Oro parece, plata no es

De rodillas contra la pared y una enciclopedia en cada brazo, soporta el hediondo olor a humedad de las piedras rezumantes, por el contraste del frio de la despensa en la que se encuentra y el calor de las personas que preparan viandas y pelan patatas a la vez que hacen de carabina para que no se mueva ni se le caigan los libros, Isaac encauza todo su rencor sopesando las diferentes variantes sobre la manera de vengarse.

El Padre Julián, ese que siempre sonríe, que da palmadas en la espalda, del que todos los otros curas del seminario dicen que es nuestro señor reencarnado, es un asqueroso cabrón -piensa Isaac- Porque cuando nadie le ve, cuando está a solas con él, cuando no accede a sus deseos, acaba cogiéndole por las patillas, levantándole en alto, diciéndole que dios va a castigarle y llevándole a la despensa dónde le deja un par de horas, de rodillas, con la cara tan cerca de las piedras mohosas que el vómito está siempre a punto de salir y con dos tomos del Espasa en cada una de las palmas de las manos. Cuando el castigo del hombre acaba, el de dios empieza con dolores musculares y calambres, que le dejan para el arrastre.

Prefiere mil veces al Padre Ricardo. Un cura permanentemente malhumorado, que suelta capones a diestro y siniestro, que te deja sin recreo o sin cenar por rascarte la cabeza en clase o en misa, que te saca de la cama cuando se apagan las luces y te mete en una ducha con el agua a la temperatura de Burgos en un día de invierno, si cree que te estás tocando o que te condena a rezar tres rosarios por tres pecados veniales en el confesionario. Al menos sabes siempre a qué atenerte y aprendes a esquivar el castigo. Al menos, nunca te coge de las patillas ni tampoco te lleva a su cuarto a enseñarte la lección, ni te dice que te sientes en su regazo, ni te dice que le toques ahí, mientras te acaricia la cara y pone los ojos en blanco.

Los brazos de Isaac empiezan a temblar por el peso del Espasa. Al padre cocinero y a sus ayudantes, les da tanta pena, que le dicen que puede quitarse los libros si promete que, si viene el padre Julián, no le dirá que ellos le han dado permiso.

En el momento en el que Isaac deja los libros en el suelo, se abre la puerta y aparece el cura pedófilo. Cuando ve que los libros descansan en el suelo y que el alumno intenta volver a colocárselos, se acerca con una amplia sonrisa y acariciándole el pelo, le dice:

-¿te pesaban los libros, hijo mío? Pobre angelito, continúa, mirando con su cínica sonrisa hacia los de la cocina. Anda, levántate.

Isaac se levanta, el padre Julián le da un leve azote en el culo y le dice que le espere en su cuarto.

El niño, sabe perfectamente lo que le sucederá en el cuarto de su profesor porque ya lo ha vivido. No puede volver a pasar por eso y de camino, entre el quinto y sexto piso, ve la ventana de la escalera abierta.

 

 


La reina del K.O.S

Recuerdo que hace años, cuando Reagan ganó la presidencia de los Estados Unidos a Jimmy Carter, hubo mucha sorna, mucho cachondeo y bastantes risas. Incluso en el propio imperio. Hoy, a casi nadie le hace ni puñetera gracia. De aquellos fangos, surgen estos lodos. Entre un tipo pacífico y social (entendido desde el punto de vista del imperio y no desde la socialdemocracia sueca de los años 80), y un matón liberal, además de mal actor, a los americanos les dio por elegir a este último que representaba todo lo que tradicionalmente ha sido la nación americana: guerra, imperialismo e injerencia en el exterior y que cada cual se busque la vida como pueda en el interior (allí lo llaman el sueño americano).

Hasta la década de los 70 del siglo pasado, fruto de una coyuntura surgida del sufrimiento de la segunda guerra mundial, los gobiernos occidentales, incluso en los Estados Unidos, tendían a buscar objetivos sociales como el pleno empleo y la reducción de la pobreza y la creación de servicios públicos. Bastante habían pasado ya durante los años 30, la guerra mundial y la posguerra. Pero el capitalismo era un sistema imperfecto y especulativo y “cascaba” como un mal videojuego. Así, al crack del 29 que llevó a la ruina a medio occidente y a la segunda guerra mundial, le siguió el siguiente crack, el de los años setenta provocado por el aumento repentino de los precios del petróleo, por la especulación contra el Dólar, la saturación de los mercados, el crecimiento de los costes debido al constante aumento salarial, la bajada de la producción y la aparición de los mercados en el Pacífico. Durante una década, el sistema sólo creó paro, pobreza y pasotismo político. Pero los ricos nunca lloran y siempre salen ganando. Y pronto aprendieron el poder de la prensa y de las grandes corporaciones. Así llegaron Reagan y Tatcher a sus respectivos mandatos. Así finiquitamos el capitalismo y nos metimos poco a poco en este hijoputismo despiadado en el que nadie quiere pagar impuestos, en el que todo el mundo quiere vivir de las rentas, en el que a los servicios públicos se les ha dado una pátina de negatividad que sólo se quita cuando son gestionados por esos bárbaros que ponen poco o nada, reciben todo de los gobiernos y se llevan los beneficios a manos llenas, mientras los que pagan impuestos (porque no pueden escaparse) reciben poco, malo y a destiempo. Un hijoputismo despiadado en el que los poderosos esconden sus fortunas en paraísos fiscales, sociedades offshore o Sicavs, en el que se especula desde con las ayudas contra el hambre (que se lo pregunten a los Clinton) al petróleo sin extraer, y dónde los ciudadanos ya no eligen su futuro con el voto porque fascistas y socialdemócratas han asumido el liberalismo como si fuera un gen y unos y otros aplican el mismo tipo de política con diferentes matices superficiales (PSOE 5 reformas laborales, todas restrictivas en derechos, 1983, 1984, 1992, 1994 y 2006, y dos reformas de las pensiones; PP cuatro reformas laborales, la última de 2012 liquidadora del sistema laboral conseguido en el último siglo, y otras tantas de pensiones).

El sistema tiende al colapso porque no es posible seguir indefinidamente oprimiendo a la gente, creando pobreza y sumisión y porque cuando el sistema nos deje sin esa droga llamada consumismo que nos hace creernos que vivimos en una burbuja de metacrilato impenetrable, acabaremos despertando y reaccionando contra los caporales (los que mandan en la sombra, siempre están a salvo).

Claro que, a lo peor, este sistema colapsa antes por la avaricia de unos pocos iluminados que se creen en el papel de mesías salvadores y que no dudan en utilizar las armas y los medios que tienen a su alcance para conseguir que todo el mundo piense como ellos quieren y que todo el mundo se comporte conforme a sus intereses.

Recientemente he leído varios artículos de Diana Johnstone, a la que califican como la periodista de la “izquierda” más reputada en materia política tanto en la UE como en USA. Todos estos artículos tratan sobre un peligro mundial llamado Hillary Clinton, a la que esta periodista denomina la “Reina del Caos”. Esta señora, la senadora y posible próxima presidenta del imperio, propone apoyar más a Israel contra los palestinos (¿mas?). Está comprometida con la alianza, de facto, entre Arabia Saudí e Israel que pretende derrocar a Assad, fragmentar Siria y destruir la alianza Chií entre Irán, Assad y Hezbolá (alianza que, a pesar de las mentiras de los medios occidentales, lucha contra Daesh) y conseguir que los Rusos entren en el juego bélico (acosados también en la otra pata de este tinglado, la disputa de Ucrania) para eliminar a Putin que es un obstáculo para el cambio de régimen que pretenden.

Vistos los antecedentes de esta señora en Libia, cuyo papel fomentando la guerra de agresión, acabó matando a decenas sino a cientos de miles de personas (New York Times, 27-28 de febrero de 2016), no me extrañaría nada, que de ganar la Presidencia, dentro de nada estuviéramos en plena III guerra mundial.

No olvidemos lo que el Blanco-Negro, premio Nobel de la Paz y guerrero en la sombra, está haciendo en Brasil o Venezuela. No olvidemos que en Siria y Palestina bombardean hospitales y escuelas sin ningún rubor. Como en la historia que ilustra este artículo, estamos en manos de dos psicópatas, uno burdo, mal educado, machista, pendenciero, defraudador de impuestos, misógino y fascista, con una idea de una América patriótica basada en las buenas relaciones internacionales para poder vender lo más posible y así volver a activar la economía interior de USA, y otra que pasa por feminista, demócrata y social cuyo mandato al frente del Departamento de Estado dejó, guerra, muerte y desolación. Recordemos que apoyó la guerra en Irak, se unió a los MacCainianos en su política intervencionista o a los ultras nacionalistas que convirtieron en delito, por ejemplo, quemar una bandera americana o que apoyó el golpe militar en Honduras. Detrás de ella están la lucha de la élite minoritaria que reclama el éxito individual frente a las políticas del “New Deal” que pretendían elevar los estándares de vida de la mayoría. Detrás de ella están los fanáticos sionistas que han convertido Palestina en el mayor campo de concentración de la tierra. Ser mujer le da votos pero no lucha por el feminismo y la igualdad, sino por el éxito individual.

Sé que éste, es un tema que levanta muchas ampollas. Este artículo no nace de la necesidad de comparar a Trump con Clinton, nace desde la preocupación de que, sea quién sea el próximo presidente del imperio, todos estamos en peligro y no sólo los ciudadanos de los Estados Unidos.

El que sea creyente que rece y el que no, como yo, a esperar a que los negros augurios nunca acaben en tormenta.

 


Fuentes:

http://katehon.com/es/article/la-ambicion-estrategica-de-hillary-clinton-en-pocas-palabras-cambio-de-regimen-en-rusia

http://katehon.com/es/article/por-que-hillary-clinton-es-mucho-peor-que-trump

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

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