viernes, 26abril, 2024
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30 centímetros más de valla al año

Guillem Tusell
Guillem Tusell
Estudiante durante 4 años de arte y diseño en la escuela Eina de Barcelona. De 1992 a 1997 reside seis meses al año en Estambul, el primero publicando artículos en el semanario El Poble Andorrà, y los siguientes trabajando en turismo. Título de grado superior de Comercialización Turística, ha viajado por más de 50 países. Una novela publicada en el año 2000: La Lluna sobre el Mekong (Columna). Actualmente co-propietario de Speakerteam, agencia de viajes y conferenciantes para empresas. Mantiene dos blogs: uno de artículos políticos sobre el procés https://unaoportunidad2017.blogspot.com y otro de poesía https://malditospolimeros.blogspot.com."
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análisis

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A principios de febrero, el Secretario General de las Naciones Unidas, advertía: <<un viento de locura arrasa al mundo>>. Se refería, principalmente, a los conflictos bélicos, la inestabilidad creciente y el uso de las armas como modo de solución. Hablaba del presente.

Las Naciones Unidas también hablan del futuro, lugar incierto en el modo, pero certero en su llegada. Este futuro traerá otro viento capaz de arrasar, si no al mundo, sí la concepción actual que tenemos de este. Me refiero al aumento de población.

De los 7.700 millones de habitantes actuales, pasaremos a los 9.700 millones el año 2050, y a más de 11.000 millones para el año 2100 (aunque nosotros ya no estaremos, algunos de nuestros hijos sí, y nuestros nietos seguramente). Estamos hablando de sumar 3.500 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población mundial actual, en apenas 80 años. ¡Solamente 80 años!

A parte del crecimiento de la India, que seguramente en la década actual ya superará a la China como el país más poblado, Nigeria, hacia el año 2050, ya tendrá más población que los Estados unidos. Hacia el año 2100, el continente africano albergará aproximadamente el 40% de la población mundial (actualmente es un 17%). En este continente habrá unos 4.500 millones de personas, que es más de la mitad de la población mundial actual.

Europa habrá envejecido más. Y el envejecimiento es un factor difícil de congeniar con el aumento de la población. Porque, vamos a ver, los países occidentales van tomando medidas para potenciar la natalidad, para intentar contrarrestar ese envejecimiento de su población. Y una pregunta planea sobre todo ello: ¿desde qué perspectiva nos lo miramos? ¿Nacional, europea, occidental o mundial? Nacional, nacional, no nos engañemos, siempre nacional. No sea que el mundo se quede sin franceses (mon Dieu) o austríacos. Sin catalanes, menudo aburrimiento.

El aumento de población en África, ¿supondrá también un aumento de la presión migratoria? Nuestros gobernantes, ¿subirán la valla 30 centímetros más cada año? ¿O pondrán tanquetas? ¿O la electrificarán como en Israel (no lo condenen tan rápido, que hacia allí vamos)?

Permítanme confrontar los anteriores datos con dos aspectos, solamente dos, de las tantas repercusiones o preguntas posibles.

1) ¿Quién soporta, en nuestra sociedad, el peso o presión migratoria? Las clases bajas, humildes, pobres o como les parezca más correcto denominarlas (hay varios eufemismos a disposición en la neolengua que avanza). Las élites de derechas alientan el racismo y el miedo para cosechar votos en estas clases (Trump, Le Pen, Abascal, Salvini, etcétera), pero las clases dominantes (y ya no me ciño a la derecha o ultraderecha) apenas tienen contacto con los inmigrantes: ni en las escuelas de sus hijos, ni en la cola de la sanidad pública, ni en la competencia laboral, ni en el vecindario, ni en la otra competencia por las ayudas sociales. La élite de izquierda, que la hay, tampoco. Los que soportan el peso, la presión, son el “populacho”, como la base de un “Castell” catalán que aguanta la pirámide.

Así pues, para que cierta clase dominante pueda ir mejorando resultados y permanecer en el poder, ¿qué les conviene más? ¿Enfrentarse seriamente al problema global, cuyas medidas, inevitablemente, rebajarían la calidad de vida occidental, es decir, serían impopulares? ¿O perpetuar el problema, que significa aumentarlo, para que ascienda el rechazo y la xenofobia y cosechar más votos? Porque, ¿el sistema consumista es válido solamente para nosotros o también, en este ejemplo, para los africanos? ¿O para ellos no? Las luchas entre potencias por los recursos de África y los conflictos que generan allí, y que provocan flujos migratorios, ¿tienen algo que ver con nuestro nivel de vida y único sistema (el consumista) que hemos aceptado como viable? Esto me lleva al segundo aspecto, o pregunta, a tratar:

2) ¿El sistema consumista es viable a escala planetaria? Hay una interesante web que les invito a visitar, la Global Footprint Network https://www.footprintnetwork.org/ . Allí pueden apreciar, según el modo de vida actual, cuántos planetas tierra son necesarios para proveer los recursos necesarios y mantener este sistema. Actualmente, la población mundial de 7.700 millones de habitantes, necesita el equivalente a 1,75 planetas Tierra para mantener el sistema de vida humano. ¿Y por qué no explota todo? Porque gran parte vive en la pobreza, la miseria, y consume muchos menos recursos. Pero ya hemos visto cómo aumentará la población mundial (seremos 9.700 millones el año 2050, más de 11.000 millones para el año 2100), y, aunque lentamente, también el nivel de vida irá aumentando en, por ejemplo, los países africanos. Y esto, en nuestro sistema global, significa consumir. Y es un derecho que tienen, faltaría más, y un gran cinismo los que piensan que <<que aumente su nivel de vida es un problema para todos (es decir, nosotros)>>. Por ejemplo, los 4.500 millones de africanos del futuro, ¿tendrán derecho a coche? ¿A aire acondicionado? ¿A comer carne regularmente?

El tema de la carne, como extensión de la alimentación, no es baladí, porque se relaciona directamente con el agua. Aparte que <<el mundo necesitará producir aproximadamente el 60% más de alimento para el 2050>>, la FAO nos indica que la agricultura utiliza el 70% del agua mundial disponible; del resto, el 20% es para uso industrial (de los cuales el 75% es para producir energía), y el 10% restante para uso doméstico. Para generar 1 kilo de carne se necesitan 15.000 litros de agua. Piensen que la misma FAO nos señala que, para satisfacer las necesidades diarias de una persona, se requieren 3.000 litros. ¿Vemos la desproporción aplicada a las consecuencias del aumento de población? También, la ONU, advierte que a día de hoy (no en 2050, no en 2100) la escasez de agua afecta a 4 de cada 10 personas del planeta, y que el 80% de aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas. Le pueden añadir cómo afectará el cambio climático a la producción de alimentos y el aumento de recursos para conseguirlos. Y, aún a riesgo de parecer exagerado o tremendista, les diré que esto es la punta del iceberg.

No hay que ser un lince para apreciar que esto no lo sostiene divinidad alguna (la que sea). El futuro que estamos labrando, es evidente que solamente no explosionará si es tremendamente injusto: que la mayoría de la población tenga un nivel de vida rayando la miseria. O, claro está, que haya una guerra y diezme la población mundial. O que aparezca un virus nuevo y haga el trabajo por nosotros.

¿Por qué no está tremendamente preocupada (de una manera efectiva, y no abstracta) la población mundial ante las continuas advertencias de la ONU, la FAO, la OMS? ¿Por qué cuando alguien estalla (tipo Greta Thunberg) en seguida tantos medios la tachan de radical, desvían el mensaje diciendo que tendría que estar en el cole, o algunos políticos aplauden y no hacen nada? Para un servidor, por dos razones, de las muchas que debe haber:

1) Porque las naciones son el gran enemigo de la humanidad. [Y sí, lo dice un catalán independentista]. Porque las naciones no entienden de humanidad, sino de las poblaciones nacionales en el presente, ni siquiera en un distante (no tanto) futuro. Porque estas naciones están regidas por el mercado en todos los sentidos, e incluyo el de informar a la población para generar unas preocupaciones u ocultar otros problemas. Porque nadie se va a atrever a decir que el sistema consumista no es sostenible, que lleva al desastre, y que hay que cambiarlo (y no mejorarlo). Y porque, si lo hace, no le va a votar nadie: porque, en el fondo, así queremos vivir ahora, y que se jodan los otros, aunque las cifras nos digan, una y otra vez, que estos “otros” van a ser nuestros hijos, nuestros nietos. Llanamente: a efectos prácticos, nos es igual.

2) Y otra razón de por qué no se hace nada al respecto. Siguiendo aproximadamente el hilo del geógrafo Guilluy en su libro “No Society”, la clase media occidental está desapareciendo. Lentamente (y esto ya es cosecha propia), aunque todos tengamos móvil, tele de pantalla plana y, cada vez más, Netflix o sucedáneos, somos todos populacho. Lo somos. Ya veamos OT o “La Isla del nosequé”, ya citemos a Shakespeare o Habermas, somos populacho. Para desesperación de los intelectuales, para desesperación de los que pensaban poder ascender gracias al trabajo, estudios o mérito propio, en populacho nos vamos a encontrar todos.

Excepto la clase dominante. Y estos, los que marcan la política (vote usted a quien vote, casi que igual) a través del mercado y las finanzas, estos están convencidos de que no les va a afectar. Están convencidos que ni las migraciones, ni la escasez de agua, ni la inestabilidad, ni las guerras, ni el cambio climático ni nada, va a afectar su nivel de vida. Y seguramente tienen razón. Y, seguramente, para algunos de estos, tampoco afectará a sus hijos. Y es probable que, a algunos menos, tampoco a sus nietos. Pero más tarde (¿200 o 250 años? que no es nada, el simple espacio que hay, por ejemplo, entre el año 1320 y el 1520, ya ven) afectará a todos, al planeta entero. O podemos soñar con alguna de las distopías que produce Hollywood y que, claro, siempre acaban bien (para nuestro consuelo y confort).

Mientras tanto, claro, podemos consumir como locos, ir al súper y comprar unos chuletones envasados, poner una serie online o ver el concurso de turno, y trasladar el problema a las generaciones futuras. Cuando estas lleguen, y todo sea ya irresoluble, ¿saben qué dirán de nosotros? ¿De usted y de mí? Pues eso, alcemos 30 centímetros más la valla por año y a ver si este año ganamos la Champions.

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