La crisis desatada en Brasil tras las denuncias de los principales responsables del frigorífico JBS amenazan con dejar pequeño el caso Lava Jato, ya que por primera vez aparece una grabación en la que el Presidente de la República avalaría el pago de sobornos para el funcionamiento del sistema político y, específicamente, la compra del silencio de uno de los principales acusados del engranaje corrupto brasileño.

Pero lo que expone esta situación, más allá de la cuestión de la posible comisión de delitos de la cual se deberá encargar la justicia brasileña, es el estado de putrefacción en la que se sume la representación política del vecino país, ya que se demuestra que hay delincuentes a uno y otro lado del espectro político y en la mayoría de los partidos políticos. Lo curioso es que mientras pareciera que todo el sistema representativo, tanto Ejecutivo como Deliberativo está inmerso en estos negociados al margen de la ley, el Poder Judicial permanece indemne frente a las denuncias. ¿Resulta que nunca fueron cómplices y recién ahora cuentan con las herramientas para desentrañar tantos años de negociados o el capítulo que terminamos de oír es tan sólo uno más de la secuencia y aún falta seguir descubriendo noticias y el capítulo que sigue es la complicidad judicial?

Más allá de cuál sea la situación, lo que sí queda expuesto es el grado desconfianza de la ciudadanía en sus representantes, puesto que ante la denuncia del ejecutivo de JBS, y antes de conocerse las pruebas que lo avalaran, la mayoría de los brasileños exigían la renuncia de Michel Temer. Incluso cuando se conocieron las grabaciones en cuestión, y pese a que especialistas afirman que el audio fue manipulado y editado, el ‘Fora Temer’ no cesó y sigue acorralando al primer mandatario.

El interrogante entonces es cómo sigue Brasil. Qué es lo que viene. Hasta aquí parecía que la corrupción había cooptado al Partido de los Trabajadores y que sus socios no participaban de las triquiñuelas, pero fue cuestión de tiempo el conocer que todos formaron parte de lo mismo. Resultó ser que no estaban limpitos en medio del barro, sino que se enlodaron tanto o más que a quienes acusaron. Se demuestra que la lucha nunca fue entre honestos y delincuentes sino entre cómplices que peleaban por quién se hacía cargo de la banda. Esta suposición, que deberá ser probada o no por la Justicia brasileña, está más que instalada entre los ciudadanos, que no encuentran salida a la situación y sospechan que todos son parte de lo mismo.

Y en este maremágnum, al menos por ahora, quienes quedan al margen de la acusación popular son los miembros de la judicatura, quizás desde allí pueda resurgir el gigante sudamericano en su recuperación institucional tan necesaria como imprescindible tanto para los propios brasileños como para sus vecinos, porque más allá de cualquier rivalidad futbolística, nuestro futuro está íntimamente ligado al de Brasil. Es impensado un futuro venturoso para la Argentina si Brasil está en crisis.

El país vecino significa el 19% de las exportaciones argentinas. Para decirlo más claro, le vendemos a Brasil más que a China, Estados Unidos, España, Italia y Rusia… juntos. Por lo tanto, Brasil significa mucho, mucho más que playa y vacaciones… y es inevitable que la crisis en la que está sumido repercuta, de una u otra manera en nuestro país. Ya sea por ramificaciones como en el caso Odebrecht (JBS opera en Argentina con 5 plantas y es dueña, entre otras, de Swift y Cabañas Las Lilas), o por contagio de la crisis política de desconfianza, porque recuperando nuestra idea inicial, la principal crisis que afronta Brasil es una crisis de confianza.

Los brasileños desconfían de su sistema político, los brasileños desconfían de sus políticos, los brasileños desconfían de todo y de todos… y razones les sobran.

 

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