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3ª GM

¿Podemos ser más hijoputas?

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Me reúno con un ex-alumno que lleva casi una década fuera de España; le llamaré Pablo, trabaja con la migración (ya olvidada por aquí) que viene huyendo hasta llegar a las islas griegas, en concreto trabaja con grupos de riesgo de suicidio por su experiencia con tortura, violaciones, persecución, detenciones…

Llega a su pueblo por Navidad, un pueblo que lleva a gala ser tradicionalista y católico, un pueblo caritativo repleto de actuaciones solidarias: repartos de alimentos y otros bienes, actos recaudatorios, limosnas organizadas, gentes que acuden al pobre, pero Pablo afirma que no se puede creer lo que se encuentra, cómo ha ido virando la ideología en los últimos años, porque una cosa es la caridad que calla conciencias y otra la consciencia de conocer cuáles son los problemas que originan los movimientos de población.

Él, que vive a diario recibiendo allá en una isla griega, la primera que se encuentran estos tropeles de desgraciados con las circunstancias más terribles que podamos imaginar de miseria, delincuencia o delincuencia organizada por quienes deberían protegerles; él, Pablo, que se enfrenta a diario en su trabajo con el extremo de la degradación humana al borde del colapso y el suicidio, no puede entender cómo se ha deslizado entre nosotros el discurso que vincula la inmigración a la destrucción de nuestra forma de vida: primero porque creía que nuestra forma de vida tenía que ver con la dignidad humana y la Justicia, por lo que no termina de asumir que hayamos concluido tan fácilmente que nuestro sistema sea sólo el placer consumista, el dinero y para cada cual lo que le toque sin más, y que eso lo promuevan partidos políticos que dicen defender la paz y la convivencia; segundo, porque proviene de un entorno católico que tiene claros sus principios humanistas… para olvidarlos absolutamente cuando se les toca el himno o la bandera o la unidad de España, cuando se les toca la idea de raza y el cristianismo, se les toca la familia patriarcal o la sexualidad meramente reproductiva, o se les plantea la separación entre iglesia o Estado o las tradiciones del pueblo a proteger para salvar la idiosincrasia y la definición de lo que somos…, dicen.

Y resulta que él, casi una década fuera, trabajando por esos ideales de solidaridad en los que se educó, en la búsqueda de esa dignidad y esa Justicia que estudió en su bachillerato y etapa universitaria, él que se ha comprometido y vive todo eso en la trinchera de primera línea de un joven culto que se ha enfrentado al mundo… se encuentra excluido del ideario del pueblo del que salió.

¿Qué ha pasado en España? Nada distinto, quizá, de lo que está ocurriendo en el resto del planeta. Zombies. Ya lo he dicho alguna vez, el cine y las series de zombies son una expresión ¿inconsciente? del miedo al fenómeno migratorio. Albergo una duda sobre lo casual del mismo porque está sirviendo para conformar una mentalidad apocalíptica en la cual: vivir en un sitio sellado contra el extraño agresor de fuera es el ideal; y matar, directamente destrozando la cabeza del foráneo y con indiferencia total a su sufrimiento, porque en realidad se le hace un favor liberándolo de su vida inferior, se está convirtiendo en una cotidianeidad. ¿Es algo calculado? Si no lo es… lo parece.

Hay una guerra en marcha sin ejércitos, de momento al menos en nuestras tierras. Es la invasión de los pobres, empujados por el sufrimiento más atroz, que tiene dos causas: la tradicional, esto es, el abuso consentido y promovido por las potencias económicas que vivimos de la sangre de los desgraciados del mundo y sus recursos, indiferentes cuando no tolerando o imponiendo dictaduras y corrupción que impiden la dignidad; y la segunda, me dice Pablo, y me asegura que por aquí no tenemos en absoluto consciencia: el calentamiento global, zonas enormes del planeta se han degenerado hasta no permitir la forma de vida tradicional de agricultura, ganadería y pesca, islas enteras desaparecen, desertización, deforestación, verdulería y carnicería industriales… la presión para abandonar estas zonas de la Tierra es fruto del descontrol en la explotación del medio y somos nosotros los causantes. Nos protegemos de nuestras víctimas, ¿podemos ser más hijoputas?

Todos estos partidos que vinculan la migración al peligro son los nuevos nazis, los judíos nuevos son los desplazados condenados a vagar por el planeta sin destino cuando no amenazados. ¿Dónde estamos? ¿Somos del bando genocida o peleamos por la Justicia y la vida?

No voy a caer en la demagogia, no se trata de gastar el dinero en campos de refugiados en la puerta de casa; se trata de frenar las tres fuentes del sufrimiento: la explotación de la mujer, el consumo antiecológico como motor de la economía y una política mundial que no está sancionando la falta de libertad de pensamiento. He aquí la labor gigantesca de nuestra política, todo lo demás, es reacción conservadora: nacionalismos, desarrollismo, endeudamiento, gestión… es otra vez la hora de las ideas, del compromiso intelectual… gente como Pablo necesita saber que una parte de la Humanidad les da soporte para poder asomarse a la dignidad y la Justicia. Miremos el debate público, pongámonos nuestros abrigos de piel y nuestras gorras con calavera… es lo que somos.

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