Todo lo que contemos, todo lo que leamos, sobre el salto de Max V (de Vendetta) de Toro Rosso a Red Bull son especulaciones. Nadie va a decir la verdad. Quizá porque la verdad no existe; al menos no una única verdad.

Detrás del movimiento está el papá de Max, del que nadie habla en los medios, pero es evidente. Max no se la saca ni para sacudirse las gotitas si su papá no le da permiso. Mil veces se han podido escuchar frases del tipo: “Si dejo pasar a Carlos mi padre me corta las pelotas”. Max, fíjese bien el lector, llama padre a su papá.

Obviamente yo no soy objetivo, porque Carlos Saínz es español y me puede la cercanía, es más fácil empatizar con alguien de Madrid que con un belga (a pesar de que tenga unos modales dignos del Capitán Haddock en su desconocida juventud). Pero a mí me gustaba la lucha de Saínz contra Max, y ahora voy a tener que verlo luchar, como el resto de los seguidores del Gran Circo Ecclestone, contra el ruso capaz de darle topetazos al Ferrari de Vettel (eso me gustó mucho; ya sé que no se debe y tal, pero a mí la gente salvaje me cae bien; maravillosamente bien cuando no tengo que aguantarlos como vecinos y puedo verlos a distancia; nadie me negará, Bernie tampoco, que dan alegría e interés al espectáculo).

Apasionante, quizá, será como EL HOMBRE QUE SONRÍE SIN PARAR, Daniel Ricciardo, aguanta al ADOLESCENTE QUE TEME QUE SU PADRE LE CORTE LAS PELOTAS, Max Verstappen.

Tenían que darle un poco de pimienta al Campeonato Mundial que va a ganar -sí o sí- Mercedes otra vez; pues el equipo alemán, como cualquiera que piense puede advertir, ya ha hecho una concesión en pro del espectáculo de Bernie: el crecimiento de Nico. El nuevo King-Kong rubio repeinado y alemán del motor.

Parece que a Rosberg se le podría permitir ganar entre una y tres carreras más… luego se le dejaría caer y se le quitarían las riendas, y los problemas mecánicos y de todo tipo, a Hamilton: eso daría emoción al mundial.

Aunque también se rumorea -ningún rumor que llega hasta mis orejas de tigre es desinteresado- que la marca alemana va a permitirse un desliz frente a la italiana y que el “topeteado” Vettel subirá al cajón más alto en el próximo GP.

En suma, que -según creen muchos de los empleados- todo se puede comprar y cambiar y manipular en el maravilloso circo de Bernie Ecclestone, al que personalmente soy adicto desde hace muchos años. Aunque ahora sufro un poco por Alonso, aunque él -asegura- no entiende por qué. No comprende “por qué decimos pobre Alonso”.

Es muy fácil, Fernando. Te lo explico.

Decimos “pobre Alonso”, porque realmente estamos diciendo “pobre de mí”. Porque te elegimos como héroe, y como héroe seguimos creyendo en ti, y nos negamos a creer, a aceptar, que la única razón por la que no has sido campeón todos todos todos los años desde que corres es la insuficiencia de la máquina o la azarosa confabulación de las circunstancias.

Jamás te echamos la culpa a ti. Tú tampoco. Hablas en primera persona del plural casi siempre. Y por eso, porque jamás te echamos ni te podremos echar la culpa a ti, decimos: Pobre Alonso. Qué es decir: Pobres de Nosotros, y ¡ay! ya vería el mundo si no nos traicionara la maldita suerte. Fernando Alonso sería el campeón del mundo año tras año y yo no sería un felino que tiene que esconder sus rayas y sus colmillos para que le dejen sobrevivir.

Tigre tigre.

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