“Entendemos la libertad de expresión como la posibilidad de decir, y eso es totalmente falso. La libertad de expresión es que lo que tú digas no sea punible, ahí es donde se define la calidad de la libertad de expresión […]”, eso decía en cierta ocasión José Miguel Monzón; es muy difícil de practicar, es lo que tiene ser una persona adulta. La libertad de movimiento es relativamente fácil de comprender, y todos tenemos claro que no se puede reivindicar en su nombre el derecho a golpear caras de feos, aunque creamos que lo sean; nadie admitiría una Ley determinando cuándo podemos movernos o no. Es decir, la definición de Monzón es exacta y eso no da en absoluto amparo a los sabios idiotas que se creen intelectuales para reclamar poder insultar. El asesino no lo es en reivindicación de su libertad para matar.

La Era de la Superficie, reptamos por lo externo yendo jamás a los fundamentos. Odio emplear el concepto de “nominalismo” en un sentido peiorativo (porque soy consciente de que el Renacimiento racionalista comenzó con William Ockham, aunque en los currículos estudiemos al mal imitador de Aristóteles de Roccassecca llamado Tomás); pero un síntoma de toda la basura que nos rodea podría ser calificado como terminismo, debatimos sobre voces que casi nunca comprendemos. ¿Libertad?

Debemos este concepto al más represor cristianismo, aunque parezca un contrasentido. Se inventa en el siglo V para justificar la imposición de los valores morales, dado que el hombre podría elegir entre el bien o el mal con su arbitrio soberano. Desde dentro, los teólogos menos politizados enseguida se dieron cuenta de una incongruencia insuperable, no se puede dar a la vez que Dios sea omnisciente y que el ser humano sea libre, una cosa excluye a la otra. Pero la utilidad era determinante para el Poder de la Iglesia, quitar (sin decirlo) la autoridad sobre lo humano a Dios para otorgársela a los padres de la moral y los confesores, distribuidores oficiales de la franquicia “Paraíso versus Infierno”.

En esta amnesia histórica que nos ha entrado campan los fascistas, o sea, aquéllos que invierten los significados de los conceptos para justificar su posición de fuerza: así alguno de éstos quiere “libertad” para insultar a la infancia no creyente, una “libertad” para elegir un colegio con sus fes privadas (eso sí: subvencionado), uno quiere un “Estado no paternalista” que permita la competencia pero que invierta en infraestructuras para desarrollar su comercio, que no dé ayudas salvo a las empresas como base de la economía (prescindiendo de la “capacidad de trabajo” como causa de la riqueza), un Estado despegado del mundo de la empresa pero que derive lo público en buenas condiciones a las empresas (bucle autofagocitante privatizaciones incluidas)…

Miro las barriadas, miro la arquitectura de las ciudades y cómo aprendemos a desear el horror de vivir en un piso encajonado como una gallina ponedora, rellenándolo de muebles preciosos y materiales varios para el entretenimiento y la supervivencia, y me pregunto: ¿es ésta una elección libre? Pienso en quienes consiguen decidir dónde vivir (no por el lugar, sino por la posibilidad de elección) y soy consciente de que no existen límites reales que separen las clases sociales… pero también de que éstos que pueden elegir componen la cúspide de un triángulo isósceles cuya punta, a pesar de ser más o menos achatado o estilizado con los avatares del tiempo, representa una élite minoritaria; las ciudades son el fruto de la presión económica de los dominantes, ¿Libertad? La demografía, la natalidad, la mortalidad, hasta la felicidad dependen de la gestión del capital, ¿Libertad? Los viajes se aceleran, el campo se despuebla, ¿Libertad?

Se nos ha olvidado que no somos de una clase social por un prejuicio genético (algunos recuperan esta idea esclavista, racista, otra vez); éste fue el único triunfo del marxismo, el reconocimiento de que la riqueza es acumulación del resultado de la capacidad de producir de los seres humanos por parte de quienes pueden imponer su poder para contratar (de ahí la legalidad del Derecho de Huelga, equilibrante). Frente a esta sumisión servil, se consiguió atemperar con Democracia a la nobleza de sangre, la Igualdad y la Libertad (sensaciones psíquicas, contrasentidos físicos): son la regulación del Mercado, no al revés. Fraternidad.

¿Libertad? ¿Hoy? Crecen las ciudades, se desertiza el ámbito rural; los Media crean opinión canalizable, se suprime la individualidad… no soy tan estúpido como para postular una conspiración de tres colegas para que esto se produzca, pero sí lo soy como para arriesgar ideas y afirmar que los movimientos de las poblaciones son condicionados por éstos que claman la libertad para sí y, como infantes contumaces, se la niegan a los demás. Ha muerto el Derecho, ha muerto la Ley, ha muerto la dignidad, ha muerto la consciencia, ha muerto el orgullo de la honestidad, ha muerto la sabiduría, ha muerto el libro… y ha muerto la Libertad. ¡Vivan las “caenas”!

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