La respuesta social al nombramiento de Jesús Soria para un cargo en el Banco Mundial ha puesto de manifiesto que no todo le vale a la gestión impune que permiten las mayorías absolutas. Aún así, invito a revisar las portadas de los periódicos y las declaraciones basadas en el argumentario del Partido Popular. Un gran intento de justificar lo que de desprecio a la sociedad subyacía en la decisión.

«La idea de algún modo pavorosa de que el mundo informacional se realiza gracias a un conjunto de acciones que en sí mismas no definen adecuadamente  las actividades inherentes al conocimiento, es lo que alienta al contundente concepto de «fabricación de la información». Es que el producto de la información es procesado por un intrincado ensamble de partes y segmentación del trabajo, cuya opacidad contrasta de inmediato con la declarada ilusión periodística de servir de horizonte de transparencia a la sociedad».

Este párrafo, definitivo por su lucidez, está extraído del prefacio realizado por el profesor Horacio Luis Gonzalez, para la edición argentina en castellano, de un ensayo titulado originalmente: «La fabricación de l`información. Les journalistes et l`ideologie de la communication» (Ed. Colihue). Sus autores, Florence Aubenas y Miguel Benasayag, ya en 1999, dejaban en claro que la libertad de prensa es generalmente condicionada por la libertad de opinión dentro de las propias cocinas de los medios.

Rotativa

La reciente «selección ideológica» llevada a cabo dentro de la Cadena Ser es un caso para observar. No reprimimos. Simplemente seleccionamos para, como sucede en las agrupaciones corales, obtener la «coloratura» más afín con la dirección del grupo y que las voces no sean discrepantes con el relato oficial. Pero, el riesgo es que las personas del público descrean y conviertan lo difundido en “spam mediático”. Esto lo digo, porque la esencia de la relación medio y público es la credibilidad. Si bien es cierto que las personas acuden a los medios a confirmar sus creencias previas. No es menos cierto que van a la búsqueda de argumentos o explicaciones para calmar la ansiedad que les produce su defensa de sus propios dirigentes. Necesitan procesar la inquietud culposa por la disonancia cognitiva de mantener creencias, pese a que la realidad los agrede desde esa misma fuente a la que protegen.

Esto, por la decadencia de un consumo crítico de la información, no libera al medio o al periodista de su compromiso con los valores de esos públicos. Es decir, con “su verdad”. Hurtar a las audiencias de alternativas de opinión y análisis es propio de las dictaduras temerosas. Esto, para muchos grupos de poder, es un dilema en esta sociedad hiperinformada. No pueden evitar, excepto que “capen” a las redes sociales, de que las personas busquen alternativas.

No cabe duda que vivimos una democracia «en funciones». Lo que condiciona al conjunto de instituciones y calidades de las relaciones sociales, económicas y políticas de este país. Los medios tradicionales no se libran de esa pegajosa realidad que los condiciona: la dependencia económica es la antesala a la dependencia ideológica. Esto es extensible a toda organización que comete el error de caer en ese sometimiento. Tomemos el ejemplo de la Organización Mundial de la Salud. En su caso, al haberse dejado cooptar económicamente por las multinacionales farmacéuticas se entregó sin disparar un tiro. Clarificador. La OMS se ha convertido en un organismo dependiente de los objetivos económicos de aquellas. Recordemos el gran negocio de la compra masiva de vacunas cuando la OMS nos alarmó con la “crisis de la gripe”. Recordemos la fabricación de información. Asuntos como estos son transformados por los medios.

Las personas de bien, es decir la mayoría, solían afirmar que aquella noticia o este suceso eran «ciertos» porque lo leían en los periódicos, revistas, o los escuchaban en radio, o lo veían en la tele. Para desgracia, la realidad y los efectos que sobre ella han tenido la aplicación de políticas de extrema avaricia, han minado cada vez más la credibilidad de la gente acerca de los medios. El gran irónico logro de la prensa española, en especial, aunque esto es global, es haber conseguido que, de considerarse «palabras sagradas», los escritos resulten en el mejor de los casos «sospechosos». Esta prevención, que es más antigua que la imprenta, en otros tiempos se compensaba por la existencia de una «gama» de tendencias en el punto de vista de los que escribimos. Tal situación permitía una posible lectura crítica de aquellas personas con pensamiento independiente derivado del informarse por varios medios de posicionamientos contrapuestos.

No obstante, en esta época de tecnologías accesibles, puede rescatarse la tarea del periodismo de poner de manifiesto mentiras, corrupción y grabaciones reveladoras. El ejemplo de manipulación de Radio Televisión Española, denunciado desde sus entrañas, y corroborado por la evidencia de que sus productos responden más al relato oficial que a la verdad de los hechos, me exime de mayores consideraciones.

Lo penoso, en suma, es la ofensa a la inteligencia general que esta tropa de mediocres malintencionados ha puesto en marcha. Actualmente, en el mundo, no hay más que un reducido grupo de dictadores y sátrapas, y una mayoría de corruptos que están convencidos por el hecho de que un gran titular de la prensa pueda poner en peligro su statu quo. Lo creen. Siguen considerando al conjunto ciudadano como simples imbéciles y a la prensa libre como una amenaza. Lo que se obtiene de esto es similar al caso de aquella embarazada que niega su estado: la realidad termina teniendo nombre y apellido: La Hucha de las Pensiones, el Copago de Sanidad, el Empobrecimiento de los Trabajadores,… o la renuncia de Soria a ocupar el cargo en el Banco Mundial, por ejemplo.

La correcta valoración del coste de oportunidad de ese dislate de Rajoy y De Guindos, sumado a la indignación popular, fue una muestra de que la paciencia colectiva está llegando a su fin. Los cacerolazos caraqueños pueden convertirse en madrileños o barceloneses, o de cualquier sitio de esta agresión masiva.

Ocultar las consecuencias de una negligente, o corrupta, gestión de gobierno es como dispararse en el pié. Los andares se verán dificultados y será imposible ocultar sus efectos. ¿Estás de acuerdo?

Si es así, entonces indígnate. Estás en tu derecho.

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