Una primera advertencia a los lectores y a los correctores del periódico sobre el título de este artículo: no es una errata, como quizá habrá advertido algún lector atento, la gestora no es el sujeto del error, sino el objeto. No se dice que el error sea de la gestora, sino más bien lo contrario, que la gestora es el error, que la gestora es un error, que inexplicablemente ha venido a unirse a lo que debería combatir: el error doctrinario de la derecha.

Durante largo rato, excesivo en su extemporaneidad, la historia de la nación se ha visto detenida abruptamente, como se dice que Josué hizo con el sol, por un mediocre y reaccionario doctrinarismo. Es la consecuencia de aquel lamento del poeta Gil de Biedma cuando afirmaba que una vulgar media España ocupaba España entera. Los doctrinarios conservadores suelen equivocarse con facilidad porque se forman un concepto pobre de la realidad, y, por lo tanto, su doctrina está concebida en conceptos pobres también.

Esa visión de España desde el error permanente, es la consecuencia de un intento continuado de hacer historia sin sentido histórico, según Ortega, para consagrar un espacio de postverdad, donde se pretende que lo real sea irrelevante. Los fines del doctrinarismo derechista, son claros y reconocibles, lo realmente paradójico es la asunción por parte de unos dirigentes del PSOE de esos conceptos, en lugar de combatirlos, lo que resulta verdaderamente sorprendente. La ambición – sub specie aeternitatis– de algunos de estos dirigentes y en otros tan sólo la simpleza intelectual, ha llevado en lo interno a la organización de la desconfianza, es decir, la transformación de un estado de ánimo en un factor de afiliación política.

Estos dirigentes, que han propiciado en su contra una espontánea levée en masse de la militancia en busca de una identidad perdida, liberados de ideología y, por tanto, de la posibilidad de creación de modelos alternativos, buscan la continuidad del PSOE como partido de Estado, compartiendo para ello el doctrinarismo conservador pensando que todavía es posible la restauración de un bipartidismo imposible que les fue alejando de constituirse en partido de la sociedad, encontrándose hoy que ya no puede ser ni una cosa ni otra porque el oportunismo ha dejado de funcionar. Para Ortega el Estado español y la sociedad española no podían valer igualmente lo mismo, porque es posible que entren en conflicto, y cuando entren en conflicto es menester estar preparado para servir a la sociedad frente a ese Estado, que es sólo como el caparazón jurídico, como el formalismo externo de su vida. Y si fuera, como es para el Estado español, como para todo Estado, lo más importante el orden público, es menester declarar con lealtad que no es para la ciudadanía lo más importante el orden público, que antes del orden público hay la vitalidad nacional. En este contexto, el PSOE se encuentra sin ideal que convertir en realidad y, como consecuencia, no hay nada. Como advertía Julián Besteiro: “El ideal tiene que ser realidad. Y por ello nos obliga a poner todos los medios posibles para realizarlo. El ideal hay que sacarlo de la realidad. Y elaborarle para hacerle realizable. Idealismo y realismo, pero sin moldear aquél para adaptarle a las circunstancias.”

Es la lucha por el poder, un poder cada vez más escaso, sin ningún elemento sustantivo, el escenario en el que hoy se debate un Partido Socialista con unos barones atrincherados en una gestora malparada con los estatutos orgánicos y malquista con un nutrido segmento de la militancia y el electorado. Y todo ello, ¿para qué? ¿Acaso se espera que un liderazgo mesianista sobresane la falta de credibilidad y los desencuentros generados por el coup de force del 1 de octubre? ¿Es posible generar un proyecto político alternativo e ilusionante para las mayorías sociales que nazca de un proceso creado desde un seguidismo conceptual del doctrinarismo conservador que ha llevado a propiciar que siga gobernando la derecha y que el PSOE en este momento carezca de modelos alternativos a los problemas del país, desde las tensiones secesionistas hasta los severos desequilibrios sociales?

La cruenta manera en que algunas baronías utilizaron el escalpelo del enfrentamiento contra la anterior ejecutiva y la secretaría general y el malestar generado en la militancia ha supuesto que cualquier resolución del conflicto generado tenga que dirimirse en término de vencedores y vencidos y como decía Leonardo de Vinci dove si grida non è vera scienza, donde se grita no hay buen conocimiento. La fractura interna puede ser muy onerosa y de difícil sutura. Demasiado destrozo para fines tan cicateros.

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