Esta semana murió Carrie Fisher, la princesa Leia de la saga la Guerra de las Galaxias. Princesa que nada tiene que ver con las princesas de Disney, donde la inteligencia, astucia, valor y capacidad de liderar, se encuentran enfrentadas con la debilidad, dependencia de Bella, Cenicienta o Rapunsel, entre otras.

Todas estas princesas acompañan nuestras vidas a través de películas, dibujos animados, cuentos a los que un 99% de las niñas miran con deseo y admiración, esperando algún día ser ella la princesa rescatada por su príncipe (no atreviéndome a afirmar que un 100%, por eso de que la excepción confirma la regla).

Así que no es de extrañar que cuando mi hija me ve cambiar la bombilla del coche, coger un destornillador o el taladro, me pregunte si lo voy a hacer yo sola, sorprendida de que su madre, mujer, haga esas cosas de sexo típicamente masculino. Pero no pasa lo mismo cuando me ve pasar el aspirador, poner la lavadora o hacer la comida.

Con estos estereotipos que desde pequeños marcan nuestra infancia, tampoco es de extrañar que cuando llegamos a edades adultas, acabamos nuestros estudios, adquirimos experiencia profesional, nos encontremos con que cumpliendo todos los requisitos sea excepcional aquellas mujeres que alcanzan puestos de alta dirección en las empresas.

Debe ser que nos ven más como a la Cenicienta, débil y cuyo fin fue casarse con el príncipe azul, que como a Leia, valiente, capaz, resolutiva.

También nos encontramos que entre hombres y mujeres existe una brecha salarial. Igual trabajo, igual responsabilidad, igual productividad, igual formación, en muchas ocasiones supone distinto sueldo si eres hombre o mujer. No sé si será por eso de que las princesas Disney tienen su «príncipe azul», y tal vez, no me he enterado, que eso desgrava.

Imagino, que muchos de los lectores de este articulo, llegado este punto estarán pesando, «ya está aquí otra feminista». Pues siento decepcionarles, en mi defensa decir que odio el @ cuando se utiliza para referirse a los vecin@s (vecinos/vecinas), ciudadan@ (ciudadanos/ciudadanas), compañer@s (compañeros/compañeras).

Que considero que sí, las mujeres somos diferentes a los hombres por cuestiones fisiológicas que nada tienen que ver con la inteligencia pero sí con las hormonas, la constitución física. Lo cual en mi caso, no me hace ser menos persona, sino que me hace ser mujer.

Afirmo que me gusta que un hombre me abra la puerta y me deje pasar antes, que me ayuden a ponerme el abrigo, y que por ello nunca me he sentido menos persona, ni inferior a ese hombre, ni débil, simplemente me he sentido mujer respetada y agasajada.

Muchas veces es difícil luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, cuando muchas de nosotras, partidos políticos supuestamente «progresistas» se empeñan en marcar diferencias donde no hay, como por ejemplo en las palabras. Y niegan donde sí existen como menoscabo de nuestra naturaleza humana.

En la España que yo quiero los partidos políticos, la sociedad en sí misma, lucha por la igualdad entre hombres y mujeres en aquellas cosas en las que lo somos. Acepta sin calificativos lo que nos hace diferentes y nos educa en valores donde todos nos sintamos ciudadanos de primera.

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Ana Rosa Quintana nació el 4 de Agosto de 1978 en Santander, viviendo desde hace años en Marchamalo, Guadalajara. Licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Ingeniera Técnica Agrícola con Máster en Ciencias Farmacéuticas. Siempre preocupada y desarrollando labores de Investigación y Desarrollo, donde cree que está el futuro de España. Se afilió a UPYD el 10 de Julio de 2013, considerándose un ejemplo de aquellos ciudadanos que siempre han sido de UPYD. Inició su militancia en Marchamalo, siendo luego vocal del Consejo Local de UPYD en Guadalajara. Participa desde su inicio en el Grupo de Expansión Provincial de Guadalajara dedicada a la Formación y miembro del equipo de Concejales de UPYD de Castilla la Mancha. Actualmente miembro del Consejo de Dirección de UPYD y Responsable de Organización Nacional. Participa como colaboradora en el programa "Sin Complejos" en Es Radio. Madre a tiempo completo de su hija Gadea. Por respeto a ella y a sus mayores, decidió convertirse de ciudadana comprometida a ciudadana Política estando convencida que UPYD es el instrumento adecuado para devolver el control de la política y la gestión de la cosa pública a los ciudadanos. Todos los días se enfrenta no solo con ilusión, entusiasmo y pasión a su compromiso con los ciudadanos, sino también con la necesaria profesionalidad y mesura. Entiende que es indispensable regenerar la democracia en todos los niveles, sea ello desde las instituciones o desde fuera de ella, acabar con la corrupción ética imperante hoy y desde hace demasiados años en su gestión, devolver a la política la honestidad y transparencia que se merece y que merecen todos los españoles. Es consciente que solo así y en contacto diario con los ciudadanos de a pié, se podrá trabajar eficaz y eficientemente a favor del bien común, recuperando la solidaridad perdida y devolviendo la prioridad a la educación y la sanidad en todos los rincones de España. Cree que solo así se podrá luchar contra la desigualdad, acabar con insultantes privilegios y el despilfarro y poder emprender la senda de la recuperación de puestos de trabajo y el crecimiento económico.

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