viernes, 26abril, 2024
13.6 C
Seville

La propuesta Carlista ante la situación de Catalunya

- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

1 – Situación previa

La Transición efectuada al final del franquismo, fruto de pactos entre las fuerzas dominantes del aparato estatal, dio como resultado la Constitución de 1978 y el establecimiento del régimen que lo acompañó.

En él quedaron afianzados los pilares sustanciales de la situación anterior: continuidad unitaria del Estado, monarquía elegida por el dictador como dirección de este, capitalismo como formulación socioeconómica y exculpación de todos los crímenes cometidos por la dictadura.

El principal tema pendiente de las Españas, el ensamblaje de las diversas naciones que la componen, fue reducido a una descentralización autonómica, negadora del derecho a la Autodeterminación y de la posibilidad de un pacto libre entre los pueblos peninsulares.

Para diluir todavía más la reivindicación nacional, el autogobierno demandado en Cataluña y Euskadi fue ampliado a territorios que nunca lo habían pedido para evitar cualquier rastro de singularización.

A pesar de todo, y con intentos de recentralización periódicos, se mantuvo un equilibrio frágil que permitió mejoras en cultura, lengua, administración de recursos y vertebración de Cataluña.

A partir del 2000 y con la mayoría absoluta del gobierno de Aznar se rompe el equilibrio y se inicia una agresiva política de regresión uniformizante.

La respuesta catalana a la situación fue la redacción de un nuevo marco de relación clarificador por iniciativa de Pasqual Maragall y de todo el catalanismo transversal que llevó a la reforma del Estatuto de Cataluña.

Aquel intento de apuesta federal acabó en la anulación de este texto refrendado por el Tribunal Constitucional, el 2010. En el seno de la sociedad catalana se constató de manera muy patente que el problema no era un partido determinado sino todo el aparato del Estado movilizado contra las aspiraciones catalanas.

La perspectiva de ruptura independentista tomó cuerpo rápidamente desde el 2010. Las movilizaciones multitudinarias y cívicas y la articulación de una sociedad civil de cariz independentista expresaron una voluntad de rotura con el Estado de buena parte de la sociedad catalana. Políticamente la enunciación del derecho a decidir se tradujo en la convocatoria de la consulta popular del 2014 y las elecciones plebiscitarias del 2015.

La respuesta estatal ante la situación ha sido el inmovilismo político, la agresividad mediática y la judilización represiva a las demandas catalanas.

La mayoría independentista en el Gobierno de la Generalitat llevó a la eficaz organización del referéndum del 1-0 y a la posterior declaración de independencia.

2- Referéndum 01.10.17. Una larga y dura jornada.

El éxito del referéndum en Cataluña del 01.10.17 fue inverosímil. Pocos días antes nadie lo habría considerado posible pues la actitud del Gobierno español no auguraba ninguna salida. La alta participación, el requerimiento de la ciudadanía para llevar a cabo un procedimiento democrático fundamental cómo es un referéndum se pueden considerar notables e innovadores en el panorama político español. Este hecho representó, a pesar de los deseos más atemperados del Gobierno catalán, la clave de bóveda que al Proceso le hacía falta. La sucesión imparable de acontecimientos y la excelente organización de la gente, muy difícil de entender por el “Gobierno”, llevaron a este, de no estar habilitado para el diálogo y no tener soluciones políticas, a las reacciones posteriores encaminadas a anular la clase dirigente con inculpaciones espurias y al Pueblo Catalán con la aplicación del artículo 155. La incompetencia del “Gobierno” quedó patente en el desconocimiento de la realidad social y política del país, la cohesión de la ciudadanía y el “hacer catalán”, todos ellos, hechos capitales como veremos.

El “Proceso para la independencia” no se había articulado totalmente por adelantado. La presión de la gente en la calle con grandes manifestaciones desde el 2010 chocaba con las decisiones más cautas de los Partidos, pero pesó más el rechazo de importantes sectores de la sociedad hacia lo que representa el Estado español que otras consideraciones. Todo ello dio tal dinamismo a los hechos que los cerebros pensantes catalanes dejaron que el Proceso cogiera vuelo ante la fuerza popular. Todo fue a una velocidad máxima, como un alud y los dos gobiernos, el catalán y el español, perdieron el control, si es que este último alguna vez lo había tenido. Aquellos días, los líderes políticos y los directores de otras entidades que habían preparado un “Proceso” por fases, escenario por escenario, pues al país y a sus estructuras se las definía acertadamente como «no preparados para la independencia», quedaron descolocados. Por otro lado el tiempo a largo plazo, la falta de referentes y la incógnita de las reacciones internacionales trabajaban a la contra, por tanto, no quedó ninguna otra opción plausible que poner en marcha la consulta.

Fuera de Cataluña nadie se imaginó la posibilidad de unos episodios tan espectaculares como la compra hecha en China por un particular y la llegada de las urnas y papeletas desde el sur de Francia discretamente distribuidas por centenares de personas, la excelente organización global, los listados universales de votantes, el compromiso de los responsables de cada colegio para conseguir una jornada óptima, el talante tranquilo y sereno de todo el mundo, el blindaje espontáneo de las urnas por parte de la ciudadanía en momentos de tensión, la gente protegiendo los colegios electorales desde la noche anterior, la valentía de muchos de ellos cerrando el paso a las fuerzas del “orden», la presencia de comisarios internacionales, la difusión a escala mundial de los hechos, y, durante los días siguientes, las manifestaciones en todo el país, el apoyo de un 80% de los alcaldes catalanes y la perplejidad de millones de personas de bien de todo el mundo ante las duras imágenes de la policía estatal. El “Gobierno” nunca dio ninguna posibilidad a estas acciones, y cuando al fin se enfrentaron, entre los errores acumulados y la confusión generada, no les quedó ninguna otra solución que una dura represión rodeada de erráticas y falsas justificaciones. Hay que mencionar que las fuerzas de seguridad recibieron hacia las 13.00 h la orden de cancelar el dispositivo ante la difusión nacional y sobre todo internacional de las cargas policiales. Es muy sintomático que entonces, sectores de la ciudadanía catalana decidieran ir a votar, por el sí o por el no, ante aquellas brutales imágenes. Lo que vino después ya es suficientemente conocido. El “Gobern” al suspender la independencia y no aceptar unas elecciones autonómicas se quedó atrapado en un callejón sin salida, y todo se quedó paralizado.

¿Quién se responsabilizará de la incapacidad política que representa eludir el diálogo, la reacción desmesurada de las fuerzas de seguridad que pesará como una losa en el subconsciente de los catalanes y de los demócratas, la vergüenza de la difusión a escala mundial de la represión a los ciudadanos? ¿Cómo quedarán las relaciones entre Cataluña y España con esta trinchera tan ancha y honda que se ha construido? Todo indica que tardará mucho tiempo en curarse, si es que alguna vez se consigue. El exilio o el encarcelamiento de muchos políticos catalanes darán todavía más fuerza a los opositores demócratas a pesar de la derogación del artículo 155 en estos momentos.

El referéndum del 1 de octubre de 2017 fue por encima de otras consideraciones un acto de afirmación catalana para salir de una situación arbitraria a los ojos de la mayoría y que ya viene de mucho antes del 2010.

3 – Soluciones desde el carlismo.

Después de la represión organizada por el aparato político, judicial y policial del Estado, con el actual monarca al frente, el gobierno español trató de ahogar las aspiraciones soberanistas interviniendo las instituciones catalanas y convocando unas elecciones el 21 de diciembre en un contexto de amedrentamiento, exiliados, presos políticos y amenazas. Este marco de excepción con una orquestada campaña de movilización de todos los sectores adversos al soberanismo tenía que minorizarlo en las urnas. La jugada fue adversa al poder. Nuevamente el independentismo logró la mayoría y mantuvo sus más de dos millones de votantes en una participación sin precedentes.

Podemos decir a partir de estos datos que la llamada “mayoría silenciosa” supuestamente favorable al status quo se ha manifestado y lo ha hecho de manera favorable al logro de la soberanía nacional con varios matices y expresiones y de rechazo al embate represivo.

Con todo, aun así, y haciendo un análisis más distanciado del día a día político, ¿podemos afirmar sin dudas que el independentismo es una opción clara en Cataluña?

En primer lugar el crecimiento electoral y organizativo de los favorables a la independencia ha sido muy importante pero parece haber tocado techo en una mitad escasa de la población. Constatamos aquí que este número corresponde a la acumulación de independentistas convencidos con otros catalanes que tratan de forzar una reconfiguración de la relación entre Cataluña y España.

A su vez, en el seno de las formaciones políticas no independentistas la valoración de la realidad catalana es variada. Al lado del uniformismo agresivo del PP o Cs, dentro del partido Cataluña en Común, predominan visiones confederativas y de asunción de la autodeterminación. Incluso dentro del PSC existen sectores disconformes con el trato injusto que recibe nuestro país.

Deben tenerse en cuenta además los posicionamientos de sindicatos, asociaciones empresariales y agrícolas, universidades y el resto del intríngulis cívico, mayoritariamente favorables a una nueva articulación política de nuestro país.

El diálogo hay que comenzarlo pues primero en Cataluña, donde una mayoría amplia y transversal pueda acordar una agenda de negociación provisional sobre unos puntos mínimos. Estos tendrían que basarse en el blindaje del autogobierno ya existente (lengua, enseñanza, modelo policial) y un pacto fiscal que aclare la contribución a las arcas del Estado.

A partir de aquí las fuerzas progresivas y democráticas catalanas deben buscar alianzas y una colaboración estrechada con otras de la periferia hispana (Euskadi, Galicia, País Valenciano, las Islas) de cara a una plasmación real de la plurinacionalidad.

Y en la perspectiva social, Cataluña necesita un acuerdo con los actores que en todo el Estado luchan para cambiar el régimen actual. La problemática española es la de unas oligarquías políticas, económicas y mediáticas que desean mantener y aumentar la desposesión de los sectores populares.

La crisis del Estado actual es también la del imperio de la corrupción, el sometimiento a los dictados de austeridad de Bruselas, el creciente autoritarismo del poder y el empobrecimiento de pensionistas, precarios o parados, etc. Estas dimensiones nacional y social de la convulsión española pueden resolverse en un cambio de régimen en clave progresiva o -bien al contrario- hacia la afirmación de las pulsiones más reaccionarias, preparadas para ofrecer su propio recambio (opción Cs).

Debe tenerse en cuenta que la situación catalana es la ocasión de llevar a cabo los propósitos transformativos de manera coordinada que necesitan los pueblos hispánicos. Sin alianzas en las Españas, Cataluña tampoco saldrá vencedora en sus reivindicaciones propias. El discurso de la confrontación “Cataluña- España” sólo favorece a los sectores que ostentan el poder y pretenden preservarlo a través del nacionalismo de Estado más excluyente y regresivo. Ante esto sólo puede existir la coordinación y la solidaridad entre los pueblos.

En el ámbito nacional, nosotros Carlistas, como depositarios de cerca de dos siglos de defensa de los Fueros y las Libertades proponemos la articulación desde dentro de nuestro país de un proceso constituyente que debata desde la base territorial y social más amplia el modelo económico y de relaciones territoriales que queremos para nuestro futuro. Es este el verdadero y amplio sentido del derecho a decidir de Cataluña.

Esto incluye el papel que el mundo municipal debe tener en la toma de decisiones y recursos, la apuesta clara por una economía productiva frente al modelo especulativo actual y la aceptación o no del marco de la Unión Europea tal como está edificado.

Obviamente, en este proceso deben incluirse tanto independentistas como aquellos que no lo son y responderá finalmente a la pregunta de las relaciones de Cataluña como entidad soberana con el resto de los pueblos de las Españas.

Aquí es donde el Carlismo propone claramente una asociación libre entre iguales que dé lugar a una Confederación Hispánica. Desde su soberanía, queremos que Cataluña proponga un acuerdo basado en los intereses y proyectos comunes que compartimos las naciones peninsulares. Los vínculos humanos, materiales, históricos y la misma geografía no nos permiten concebir como positiva ni deseable una salida secesionista que los obviara.

Por otro lado, el conjunto de las Españas, superada la dialéctica de la confrontación que fomentan los sectores dominantes, puede aproximarse a este acuerdo como una solución positiva para el conjunto. La nueva Confederación tendría que nacer a partir de un acuerdo entre las entidades soberanas de Cataluña, Euskal Herria, y aquellos otros territorios que quisieran autodeterminarse (Galicia, el País Valenciano, etc.) y la Federación española que se constituyera a partir de las otras comunidades, con una invitación expresa a Portugal como espacio ibérico.

De ninguna forma el independentismo puede limitar las posibilidades de futuro de Cataluña a una elección binaria entre secesión y status quo. La pluralidad interna de nuestra sociedad es más importante que ésta pues la aspiración constante de la sociedad catalana ha sido proponer su contribución y acento al decurso de la evolución común española. Incluso en la eclosión independentista actual se entrevé una última esperanza de poder abordar este vínculo desde la plenitud y la garantía que supondría un estado propio, con plena capacidad de autodeterminación y -llegado el caso- de segregación si los acuerdos a que se llegaran no se cumplieran.

La propuesta confederal pues se presenta como conclusión al conflicto nacional y la gran posibilidad de construir un nuevo modelo social más justo en las Españas, en la apertura de un ciclo nuevo de vida colectiva. Esta es la esperanza que muchos catalanes y españoles depositan en la resolución del presente momento político.

Agrupación Territorial de las Comarcas Centrales (ATCC)

Partit Carlí de Catalunya (PCdeC)

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

1 COMENTARIO

  1. Esta carta (en realidad, comunicado largo y mal redactado) no representa de ninguna manera la posición carlista ante la actual crisis.

    Ni existe en realidad un «Partit Carlí de Catalunya», ni los que fingen formarlo tienen nada que ver con la fotografía con que se ilustra la publicación. Esta fotografía, con banderas de España con el Sagrado Corazón, banderas de la Cruz de San Andrés, señeras catalanas y banderas del Reino de Valencia, corresponde a una de las manifestaciones por la unidad de España a las que ha acudido la Comunión Tradicionalista, el único partido carlista verdadero y el único con presencia en Cataluña. Cuya postura ante la situación actual queda perfectamente reflejada en la declaración que su Abanderado, Don Sixto Enrique de Borbón, hizo pública en septiembre de 2017: la unidad de España debe mantenerse a toda costa. https://carlismo.es/s-a-r-don-sixto-enrique-la-unidad-de-espana-debe-mantenerse-a-toda-costa/

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído