Vivimos tiempos difíciles. El afán de poder está acabando con el futuro de la Humanidad, a la deriva, sin rumbo, sin brújula.

Todos quieren ser el número uno: en política, en riqueza, en dominio y se olvidan de lo fundamental que es amar y ser amado, deseado desde todos los ámbitos, desde todas las implicaciones que comporta esta maravillosa palabra AMOR.

Nadie vela por la Naturaleza que gime y envejece por la voracidad de todos. Nadie se erige en defensor, capaz de liderar su futuro. Sin Naturaleza, la vida se extingue.

Los amantes no se aman, se desean pero, el deseo es fugaz porqué otro/a se interfiere con insinuaciones.

Las familias se rompen por falta de dialogo, siempre sinónimo de compromiso-amor.

Los políticos pretenden todos ser el número uno cuando, en realidad este número es único tras haberlo ganado con constancia, pasión, amor hacia quienes confiaron en el escogido.

Leer los periódicos pone enfermo, peleas de gallos llamaría yo a lo que está sucediendo en los partidos políticos, en los estamentos oficiales, en todo lo que se refiere a nuestra economía.

Todos obvian la “palabra”, este maravilloso don del que disponemos los seres humanos todos, que nos diferencia de los animales que, aunque puedan amar y conocer a su dueño, no pueden decidir ni proponer acciones a llevar a cabo.

Quienes confiamos en la llegada de la Democracia, nos sentimos ultrajados. Los de arriba, no nos tienen en cuenta, simplemente se pelean entre las élites para ver quien consigue dominar el coto, el que le proporcionará riqueza-poder-publicidad.

¿Cómo confiar en quienes ponen en duda el liderazgo de otros?

Nunca votaremos a quienes avasallan, calumnian, ultrajan, cual niños de parvulario, a quienes les han robado su chupa chup.

Hablamos siempre del poco interés que tienen nuestros jóvenes en el futuro político, pero, escuchando a los “gladiadores” que pretenden destronar a sus contrincantes, no les apetece formar parte de este juego denigrante.

Como canta Lluis Llach:

“No era això, companys, no era això, pel que varen morir tantes flors, pel que vàrem plorar tants anhels. Potser cal ser valents altre cop i dir no, amics meus, no és això.

No és això, companys, no és això, ni paraules de pau amb garrots, ni el comerç que es fa amb els nostres drets, drets que són, que no fan ni desfan nous barrots sota forma de lleis.

No és això, companys, no és això; ens diran que ara cal esperar. I esperem, ben segur que esperem. És l’espera dels que no ens aturarem”.

 

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