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Aprovecha la Semana Santa para renovar tu vida, con el fluir de la primavera

Eva Robles
Eva Robles
Soy entrenadora de sonrisas porque estoy convencida de su poder, la sonrisa es el arma universal de los hombres de buen corazón
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análisis

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Las celebraciones de Semana Santa no pertenecen en exclusiva a los cristianos. ¿Se han preguntado alguna vez sobre su origen más allá de la Pasión de Cristo?

La Iglesia aprovechó el tirón de las celebraciones paganas de bienvenida a la primavera, más concretamente el llamado equinoccio, para colocar la Semana Santa, al igual que harían con la Navidad y la fecha de nacimiento de Jesucristo, que ya les conté en otro artículo anterior.

Concretamente desde el año 325 que se celebra el Concilio de Nice se decide celebrar la Pascua de Resurrección después de la primera luna llena siguiente al equinoccio de primavera, por eso siempre la fecha varia de una Semana Santa a otra y así de año en año. Esto resumido en un párrafo llevó varios siglos de controversias y discusiones.

Así, la luna llena se convierte en protagonista del milagro de la Resurrección, tal y como cuentan los evangelios que brillaba al expirar Jesucristo. Este año la luna llena es la noche del 31 de marzo, y justo el 1 de abril será el Domingo de Pascua.

Creamos o no en el sacrificio, pasión, muerte y resurrección de Cristo, les invito a reflexionar sobre las tradiciones, celebraciones, ritos y leyendas que preceden a este suceso en la historia de nuestra humanidad. Recojamos lo que nos aporta y sirve para sumar de ancestrales culturas. Celebremos que las horas de sol aumentan, que tenemos más energía diurna. Que podemos salir del recogimiento del invierno, a la alegría de la primavera.

Aprovechemos la energía acumulada en el letargo de la fría estación invernal, para salir a la naturaleza y en comunión con ella, hacer brotar todas nuestras semillas. La tradición de la Pascua también nos habla de la Cuaresma previa, que nos invita a cuarenta días de ayuno. ¡Hagámoslo!, una vez al año de limpieza, de dieta limpia, no viene nada mal. Es más, es necesario para nuestro cuerpo. Las religiones no siempre dan mal malos consejos.

Aprovechemos el nuevo fluir de la sangre en nuestras venas que nos trae la primavera para desatascar la grasa acumulada que utilizamos para afrontar el frío que ya se va. Descarguemos el peso de la culpa, del encierro, el ensimismamiento que trae el miedo, el dolor, el aislamiento, el encogimiento, al que nos llevan las bajas temperaturas.

Dejémonos llevar por la sabiduría de la historia, nada pasa por casualidad, sino para una causalidad.

El equinoccio es un fenómeno astrológico que se produce cuando el polo norte y el polo sur están a idéntica distancia del sol, por lo que la duración del día y de la noche es igual, esto ocurre dos veces al año, en primavera y en otoño. En cada hemisferio sucede, al contrario. El que nos ocupa, el primaveral se da el 20 o 21 de marzo en septentrional y en el meridional se da el opuesto.

La Festividad asociada al inicio de la primavera es la de la diosa Ostara, o de la fertilidad, el despertar, la germinación, es la energía femenina de la tierra, que en comunión con el dios sol celebra una nueva vida.

La etimología de la palabra nos da ciertas claves, Ostara o Ēostre deriva del proto-germánico austrō, también de aues-, «brillar» (raíz proto-indoeuropea). De ahí Eostre, la diosa griega del amanecer o para los romanos: Eos, o la Aurora. En el imperio Babilónico se la conoce como “Ishtar”, “Astarte”, “Asera”, “Astarot” y de ahí deriva la raíz anglosajona: “easter” (Pascua).

La celebración de Ostara, una de las ocho festividades diurnas de la rueda del año, marca el fin del invierno y el renacimiento de la luz, de la naturaleza, de la siembra, del germen, la semilla, el huevo, de aquí el famoso Huevo de Pascua.

En una mezcla, quizás un tanto irreverente, que alguien en el pasado unió en fechas, resulta un bello paradigma hilar la historia de la diosa astrológica y el hijo del Dios cristiano que vino a la tierra. De la luna y el sol que brillan por el mismo tiempo, estamos hablando de energía femenina (yin) y masculina (yang). De la igualdad entre noche y día, hasta vencer la luz. Y es que en esta época del año se funden en igualdad fuerzas opuestas y complementarias a un tiempo, de ahí, la fertilidad.

No es casualidad que en los escenarios de la antigüedad lejanas culturas celebraran estas energías. Los egipcios, hace casi 5000 años, festejaban ya la temporada de las cosechas con cantos, comidas y bailes en honor a “Sham el Nessim”. La Grecia clásica cedía el inicio de la primavera al mito de Perséfone, que tras ser raptada por Hades y confinada al inframundo, Deméter, su madre y diosa de las cosechas, paraliza toda la vida en la tierra que vuelve a resurgir cuando su hija regresa al Olimpo.

Los romanos iban más allá con la simbología de la semilla que cae a la tierra (muerte) y renace (resurección), entre el 22 y el 27 de marzo que se celebran las fiestas en honor a Cibeles y su amante Atis, que muere y resucita cual semilla. Desde el 14 de marzo, durante la “Mamuralia”, se representaba al invierno como un hombre cubierto de pieles, conocido como el “demonio del invierno”, al cual se le azotaba hasta expulsarle de la ciudad.

En las culturas mediterráneas, Pesefone desde Ade, celebraban la vuelta a la tierra de la primavera. Los Celtas, celebraban al Sol como principio cósmico masculino y la luna como femenino, en el reconocimiento de solsticios y equinoccios, llamados los cuatro Albans, y considerados tiempos de transición que celebraban encendiendo fuegos que regaban, según la tradición, el que más resistía el fuego encendido. Los Druidas se envolvían en rituales aprovechando la igual correspondencia entre las horas de sol y luna.

La serpiente emplumada Kukulkán en su descenso por el templo maya Chichen Itzá sigue indicando aún hoy, el cambio de estación o equinoccio de primavera en su escalera norte. Al caer el sol en el solsticio como por arte de luz, la proyección en forma de serpiente, construye siete triángulos de luz invertidos, como resultado de la sombra que proyectan las nueve plataformas del edificio. Esta antigua civilización prehispánica consiguió concebir este fenómeno astronómico dos veces al año coincidiendo con los solsticios.

A mi esto al menos me hace recapacitar sobre esta época del año en la que aprovecho para recibir los cambios que vengan, desde la responsabilidad de ser humano que habita este planeta y he creado mi propia “pasión”, “ilusión”, “revelación”. Me encanta el simbolismo de la Semana Santa.

La cuaresma previa, con sus cuarenta días de ayuno, de alimento o pensamiento. Viernes de Dolores, donde descargo toda culpa y me permito el perdón tan necesario.

El domingo de Ramos, me viene a decir que celebro mis éxitos como celebraron en Jerusalén la entrada con ramas de olivo y palma la entrada del Maestro.

Del Lunes Santo me quedo los desapegos a lo material, como Jesús desaloja a los comerciantes del mercado del templo sagrado, mi “yo” representa ese lugar al que prometo rendir culto.

Practico la humildad en el Martes Santo, en el que anuncio mi muerte y dejo me laven y perfumen mis pies cansados de luchar y resistirse a ser feliz. Asumo la traición de todos los Judas que puedan venir como Jesucristo fue entregado por uno de sus discípulos en el Miércoles Santo.

La Última Cena del Jueves Santo, me trae despedirme de placeres mundanos para nacer a la nueva Eucaristía de mi nueva vida espiritual. El Viernes Santo, me permito morir de antiguos vicios, sacrifico todo aquello que me hace daño y dificulta mi bienestar. El Sábado Santo trabajo la reflexión, la meditación en silencio, la esperanza en la Resurrección que está a punto de llegar. Nadie cree que vuelva a la vida, solo yo se que es posible, creo en mi y que al “tercer día resucitaré”.

El Domingo de Resurrección renazco a una nueva vida que espero con la ilusión de estrenar “algo” nuevo y superior a mí misma, juego a pintar y buscar Huevos de Pascua como lo hacían mis ancestros. Nazco a la Libertad de ser nueva, desligada de errores pasados, traiciones, dudas y temores… Venzo al miedo, la desesperanza, el qué dirán, la duda, la lógica y fluyo con mi nueva y esperada vida.

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1 COMENTARIO

  1. la semana santa siempre coincide con la 1ª luna llena de la Primavera
    es una fiesta susrpada al paganismo
    y deberia llamarse ofiavialmente de otra manera que sdanta
    santa es para los cristianos etc

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