Este es Juan, mi vecino de enfrente.

Nos conocemos de toda la vida, nos llevamos viendo toda la vida, aunque no habíamos cruzado muchas palabras hasta que el estado de alarma nos confinó en casa. Desde entonces muchos días salgo a desayunar y a charlar con él desde mí balcón.

A lo largo de este año me ha contado muchas cosas interesantes, entretenidas e instructivas sobre todo en esto de vivir en este mundo. Pero ayer me llevé una gran sorpresa.

Debían ser poco más de las 8:00 de la mañana, salí al balcón con mi café y ahí estaba Juan, paseando con sus bastones de lado a lado de su terraza como cada día.

Nada más verme sonrió y me dio los buenos días. Le devolví la sonrisa y le pregunté: “Juan ¿cómo estas hoy?”

Me miró con gesto de total plenitud y brillo en los ojos y contestó:

«Dentro de 3 meses cumplo 100 años en junio, el 12 de junio, mi familia me está preparando una fiesta»

Mi cara debía ser un poema. Jamás pude imaginarme, ni por asomo, que Juan fuera tan mayor. Es bajito y siempre le he visto andar con dos bastones y mucha maestría. El año pasado aún tiraba de la silla de ruedas de su mujer ciega que falleció poco antes del confinamiento.

La semana pasada le vi conduciendo su coche. Con Juan puedes tener las conversaciones más elocuentes del planeta, sigue siendo es increíble que pueda tener casi 100 años.

Expectante, la curiosa respuesta me salió del alma:

«¡Madre mía, Juan, me parece increíble! ¿Alguna vez pensaste que ibas a vivir 100 años?»

La luz de la mañana le hacía brillar y me contestó sin parar de pasear por su terraza:

«No, yo solamente he pensado en que quería vivir bien y la verdad he tenido mucha suerte, he estado a punto de morir muchas veces,  de pequeño anduve muy enfermo, después en la guerra, un par de accidentes…”

Juan se quedó quieto apoyándose en la barandilla, me miró  fijamente, muy serio y decidido y prosiguió:

«Yo sigo viviendo por mi familia, soy afortunado. Tengo, dos hijos y dos nietos,  y seguimos siendo una familia. Estoy vivo por ellos, porque siguen aquí, porque les sigo viendo, si no, quizás, no sería así. Me dan mucha pena las familias que no se hablan. He visto romperse a muchas  lo largo de mi vida y siempre fue primero por dinero, por herencias. Yo he tenido suerte tengo una buena familia”.

Interrumpiendo a Juan dije muy decidida:

“Bueno Juan, seguro que no ha sido solo suerte, tú has hecho una buena familia. Habrás tenido algo que ver, ¿no?”.

Juan volvió a la sonrisa de inicio de nuestra pequeña conversación y concluyo:

“Yo lo único que hice fue intentar darles un buen ejemplo, ¿sabes por qué? Porque las cosas con el tiempo se pueden deterioran y pueden llegar a ser inútiles. Un buen ejemplo o un buen momento, sin embargo, al cabo de los años se engrandece. Y al final, los recuerdos es lo único que dejamos aquí cuando nos vamos”.

Juan y su familia. Foto cedida por la familia de Juan

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