Así es como nos quedamos cada día tras conocer los continuos ataques terroristas que se cometen en muy distintos rincones del mundo. Puede sonar un poco frívolo, pero llega un momento en que pareciese que nos volviésemos inmunes ante el enfrentamiento, el dolor, el asesinato que, sin motivo alguno, infringen unos locos sobre víctimas inocentes.

Da igual el país, da igual el día, da igual el motivo… el objetivo siempre es el mismo: causar el mayor número posible de víctimas y aterrorizar a la población ante estos ataques tan imprevisibles e indeseados.

Pero sin embargo, aun conociendo la situación en que nos encontramos, y habiendo vivido en sus propias carnes actos como estos, se nos presentan hechos realmente extraños, como esa descabellada propuesta que hace no muchos días se lanzaba desde el Reino Unido, diciendo algo así como que el apoyo de este país a la lucha contra el terrorismo podría ser la moneda de cambio para lograr una buena salida de la Unión Europea tras el Brexit.

No podemos caer en la tentación de hacer frente a los terroristas con altanería y prepotencia, sino que tenemos que ser muy conscientes del peligro al que nos enfrentamos y de la necesidad acuciante de vencer esta lacra en nuestra sociedad. Y para ello nada mejor que el trabajo discreto y minucioso, para sorprenderles y acabar con ellos.

España, por desgracia, tiene una larga trayectoria en materia de lucha contra el terrorismo. Pero también es cierto, sin querer con esto desprestigiar la indudable y excelente labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que el DAESH y ETA son fenómenos bien distintos. Actúan de manera distinta, tienen organizaciones y motivos de lucha diferentes y esto nos lleva a operar de una forma particularmente nueva.

No podemos permanecer perplejos y pasivos ante estos acontecimientos. No podemos permitirnos el lujo de darles ventaja alguna. No podemos ir por libre cada uno de nosotros, ni como ciudadanos ni como país. Tenemos que actuar de manera conjunta, coordinada y firme para terminar de una vez por todas con esta causa de sufrimiento.

No hace falta que muera nadie más para asumir cada uno el papel que nos corresponde, porque cada muerte, aunque cueste decirlo, es un fracaso para nosotros y es un aliento fresco y esperanzador para ellos, que se ven reconfortados en su “causa”.

Así que desde aquí, llamo a todos los responsables en esta materia al acuerdo veloz y consecuente que tendrá sin duda, como no puede ser de otra forma, el respaldo de los millones de ciudadanos que queremos seguir viviendo en paz y en libertad. Nos jugamos mucho. Nos jugamos el mañana nuestro y de nuestros hijos y no hay, en mi opinión, causa mayor, para defender con ahínco y tesón los valores democráticos que nos han llevado hasta la situación de prosperidad y convivencia de la que hoy disfrutamos.

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