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Ya es hora de decirle a Estados Unidos: «Yankees go home»

La historia de las relaciones diplomáticas entre nuestro país y Washington se ha movido entre el vasallaje y la sumisión

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análisis

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Tal como era de prever, el “amigo americano” se ha puesto de parte de su tradicional aliado Marruecos en el conflicto migratorio que se ha desencadenado en la frontera sur de Ceuta. Ya podemos darnos por muertos y liquidados. Históricamente, de una forma o de otra, los norteamericanos siempre nos la jugaron y esta vez, cuando hay tantas cosas en disputa (geoestrategia, negocios, inversiones, colaboración militar, lucha contra el fundamentalismo yihadista y reconocimiento de Marruecos al estado de Israel), no iba a ser menos.

En las últimas horas, la diplomacia yanqui ha destacado “la importancia de la sólida relación bilateral y el papel clave de Marruecos en el fomento de la estabilidad en la región”. O traducido al román paladino: que le vayan dando a España. De nada han servido las imágenes que han dado la vuelta al mundo de los soldados marroquíes abriendo la verja para dar rienda suelta a la avalancha de inmigrantes sobre la frontera sur española (desatando una crisis migratoria sin precedentes). Cuando ha llegado el momento de posicionarse, Joe Biden, el izquierdista Biden, el progre Biden, ha apostado por mezquinos intereses particulares y no por la razón de la justicia y el derecho internacional.

Ya va siendo hora de que alguien lo diga alto y claro. Desde el hundimiento del Maine, la guerra de Cuba y la pérdida de las colonias de ultramar, USA no ha hecho más que conspirar, intrigar y tratar a España como a un aliado de segunda categoría. Hasta Marruecos, una satrapía infecta que lanza a su gente al mar para que se busque la vida (la mayoría niños), tiene preferencia en la mesa de la Casa Blanca cuando se trata de repartir los mendrugos del nuevo orden mundial.

Todo ello por no hablar del infame posicionamiento de los norteamericanos respecto al régimen de Franco, al que primero planeó derrocar por fascista y después, por necesidades de la Guerra Fría y la lucha contra los soviéticos, acabó reconociendo y apoyando a cambio de la instalación de las bases de Rota y Morón de la Frontera, un elevado peaje por la sumisión que a día de hoy todavía seguimos pagando.

Está claro que de los yanquis no podemos esperar nada. Es bien conocida aquella triste historia de la España de posguerra, analfabeta, paupérrima y en blanco y negro, que en los duros cincuenta esperaba las ayudas de Washington para la reconstrucción de Europa como un maná caído del cielo y que al final tuvo que conformarse con las migajas de siempre. De aquel episodio nos queda una canción, “americanos os recibimos con alegría”, y un peliculón de Berlanga en el que quedó retratada para la posteridad la crueldad supremacista con la que nos trataron nuestros supuestos aliados del otro lado del Atlántico, véase Bienvenido, Mister Marshall.

Orgullo patrio

De una forma o de otra, España siempre se ha comportado ante el rubio gringo como ese pelota sumiso que tan bien interpretaba en los años del landismo el gran José Luis López Vázquez (“póngame a los pies de su señora”) y aunque pocas veces sacamos algo en claro de esa tóxica relación bilateral con los amos del mundo ahí seguimos, dispuestos a prostituirnos con los señores de dólar y de Wall Street, ansiosos por formar parte del selecto club de los aliados calvinistas donde no pintamos nada, resignados a vender lo poco que nos queda ya de orgullo patrio a cambio de la chatarra que no quiere la NASA, unos cuantos botes de leche en polvo y cuatro tanques averiados de mierda.

Le guste o no a Ansar, de Irak no sacamos ni más petróleo ni más empresas

España insiste una y otra vez en que seamos los mejores nuevos amigos de los estadounidenses, intentamos que se den cuenta de que hemos evolucionado, que ya no somos aquellos europeos bajitos, peludos y ágrafos del NO-DO, lo cual es imposible, ya que siempre estuvimos en el lado equivocado de la historia y al final no recibimos más que el desprecio de los generalotes del Pentágono. Nada de lo que hagamos servirá para que ellos nos quieran y nos respeten, ni siquiera enviándoles a un presidente que es un tonto a las tres para que ponga los pies encima de la mesa del Tío Sam, se fume un puro con el capataz del rancho de Texas y nos meta como lacayos en una guerra ilegítima e inmoral que ni nos va ni nos viene.

Le guste o no a Ansar, de Irak no sacamos ni más petróleo ni más empresas, que eso se lo repartieron todo entre Halliburton y los halcones de Dick Cheney, sino una foto amarillenta en las Azores para el álbum de Génova 13, unas palmaditas en la espalda de Bush Junior y los doscientos muertos de Atocha. Eso sí, por un instante salimos del rincón de la historia, que era lo que quería el aznarismo, aunque fuese para mal.

Ya va siendo hora de que nos caigamos del guindo. El único que puso en su sitio a los cuatreros estadounidenses fue un tal Zapatero con su desplante más que justificado a las barras y estrellas. No sirvió de mucho, pero al menos ese día pudimos levantar la cabeza con orgullo y dignidad. Estados Unidos estará siempre con Marruecos, no solo porque el reino alauí sigue siendo el aliado más antiguo de Washington (el primer tratado de paz y amistad suscrito por el sultán se remonta a 1787, y eso une mucho) sino porque los yanquis saben que controlando el Magreb con la CIA y un rey títere seguirán dominando el norte de África (un auténtico polvorín codiciado por el ISIS), mantendrán bajo custodia el Mediterráneo y estarán más cerca del petróleo y del hermano judío, al que los árabes tienen rodeado.

Antes de irse, Trump lo dejó todo atado y bien atado: USA reconoce la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y a cambio Marruecos restablece relaciones con Israel. Una jugada perfecta para Mohamed VI, ese sátrapa que ahora se siente respaldado por el gran gendarme internacional y puede permitirse declarar la guerra demográfica y migratoria a nuestro país. Nada de eso lo podremos cambiar. La historia tiene sus reglas y sus leyes inamovibles e inmutables.

Definitivamente, de Estados Unidos solo recibimos una estafa tras otra. Pedro Sánchez debería reconsiderar un cambio drástico en la política exterior y diplomática de España, soltar lastre con Washington y el bloque atlantista, reforzar la cooperación con nuestros países hermanos de América Latina y mejorar su posición en Europa, que desde los tiempos de Felipe González tenemos algo abandonada. Y de paso que renegocie el tratado de las bases militares americanas en suelo español, que ya va siendo hora. O sea, yankees go home.  

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2 COMENTARIOS

  1. Sr.Antequera,de acuerdo con usted en eso de «yanqui vete a tu casa»,dicho esto,digo lo siguiente:
    Hay una ley universal,de Universo,que rige y es que segun das,recibes,dicho de otra forma,el Karma existe.
    Desde 1492,desde la conquista de Granada y desde que Colon llego a America y hasta 1898 cuando se liberaron de España Filipinas y Cuba,este pais se ha creado un karma por mas de 400 años de invasiones,masacres y todas las barbaridades habidas y por haber,eso si,al amparo del simbolo de la cruz y en nombre de dios,lo que significa mas deuda universal aun como pais.
    Y si ya con esto es suficiente,imagine la deuda universal por la guerra civil española y por una postguerra mas cruel si cabe que la propia guerra.
    Algun dia los EEUU recibiran su propio karma,no lo dude.

  2. Tomando en consideración, como demuestra su historia, que a los yanquis cuando ponen los pies en un país la única forma de echarles es a tiros, lo llevamos claro para que se vayan de España.
    Y totalmente de acuerdo en que de EE.UU. España no viene recibiendo más que una estafa tras otra. Desde 1898 y «lo» del Maine hasta la fecha.
    Y sí, yo también apoyo lo de «yanquis go home» y a una Europa fuerte y unida en buenas relaciones con el vecino ruso que sirva de contrapeso a la soberbia del 2º «pueblo elegido de dios» tras Israel.

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