Los estadounidenses, tan dados que son al arte de las estadísticas y del boxeo, tienen razones de peso para intercalarlas a su libre albedrío tras el primer debate televisivo entre los candidatos a la Casa Blanca. De lo que no cabe duda alguna, y así lo reflejan ya todos los sondeos en Estados Unidos, es que la candidata demócrata no tuvo que recurrir a los puntos para resultar vencedora del cara a cara. Ganó con una cómoda holgura, casi sin despeinarse. Tampoco el tupé del magnate sufrió en exceso.

El empate técnico que auguran las encuestas ha sido quizá motivo más que suficiente para que ambos candidatos guardaran munición en la guantera, sobre todo el amante de las armas, antes de que el exceso de exabruptos le juegue una mala pasada.

El multimillonario empresario ultraconservador Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton no defraudaron en su primer envite, tampoco sorprendieron. Ni uno ni otro. Ni para bien ni para mal. Pese a todo, el debate fue intenso, vibrante y por momentos muy tenso. Tanto que el moderador, Lester Holt, mandó callar al magnate hasta en 30 ocasiones y a Hillary en 19.

El primer golpe bajo que el líder republicano recibió sin esperarlo fue cuando la bregada política demócrata se refirió a él en todo momento como “Donald”, un apelativo que el multimillonario no tolera ni entre sus más cercanos, a los que siempre insta a llamarlo “señor Trump”.

Por el contrario, y no fue mérito del candidato republicano sino más bien demérito de la que persigue ser relevo natural de Barack Obama en la Casa Blanca, Clinton estuvo en muchas fases del debate demasiado presidencialista, en un tono de estadista que chirría con un formato televisivo presto para ser espectacular, made in USA cien por cien.

Para sorpresa de propios y extraños, el moderador del debate no sacó en ningún momento a relucir un asunto que dará mucho que hablar hasta noviembre en Estados Unidos: la política migratoria. Por tanto, tampoco Donald tuvo que defender ante Hillary su propuesta de construir un gigantesco y extensísimo muro a lo largo de la frontera con México para frenar la inmigración irregular. Eso que se ahorraron los espectadores.

Lo que sí subrayó Trump hasta la extenuación fue su promesa de “ley y orden” por aquí y “ley y orden” por allá. Panacea que todo lo cura para el electorado más conservador entre los conservadores de Estados Unidos.

Para intentar sacarlo de ese terreno que tan trillado tiene el magnate y con el que tan bien le ha ido como para ser finalmente el candidato republicano, Clinton le puso varios cebos con los que el multimillonario se volvió a liar en interminables y contradictorias diatribas en sumo contradictorias y chocantes. Aunque, para qué negarlo, esa es precisamente una marca de la casa Donald Trump desde que hace décadas se aupó por méritos propios al olimpo de las ‘celebrities’ de su país.

Este primer encuentro entre las dos personas que pugnarán durante los próximos 40 días por ser la más poderosa del planeta no fue definitivo, y quedó claro que ambos guardaron munición suficiente para los dos cara a cara que aún quedan. Quizá la palabra determinante del debate la sacó a relucir Clinton cuando le recriminó al republicano: “No tiene el temperamento adecuado para ser comandante en jefe”. Eso, temperamento es lo que sobra aquí. Faltar faltan otras muchísimas cosas en ambos, pero uno de los dos dirigirá dentro de poco el destino del planeta. Ahí es nada.

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