para tratar de lograr una posición conjunta y poner de acuerdo a aquellas que consideran que la trata de blancas debe ser ilegalizada y las que creen que la prohibición solo servirá para estigmatizar aún más a las mujeres que la ejercen hasta enterrarlas en la clandestinidad, en una especie de gueto sin derechos laborales. En los últimos tiempos, cada vez que se acercaba el 8M afloraban las tensiones en las organizaciones feministas a cuenta de este asunto, pero no afectaban a la unidad de acción. Sin embargo, el pasado año la controversia fue a mayores cuando se llegaron a rajar pancartas que pedían la abolición de la prostitución. Quizá sea por eso que este año habrá manifestaciones abolicionistas alternativas al margen del itinerario oficial del 8M. “Se nos ha silenciado y expulsado de las asambleas diciendo que la prostitución no se podía debatir porque había disensión”, se lamenta en el diario El País Lola Venegas, del Movimiento Feminista de Madrid.

Como trasfondo del conflicto, la guerra soterrada entre las mujeres que forman parte del Gobierno, es decir, entre un sector de Unidas Podemos liderado por Irene Montero (firme defensora de la igualdad para las personas trans) y las socialistas ortodoxas del PSOE. Finalmente, la ley que debía regular los derechos de las personas transexuales saldrá adelante tras llegarse a un acuerdo de mínimos entre ambos socios de la coalición, pero hasta la fecha ese consenso ha sido imposible dentro del movimiento feminista, donde prosigue el encarnizado y estéril debate. De esta manera, las abolicionistas de la prostitución y la pornografía, contrarias a las leyes transgeneristas y firmes detractoras de los vientres de alquiler, marcharán por su cuenta. Carmen Calvo ya ha advertido que “el feminismo de verdad” se situará tras la pancarta del bloque abolicionista.

Haría mal el movimiento feminista español en desangrarse en absurdas peleas y luchas intestinas. El auténtico enemigo es la extrema derecha que pretende acabar con el feminismo y con los derechos de las mujeres no solo en España sino en países donde partidos neofascistas ya gobiernan, como ocurre en Polonia o Hungría. Con manifestaciones alternativas o sin ellas, con disensiones internas o sin ellas, lo único cierto es que el 8M es más necesario hoy que nunca. Feminismo es democracia, socialismo, respeto a los derechos humanos: eso que odia la ultraderecha de nuevo cuño que se abre paso a codazos y a puntapiés, como un elefante en la cacharrería del sistema, destruyendo todo cuanto lo que las mujeres han construido en los últimos cuarenta años de convivencia en paz.

Vox pretende retornar a tiempos pretéritos, cuando el franquismo nacionalcatolicista pasaba por ser una inmensa cocina sórdida y humillante donde se recluía a la mujer entre fogones infames, al margen de la política y la cultura, para que no molestara demasiado al macho patriarcal. El enemigo del feminismo no es la persona trans o la prostituta a la que no le queda otro remedio que vender su cuerpo al mejor postor para sobrevivir en el más abyecto ejemplo de explotación humana que se conoce desde la noche de los tiempos. El enemigo de la mujer es ese ultra descerebrado que arroja botes de pintura negra sobre reivindicativos murales en honor a pioneras de la lucha feminista como Rigoberta Menchú, Rosa Parks, Federica Montseny o Frida Kahlo, tal como ocurrió no hace mucho en un barrio de Madrid. Fragmentada y atomizada la izquierda, desclasado el obrero, languideciente el marxismo por el poder aplastante de la sociedad de consumo y el capitalismo feroz, el feminismo se constituye como el último bastión contra la ultraderecha. No nos falléis también vosotras, hermanas, con estúpidas rencillas y chiquilladas más propias de hombres infantilizados que de activistas valientes, generosas y sensatas. Hoy es un día grande para todos los demócratas, tanto mujeres como hombres. Un día para celebrar la victoria de los derechos humanos, la vida frente al terror machista y la democracia sobre el totalitarismo que, tal como estamos viendo estos días con la guerra en Ucrania, conduce a la barbarie y al final de la civilización humana. Así que viva el 8M. Sin divisiones ni resentimientos.  

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