Shangay Lily el día de nuestra boda (18/06/2011)

Me gusta recordar a Shangay Lily en su terraza, rodeado de sus maceteros, sus flores y algún libro escuchando “Le gustaban pocas cosas” de Mayte Martin –del disco que dedicó a Manolo Alcántara– pero, a diferencia de Manuel, a Shangay le gustaban muchas, muchas cosas.

A Shangay le conocí “virtualmente” en el 2009. No recuerdo exactamente cómo llegué a su Divario, pero me sorprendió leer a alguien tan lúcido y tan molestamente directo. Recuerdo que quería mostrarle algo que había escrito, relacionado con su post, pero no estaba seguro de que fuese a seguir el enlace, así que copié/pegué completo mi cuento “El rock & roll me salvará” y me senté a esperar a que me ignorara, pero no lo hizo, me respondió encantado, aportándome ideas. Y eso no lo hace cualquiera. Shangay dedicaba su tiempo a apoyar, a difundir todo lo que pudiera parecerle interesante. Era inmensamente generoso, compartía su saber, te contagiaba sus gustos musicales, sus referencias cinéfilas y su activismo. Le encantaba compartirlo todo con sus amigos, por muy poco que tuviera.

Yo creo que llamé su atención al contarle que había vivido en NYC durante el atentado de las Torres gemelas del 2001, y que quería escribir un libro sobre aquella experiencia. Eso lo mantuvo atento, porque Shangay conocía muy bien Nueva York, ciudad en la que vivió durante años. Se reía a carcajadas cuando le conté que en pleno 2001 recorría la calle 54 buscando el mítico Studio 54, como un paleto, escuchando “Am I ever gonna fall in love in New York City?” de Grace Jones; y que, sin embargo, no encontré y acabé metiéndome, como el resto de mariquitas, en locales como “Splash!”, “Escuelita” o “Heaven”.

Shangay me ayudó mucho y de manera desinteresada, por ejemplo, para la portada de mi primer libro auto editado me regaló una foto que hizo desde la avenida Jamaica en Nueva York, y para nuestra web serie Enredad@s nos cedió su mejor canción “Chica Total”. ¿Quién hace eso sin pedir algo a cambio? Sólo Shangay. Aún tengo intención de acabar mi libro, porque se lo debo. Se implicó mucho y me ayudó a crear mi blog de cuentos –que aún mantengo por él–, e inspiró tres de ellos: “Los patos vuelan solos”, “Los enemigos” y “¿Absurdigay yo?”. (Con los años apareció en escena Javier Maroto del PP y reafirmó muchos de los términos que Shangay se inventó como Absurdigay, como se define a quién apoya y vota a un partido político que niega tus derechos y para el cual eres un ciudadano de segundas.)

Si algo le gustaba a Shangay era hablar. Podía pasarse horas contando anécdotas de todo tipo: de la trastienda del mundo televisivo, de la parte menos bonita del festival de Eurovisión, o menos glamurosa del famoseo patrio… Sí había algo que le gustase más que hablar era reivindicar y explicar a quien quisiera escucharle, y a quien no, la importancia del activismo y la defensa de los derechos humanos. Era muy viajado también, había vivido en muchas ciudades y le encantaba recomendarte sitios que visitar, si le contabas que ibas de viaje a algún lugar, e incluso le gustaba dar consejos como los que te daría una Big Mamma.

Definitivamente su labor más importante fue su activismo, en particular su activismo por los derechos LGTB, y su defensa de la cultura. Jamás olvidaré que, gracias a la lucha de personas como Shangay Lily, mi esposo y yo pudimos casarnos en 2011. Para nosotros fue un regalo poder contar con él y con Paloma Linares ese día, se lo debíamos y fue un honor. Muchos de los allí presentes esperaban al famoso, pero no. Tuvimos al amigo que conquistó a todos con su gran sentido del humor. Él no podía faltar y nos dedicó unas palabras antes del baile. Pienso que se sentía satisfecha al vernos hacer la mamarracha, viviendo una vida tranquila, despreocupados y sin temor a que nadie nos condene a muerte como al joven homosexual iraní Nemat Safavi.

Muchos de nosotros le debemos mucho a Shangay Lily, fue un pionero de la visibilidad gay y queer. En televisión, en canales como TV1, A3 o T5 fue una de las primeras personas en hacer gala de su homosexualidad, lo que fue esencial para que muchas personas, como nuestro amigo Felipe, saliesen del armario ante su familia.

El día del funeral de Shangay llovió mucho y, junto a la sala donde descansaba su cuerpo, sobre una de las mesillas, recuerdo que había un montón de periódicos (entre ellos el ABC y la Razón). No encontré mejor manera de rendirle tributo que coger esos periódicos de mierda y usarlos para secar el suelo. Quiero pensar que le divirtió ver a un par de maricas y a cuatro bolleras dando saltos pisoteando los periódicos que él siempre detestó. Al salir a la calle, apareció un hermoso arcoíris en el cielo que me hizo pensar en la canción “Over the rainbow” que, la gran icono gay, Judy Garland canta en “El mago de Oz”.

Foto que tomé del arcoíris: una hermosa manera de despedirse.

A veces me gusta pensar que pude despedirme de Shangay, que quedé con él a tomar té helado con pio nonos y que poníamos algún disco antiguo de Rubén Blades. Me viene a la cabeza “The Letter” que descubrí hace años y su letra: “How lucky two fools could be to be friends like you and me.” / ”Qué afortunados sería esos tontos de ser amigos como tú y yo” es lo mejor que puedo dedicarle.

Ahora que he acabado de escribir estas letras he recordado cuándo fue la 1ª vez que oí hablar de Shangay. Corría el 2002. Yo vivía en Málaga y a veces me liaba con Fran, un chico llamado como yo, sevillano, periodista. Una noche, después del cigarrillo, rebusqué entre sus libros y encontré un libro de Shangay Lily “Mari, ¿me pasas el poppers?”. Le pedí a Fran el libro que le autografió Shangay y no recuerdo la dedicatoria, pero yo que soy muy escritor para mis cosas, me gusta pensar que ponía algo así como:

“Para Fran. Jamás te folles a nadie que no tenga una buena colección de libros ni una buena colección de discos tirada por ahí. Jamás.”

 

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