Oficialmente instalados en el “no es no”, los socialistas están analizando, con lupa, la crisis que atraviesa Podemos porque dicha crisis puede beneficiarles. Y si eso llega a ocurrir, entonces “mejor será ir a otras elecciones”, señala a Diario 16 un dirigente de Ferraz que prefiere permanecer en el anonimato.

Podemos está en crisis. Sus dirigentes han cometido un grave error en el proceso de elaboración de la candidatura conjunta con En Marea en las elecciones gallegas, que les ha llevado a ser fagocitados por los nacionalistas.

Pero ese no es el único problema que tiene la formación morada. Las confluencias territoriales empiezan a desatender las consignas que llegan de Madrid. Y su concepción de la autonomía está llevando a algunas de ellas incluso a plantearse la escisión. Es el caso de la organización catalana. La dirige un crítico a Pablo Iglesias, elegido en unas controvertidas primarias, Albano Fachín. Su estrategia consiste en estrechar relaciones con el grupo de Ada Colau. Esta se ha dado cuenta de que la CUP puede dejar solos a los diputados autonómicos de Junts Pel Sí en cualquier momento. Y tal circunstancia supondrá la convocatoria de nuevas elecciones en el Principado. Ada Colau quiere obtener una importante representación en el Parlament para lo cual debe integrar la organización catalana de Podemos. Pero no “en confluencia” sino como se ha hecho en Galicia, mediante “la fusión por absorción”

Otra organización en trance de “segregación” es la valenciana. Cada vez más, Compromis hace la guerra por su cuenta. La estrategia que están llevando los dirigentes de Podemos en Euskadi se puede acabar por volver contra ellos. Han elegido a Pilar Zabala con la intención de descabalgar a la izquierda abertzale, en lugar de convertirse en una alternativa progresista al PNV, algo verdaderamente factible si se tiene en cuenta el último resultado electoral. Y, por último en Andalucía, las cosas no van bien entre los dirigentes regionales, y los territoriales. Teresa Rodríguez mantiene una política radicalmente diferente a la de Madrid, y ha llegado, incluso, a amenazar con una ruptura que, al final quedó en eso, en amenaza, gracias a los buenos oficios de Pablo Iglesias.

Este no ha cerrado las viejas heridas surgidas del enfrentamiento con los errejonistas que ocupaban cargos en Madrid. Y su socio, el dirigente de Izquierda Unida, Alberto Garzón, comenta en privado que si hay terceras elecciones se replanteará el mantenimiento de la coalición debido a los pobres resultados que han obtenido y el escaso beneficio que han sacado.

Y todo eso se está analizando con rigor en Ferraz. En el círculo de colaboradores de Pedro Sánchez no olvidan que éste no fue investido porque Podemos se opuso en la anterior legislatura. Hay ánimo de revancha y eso pasa por convertir a Podemos en algo residual, sin influencia parlamentaria. Para ello es necesaria una nueva consulta y una nueva sangría de votos. Además, los colaboradores de Sánchez saben que, en cualquier caso, su responsabilidad está amortizada. Si votan no, ya saben cuáles serán las consecuencias, y si se abstienen la cosa será peor todavía.

Colaboracionistas o irresponsables. Sólo les quedará la justificación de que el PSOE siempre ha mantenido este criterio desde que se recuperó la democracia en este país.

Al mismo tiempo, piensan que el beneficio puede ser mayor si, como pronostican, Podemos entra en barrena. Y tal y como se están poniendo las cosas parece que esto va a suceder. El sorpasso será historia y el PSOE volverá a liderar ampliamente la izquierda.

Entonces convendría ir a nuevas elecciones y recuperar el terreno perdido en los dos últimos comicios. Es la tesis, peligrosa pero, a fin de cuentas, una posibilidad más de las muchas que siempre maneja el imprevisible Pedro Sánchez.

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