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“La literatura busca esa intimidad que la sociedad actual destruye”

La nueva novela de Gustavo Martín Garzo, La ofrenda, reivindica lo oculto como paraíso inalcanzable y efímero

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análisis

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La protagonista de su nueva novela huye de una relación de pareja fracasada, y lo hace poniendo tierra de por medio aceptando un trabajo prácticamente en el fin del mundo. ¿El ser humano es capaz de todo con tal de olvidar?

Necesitamos olvidar, de otra forma ¿cómo podríamos vivir? La pregunta es si podemos hacerlo.

 

El lugar elegido tiene un encanto especial. Quizás, más que especial, enigmático. Probablemente, toda la novela gira en torno a descifrar qué es ese lugar enigmático que todos tenemos oculto dentro de nosotros, ¿no cree?

Esta novela reivindica lo oculto. La mansión de la que se habla, con su jardín selvático, sus canales y sus balsas de agua, es un símbolo de todo lo que de oculto hay en cada un de nosotros. La literatura surge siempre de apartarse, no tanto de dejar de hacer, como de ser discreto, de ocultarse para entrar en una relación profunda con el mundo y con nosotros mismos. Busca esa intimidad que la sociedad actual destruye. Tal vez porque, como dice Pascal Quignard, quien tiene un secreto tiene un alma.

 

Por qué todos los seres humanos guardamos sólo para nosotros esa zona oscura en lo más recóndito de nuestros secretos, un lugar impenetrable para el resto de mortales?

¿Quién entiende el corazón humano? Es como un cuarto cerrado que no sabemos qué guarda, a que nos obligará si entramos en él. Me hacen gracia los que hablan tanto de libertad, de ser dueños de su vida. Nadie es dueño de su vida, de su propio cuerpo. Vivir es ocuparse de esos otros que somos, preguntarse qué quieren, por qué nos visitan en los sueños.

“¿Quién entiende el corazón humano? Es como un cuarto cerrado que no sabemos qué guarda”

 

El perfil personal de la joven Patricia Ayala es el de una hija no deseada fruto de una relación esporádica. Como consecuencia de ello, tenía dos opciones en la vida: o convertirse en demonio o en opositar a santidad. Se decantó por esta última. ¿Eligió bien?

Es una santa porque carece de orgullo. Hay en ella la misma dulce oscuridad, el mismo desamparo, la misma necesidad de amor que en los niños y en los santos. Marguerite Duras dice que los hombres son más infantiles que las mujeres, pero que paradójicamente son las mujeres las que están más cerca de la infancia. Y estar cerca de la infancia es estar cerca de la noche, de las casas abandonadas, de los muertos y de los oscuros animales. Es visitar ese territorio que Freud llamó las afueras. Allí está el inacabable reino de lo Otro: el mundo del sueño, de los deseos más ocultos, de lo extraño y maldito. Pero también el mundo del amor, y ¿por que no?, el de la perversidad (que abre las puertas prohibidas).

 

¿Qué representa la anciana Rose Hansson en su novela?

“Las viejas africanas”, escribió Isak Dinesen en uno de sus cuadernos, “tienen siempre el consuelo de la hechicería; sus relaciones con la brujería son comparables a las que tienen con el arte de la seducción. No comprendo como nosotras que no tendremos nada que ver con la hechicería, podemos soportar envejecer”. Rose Hansson, la anciana de mi novela, habría estado de acuerdo. Como las hechiceras africanas de las que habla Isak Dinesen, es la mediadora, la que tercia en los asuntos de la vida. Nos dice que el mundo está movido por el Eros, y que la verdadera tragedia “es estar varado en un insípido paraíso, en un limbo sin cargas, llevar una existencia con la que no pueda hacerse un cuento”. De ella aprendemos que las verdaderas hechiceras, contra lo que pueda parecer, trabajan por la pureza de nuestro corazón.

“Marguerite Duras dice que los hombres son más infantiles que las mujeres, pero que paradójicamente son las mujeres las que están más cerca de la infancia”

 

El narrador de esta historia, usted mismo, supuestamente toma cierta distancia contándola en segunda persona en su primera parte. Pero ¿no cree que, probablemente, sea más certero afirmar que al utilizar este tiempo se está implicando de algún modo en la trama?

Esa segunda persona se me impuso según escribía el libro. No se explicar por qué. Es cierto que me implica en la trama, pero también puede interpretarse como un diálogo que la protagonista, ya anciana, mantiene con aquella que fue en su juventud. La mayor parte de los seres vivos que han poblado la tierra han desaparecido para siempre. Y una parte de nosotros mismos forma parte de una lista así. Porque ¿dónde está ese niño que fuimos, ese joven, dónde están los seres que ese niño y ese joven amaron? Ocuparse de esas criaturas desaparecidas es una de las misiones de la literatura. Escribir es despertar a esos seres que duermen.

“¿Dónde está ese niño que fuimos, ese joven, dónde están los seres que ese niño y ese joven amaron?”

 

La segunda da entrada directamente al diario de la protagonista. ¿Por qué ha elegido esta compaginación entre un narrador omnisciente y la de un diario personal de la protagonista?

El diario me permite devolver al mundo a una de esas criaturas desaparecidas, como pasa en el cuento de La bella durmiente.

“La fábula nos recuerda que lo real no basta, que necesitamos relacionarnos con lo que no existe para vivir de verdad”

 

Kafka y el mito de La Bella y la Bestia tienen su peso específico en la novela. ¿Dónde le surgió la chispa que prendió finalmente para elaborar La ofrenda?

Hace unos días leí un artículo en el que se que decía que el cuento La Bella y la Bestia era la historia de un maltratador. Los que dicen esto, los que critican los cuentos de hadas por considerarlos trasnochados, o perniciosos para los niños, demuestran una terrible incapacidad para moverse en el mundo de lo simbólico. Hay algo terriblemente vulgar en la mente moderna, la gente, que tolera todo tipo de vergonzosos embustes en la vida real, no soporta la existencia de la fábula. Pero la fábula nos recuerda que lo real no basta, que necesitamos relacionarnos con lo que no existe para vivir de verdad. Puede, por ejemplo, que el amor no exista tal como aparece en los cuentos (aunque esto, claro, sea opinable) pero esto no quiere decir que no lo necesitemos. Respecto a Franz Kafka, ¿qué puedo decir? Es el escritor más hondo y perturbador que ha existido nunca.

 

La ofrenda
Gustavo Martín Garzo
Galaxia Gutenberg
302 páginas
19.90 €

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