No recuerdo bien qué gran autor de la historia vociferó, cuando fue expulsado del Gobierno del triunvirato de forma desafiante a qué aquellos que los habían derrocados, que ya volverían a confiar en él para que solucionase el fracaso al que iban a sumir al pueblo. Evidentemente, nunca volvió, aunque más que por motivos profesionales, fue por motivos de salud, según dijeron, con causas que aún se desconocen.
La historia demostró que al final volvieron, no él, pero sí sus secuaces. Porque a veces, ciertos actores sociales permiten deliberadamente que se dejen de atender ciertas necesidades o se permiten que se establezcan según qué deficiencias, para que al final el ciudadano entienda por muto propio la necesidad o la demanda de una solución externa para extirpar ese el problema. Y casualmente, ellos mismo suelen ofrecer la solución.
La sociedad una vez que ejerce el voto, en este sistema democrático de derecho y social que tenemos, pierde el control del gobierno. No se ha gestado ningún tipo de mecanismo de control en el que se pueda hacer un seguimiento por parte del sistema –ni jurídico ni legislativo- que pueda servir de filtro o de control para aquellos equipos de gobierno que no cumplan con los objetivos o promesas establecidos, por ejemplo, en las campañas legislativas.
En mi opinión actualmente el parlamento sirve para escenificar un teatro o una representación dirija a entretener, más que a solucionar los verdaderos problemas que tiene la sociedad. La prioridad no es crear una sociedad competitiva, de bienestar social y confort, con una serie de derechos blindados, sino perpetuar un sistema esclavista capitalista, donde la riqueza es el pueblo y su sometimiento a los intereses de unos pocos.
El ejercicio de gobernabilidad de los estados en ningún caso viene normalizado que los bloques que conforman la oposición estén obligados, cuando lo deberían, a definir un gobierno paralelo para realizar el debido seguimiento que un estado debe de llevar implícito, con sus responsabilidad y obligaciones inherentes.
Y es que esa forma maternal o paternal de dirigir los designios de un país viene dada a la necesidad de que nos creamos y que nos veamos como parvulos, como ciudadanos imberbes que adolecen de los conocimientos y de las herramientas necesarias para poder valerse por sí mismo. Así es como también se gesta a los esclavos de un sistema. Haciéndoles creer y establecimiento un criterio en el que el individuo siempre necesitará al sistema para subsistir. Una educación ineficaz, una sanidad pública deficitaria, unos puestos de trabajo precarios, todo perfectamente articulado para construir una sociedad a su justa medida, para acabar diciéndonos que sólo ellos serán capaces de darnos la solución final. Y es que, mi querido lector, en muchas ocasiones –irónico- creo que lo están consiguiendo, a pesar que la única solución posible que existe seamos nosotros.