Aquel que es chulo lo es porque quiere, pero sobre todo porque puede. Eso es así. Aunque no todos los chulos son iguales, no crean. A veces lo parece porque todos son despreciables, pero algunos lo son más que otros. Desde luego no es lo mismo ser un gallito que se enfrenta a pecho descubierto y asumiendo las consecuencias de sus actos, que alguien que chulea desde la cobardía de la impunidad. Eso lo aprendimos algunos en el colegio. ¿A quién no le vaciló alguna vez en la escuela el típico niñato media hostia que tenía un hermano mayor que le protegía? Daba rabia, ¿verdad? Pero bueno, uno al final acaba olvidándose de esas cosas porque claro, son chiquilladas. Y se crece, y después se envejece, y si todo va correctamente, uno se olvida de las peleas. Aunque hay personas que no crecen -o crecen de otra forma-, y siguen toda la vida buscando gresca, bien por no saber hacer algo más constructivo, o bien porque son conscientes de que tienen barra libre para hacer lo que quieran, y porque aunque hayan dejado el colegio hace ya bastantes años, siguen teniendo muy cerca a ese hermano mayor que les ampara en sus fechorías.
Froilán es uno de esos personajes raros que desde la más tierna infancia saben que siempre tendrán a un hermano mayor para defenderles. Bueno, en realidad el chico es el primogénito de su casa y no tiene hermano, pero sin duda tiene algo mucho mejor que eso. No todos podemos presumir de un tío y un abuelo inviolables, y de vivir en un país en el que el resto de los ciudadanos seguimos siendo súbditos de su familia. Eso tiene que marcarte, no lo niego. Así que lo mismo Froilán es hasta una pobre víctima de su propia vida de privilegiado. Porque sí. Eso es una carga aunque no lo parezca. Pues si encima de saberte intocable, tienes la mala suerte de no haber sido precisamente agraciado en eso del intelecto, además de tripitir el 2º de la ESO, es muy posible que acabes convirtiéndote en un chulo.
Sí. Froilán es un chulo. Y tela. Eso ya lo sabemos desde que se descubrió como se las gastaba en las puertas de una discoteca con otro chaval al que vaciló sabiendo que no podían tocarlo por ser el sobrino del rey… Vamos, el chulo del colegio del que les hablaba. La semana pasada, un medio incluso publicó que sus escoltas estaban hartos de él. Y es que no tiene que ser fácil ir de niñeros de un muchacho que se mete en problemas todo el rato sabiendo que tiene unos guardaespaldas carísimos para defenderle. Según dice la prensa, parece ser que el muchacho se «cree Dios» por haber nacido con esa sangre azul tan contaminada por esa endogamia que tanto daño hace a la genética. Y claro. Esa chulería tiene que fastidiar y mucho a unos escoltas, tan plebeyos como preparadísimos, y que -por cierto-, pagamos usted y yo con nuestros impuestos para que Froilán salga seguro a la calle y haga de las suyas.