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6-D: El día del onanismo de la clase política

Santiago Aparicio
Santiago Aparicio
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Contador de realidades. Guitarrista de rock en mis tiempos libres. Y cazador de doxósofos.
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análisis

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Mientras la mayoría de los españoles disfrutan del puente viajando, bebiendo los buenos caldos españoles, degustando –para disgusto del ministro Garzón- las ricas viandas del país e intentando no aguantar a la clase política, ellas y ellos a lo suyo. A la práctica del onanismo político. La masturbación de la clase política con sus cosas de políticos. El día 6 de diciembre es siempre el día en que los políticos se reafirman como esa clase necesaria (maldita necesidad claman los españoles) para el buen discurrir de la vida.

En realidad la clase política vive para esto, para darse autobombo y nada mejor que hacerlo el día de la Constitución. Algo que también alimenta el vouyerismo periodístico, que en mitad de un puente, puede rascar cualquier estupidez que a nadie interesa salvo a la clase política y a la clase periodística. Unos dicen que la Constitución está obsoleta; otros la defienden con la boca pequeña; aquellas dirán que hay que ir a un proceso constituyente; las otras que si nadie la respeta. El caso es que hablan para ellas y ellos… sin más.

Las pajas reformistas

Principalmente el PSOE es quien defiende la reforma constitucional para “adaptarla a los nuevos tiempos”. Así Pedro Sánchez, tras defenderla con la boca pequeña, acaba por reconocer que debería reformarse para encajar mejor a las distintas sensibilidades existentes (ahí al lado sale Ximo Puig babeando). El avance federal o multinivel (como si la Constitución no fuese multinivel ya, que si hay nivel central, autonómico y local es por algo) para que algunas regiones estén contentas.

También para quitar la palabra “disminuidos” y poner “personas con discapacidad” –que como todo el mundo entiende es urgentísimo (guiño, guiño)-. Hay que defender la Constitución, no se sabe bien de quién, pero a la vez reformarla. Y así llevan en el PSOE cerca de ocho años, aunque para entregar la soberanía económica de España tardasen quince minutos.

Las pajas conservacionistas

Los hijos de aquellos que se abstuvieron o votaron contra la Constitución, el PP, aparecen como los máximos conservacionistas de una “ley de leyes” en la que no confiaron y de la que desprecian todo su contenido social (por cierto, lean a Óscar Cerezal recordando la vía social de la derecha en la carta magna). De hecho, si por ellos fuese cambiarían el sistema electoral para intentar ganar siempre ellos –aunque saben que en Cataluña y País Vasco no lo harían-, o lo que es lo mismo un sistema uninominal. Pero se contienen porque piensan que esas leyes no van con ellos.

Además, Pablo Casado y sus antecesores son muy dados a denunciar todas las leyes en el Tribunal Constitucional para que los derechos sociales se vean constantemente lastrados. Y no por algo ideológico –los conservadores católicos al menos tienen ese algo contra la ley del aborto, por ejemplo-, pues la ideología les da lo mismo –hoy son de la alt-right estadounidense y mañana del conservadurismo teutónico-, sino porque su vía política nunca es de construcción sino de demolición en favor del capitalismo de amiguetes y la clase dominante globalista (con sede en Nueva York).

Las pajas destructivas

Unidas Podemos y Vox son los grupos que quieren derribar el artefacto constitucional entero. Unos para montar una república peronista, otros para levantar una España centralista y libertaria. No les gusta lo que hay y lo quieren transformar de arriba abajo.

Desde Unidas Podemos reclaman que la Constitución debe cumplirse en todos sus artículos, haciendo una interpretación demagógica de los artículos. Desde Vox quieren quitar las autonomías, no porque cuesten mucho dinero –si así fuese todos sus parlamentarios regionales renunciarían a sus sueldos-, sino para que la unidad de España se garantice desde Madrid.

¿Para qué?

Lo curioso de todas estas artes masturbatorias es que nunca reconocen el para qué de los cambios, reformas o mantenimientos. Se puede intuir por el discurso lo que cada partido defiende, pero con claridad meridiana nadie lo dice. ¿Para qué hacer federal lo que ya es federal?, debería responder el PSOE; ¿para qué reformar el sistema electoral no en sentido más proporcional?, debería explicar el PP; ¿para qué provocar un proceso constituyente si les da igual el pueblo?, deberían exponer en Unidas Podemos; ¿para qué centralizar el poder en España si se ha mostrado eficaz (en gran medida) el sistema autonómico?, deberían decir desde Vox.

¿Han preguntado a la ciudadanía para saber si se quiere reformar?

Lo más curioso de todo es que jamás se han preocupado en ninguno de los partidos en conocer si a las personas del común les importa o no la reforma constitucional. Lo más probable es que les respondiesen que mejor que eso, podrían dedicarse a gestionar bien. En vez de dedicarse a legislar como si no hubiese un mañana con leyes que no sirven para mucho, igual habría que gestionar con más habilidad y sentido social.

En España hay personas que dicen que hay que cambiar el sistema electoral porque el voto no vale igual en toda España, lo que es una gilipollez como piano de cola. Todos los votos valen uno, pero les han soltado la matraca día tras día y se lo han creído. Cuestión distinta es que se pierdan votos, algo que ningún sistema electoral soluciona y mucho menos el que quiere el PP. Pero salvo esas personas y los cuarenta republicanos que salen en manifestación ¿saben las personas qué modificaciones son mejores o peores?

Si hasta el momento ha ido bien…

Lo que sí conocen los españoles, de cualquier ideología y creencia, es que con esta constitución las cosas han ido bastante bien. Que más que problema del sistema institucional en sí, existe un problema de personas, de dirigentes políticos que son unos mastuerzos o idiotas sin más. Curioso que allí donde se gobierna, a nivel local y regional, con cierto sentido común las personas estén más contentas que donde se ponen las pajas mentales por delante.

Si se preguntase en las encuestas, esas que se utilizan para intentar condicionar al pueblo, si se confiaría en la clase política actual para realizar un proceso de reforma o constituyente, lo más probable es que hubiese sorpresas. Negativas para la clase política, como pueden suponer. Visto el percal, casi es mejor que no toquen nada. No porque no haga falta (que algunas cosas se pueden mejorar) sino porque pueden destrozar lo poco que se tiene. De hacer caso a la clase política estaríamos casi a las puertas de una guerra civil generada por fascistas y frentepopulistas cuando la realidad es que no es así. Señoras y señoras dirigentes, no jodan.

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