El 24 de marzo de 1976, como crónica de un golpe de Estado anunciado, una junta militar formada por los jefes de las tres armas, Jorge Videla, Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, por tierra, armada y aire, respectivamente, se hacía con el poder total en Argentina y nombraba un nuevo gobierno. Al frente, se ponía Videla como presidente de facto y se iniciaba lo que los militares y también los civiles que apoyaban al nuevo régimen denominarían a partir de ese momento como Proceso de Reorganización Nacional.

El golpe ponía fuera de juego a la presidenta de hasta entonces, María Estela Martínez Perón, cuya gestión nefasta en todos los ámbitos tras ser nombrada la heredera por el general Juan Domingo Perón, muerto de cáncer apenas unos meses antes de la asonada militar, llevó al país a una auténtico callejón sin salida. Atentados diarios, descontrol económico, inestabilidad política y social y malestar ciudadano, empresarial y militar, por decirlo de una forma sintética, caracterizaron uno de los periodos más terribles de la historia de Argentina, entre 1974 y 1976.

También la división del peronismo hizo el resto. A raíz del regreso de Perón al país, recibido multitudinariamente en 1974 y con grandes esperanzas por toda la nación, se hizo evidente que en el seno del movimiento tan contradictorio que habría creado el militar había dos almas y, desde luego, no eran gemelas. Por una lado, estaban los Montoneros, un grupo de inspiración marxista y revolucionario que veían en Cuba su modelo a imitar, sin desdeñar el terrorismo y la lucha armada para llegar al poder, y, en el otro extremo, estaba la Triple A, que lideraba el ministro José López Rega, más conocido como el Brujo, y que era el verdadero cerebro político de la presidenta, en cuyo gobierno llegó a ser una suerte de «primer ministro» en la sombra durante meses.

EL PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL: DEL ÉXITO INICIAL AL NAUFRAGIO DE LAS MALVINAS

El periodo militar duró siete años (1976-1983) y tuvo algunos éxitos inicialmente, como el control de la economía, la derrota de la subversión terrorista, la seguridad perceptible en las calles argentinas y la estabilidad política. Pero muy pronto también surgieron las denuncias de que los derechos humanos se estaban violando por parte de los militares, y de que no se anunciaba una transición política que pusiera el punto y final a un periodo llamado a ser transitorio inicialmente tan solo para poner orden.

Artículo completo en el número 1 de Diario16

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