“Solo un milagro”. A este hecho sobrenatural hipotecan todo en el Partido Popular para que el todavía presidente en funciones, Mariano Rajoy, pueda salir airoso de los dos noes consecutivos que le respondió al Rey, que evidenciaban su impotencia para formar Gobierno, y el paso al lado dado para sorpresa de propios y extraños siendo el candidato más votado cuando apenas unas horas antes del primer no dijo sentirse “fuerte”.

Ahora, mes y medio después del 20D empiezan las prisas en las filas populares para que se resuelva a favor o en contra el acertijo que intenta resolver el socialista Pedro Sánchez con un arrojo que Felipe VI ha sabido premiar leyendo adecuadamente la urgencia de la situación.

Cada vez son más las voces dentro del Partido Popular que comienzan a pedir explicaciones y a no saber responderse todas las preguntas que se les acumulan ante la estrategia prácticamente preelectoral tomada por Rajoy al no intentar formar Gobierno y dejar pasar su oportunidad.

El laissez-faire, laissez passer de Rajoy puede llevar a los populares incluso a la refundación del partido, creen a pies juntillas los más apocalípticos. Los menos críticos incluso ya barajan el fin político del todavía presidente del PP y ahora miran exclusivamente fechas para fijar un calendario sucesorio que no degenere en un nuevo dedazo como el que José María Aznar le propinó en su día a Rajoy.

El partido con más respaldo electoral el 20D pese a que dejara por el camino 3,5 millones de votantes respecto a 2011 no lideró en ningún momento la victoria hasta que el Rey le hizo el encargo a Sánchez de formar Gobierno, y ya prácticamente desde que Rajoy se asomó al balcón de Génova, 13 la noche del 20D ante un reducido grupo de incondicionales se vio en sus semblantes que el mazazo había sido duro.

La victoria más amarga posible. Del rodillo arrollador de 2011 a un triunfo del todo insuficiente vista la soledad en la que se ha visto retratado el PP después de la política de recortes extremos puesta en práctica para salir de la crisis, amén de los incontables casos de corrupción que atenazan al partido y a un nutrido grupo de sus hasta ayer dirigentes políticos.

Más gallego que nunca, y fiel a esta máxima francesa del laissez faire, Rajoy espera, pero sus últimos pasos evidencian que es un pato cojo, quizás demasiado cojo ya para reemprender el vuelo. Qué duda cabe que también es un superviviente nato de la política y de los vuelos a motor. Pero en su última pirueta se le están viendo demasiado las costuras y las dudas del electorado afín se acrecientan en su contra, ya que ni el victimismo que tan buen resultado le ha reparado en otras ocasiones ya le renta a estas alturas del partido.

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