Los focos estaban en ellos, pero fueron sus consortes quienes acapararon los primeros tuits y análisis. Bill y Melania como antesala de lo que vendría después. Imagen estereotipada frente a preparación política, improvisación frente a flema moderada, sonrisa frente a nervios. Tener a un tipo como Bill Clinton a tu lado en una campaña siempre es una ventaja considerable. Él es el mejor asesor, el mejor entrenador de debates posible, puede explicarte cómo jugar con el carisma, cómo parecer simpática cuando eres antipática, cómo manejar los tiempos del debate cuando ni tú misma sabes cómo hacerlo. A su lado, Trump solo tenía…a Trump. Él es su propia campaña, su asesor y su estrategia. Donald morirá políticamente cuando deje de ser Donald.

Todo debate político se concibe como la oportunidad que tiene el candidato de mostrar sus virtudes y fortalezas, de contrastarlas con el oponente, de exportar una imagen de solvencia y firmeza para que los entrevistadores, (el conjunto de la ciudadanía) acepten su CV y pueda ser contratado (votado) para ejercer uno de los trabajos más complejos existentes. Bajo esa premisa se presentaron el lunes Hillary Clinton y Donald Trump.

Fueron noventa minutos de agitación dialéctica, de golpes y escudos, de metáforas bien construidas y contrametáforas diseñadas para buscar el impacto fácil. Las redes ardieron en la previa y al final a favor de Hillary pero sobre todo en contra de Trump. Quizá por eso aún aguanta en pie. Si muchos te odian, otros tantos lograrán quererte por contraposición.

En las siguientes líneas resumiré lo extraído del debate más visto por televisión de la historia de Estados Unidos. Una partida de ajedrez en la que la dama acabó derrotando al desbocado caballo.

1) Los análisis traídos de casa son contraproducentes si se quiere hacer una valoración desapasionada de lo ocurrido. Muchos analistas y comentadores ya tenían su decisión tomada antes de que comenzara el debate: gana Hillary. Porque sí. Porque Trump es un machista y racista irrespetuoso (que lo es), porque no tiene argumentos políticos coherentes (que apenas los tiene) y porque no acudirá al debate sin preparárselo (como así fue). Pero un debate no se analiza desde el prejuicio ideológico, sino desde las reglas que lo enmarcan.

2) Y aquí hubo dos tiempos claramente diferenciados. Los primeros quince minutos, en los que se vio un Trump tranquilo, seguro, cómodo en el foro y ante el aforo, y en los que presentó a los enemigos de los Estados Unidos (México, China, el establishment, la inseguridad), dejando en la mente del votante que él sería el héroe que solucionaría esos problemas. Enfrente, una Hillary que se limitaba a sonreír y minimizar daños, esperando el momento para asentar su mayor capacidad y experiencia en esas lides.

3) Así sucedió, cuando el moderador preguntó a Trump por su fortuna, a lo que el magnate respondió con ese «I got a very small loan from my father», una declaración poco creíble que acompañó de un lenguaje gestual dubitativo y altanero. Contraatacó bien en su respuesta: «presentaré sin problemas mi declaración de impuestos cuando Hillary haga pública la lista de sus correos borrados». Un punto de inflexión que la candidata demócrata supo gestionar desde la tranquilidad, cambiando la sonrisa por rictus serio y mirando a la audiencia. Pidió perdón y empezaba entonces la segunda parte del combate. Trump mantenía el tablero donde quería, Hillarý solo había perdido algunos peones y un alfil. Le tocaba atacar a ella.

4) Y no hay mejor forma de atacar que provocando la descomposición formal de tu oponente. Hillary sabía que un Trump desatado y nervioso le favorecía desde la óptica perceptiva del televidente que aún dude a quién votar. Le acusó de racismo dos veces, le dijo ante millones de personas que vivía en una realidad paralela y subrayó sin necesidad de recalcarlo mucho, su inexperiencia en todos los frentes. Vender tranquilidad y realpolitik frente a incertidumbre es otra forma de azuzar el miedo en el votante. Sólo que Clinton lo hizo con más talente y estilo. Fue entonces cuando el caballo empezó a moverse de forma asimétrica y descontrolada sobre el tablero. Primero le respondió con un «llevas treinta años haciendo lo que no se debe hacer y ahora te planteas soluciones? Treinta años, Hillary». A partir de ahí, interrupciones constantes a su oponente, aspavientos y formas poco corteses. El viento del debate cambió y ya soplaba en otra dirección.

5) Aún así, Trump quiso volver a la parte que mejor le podía rentar. sacando a la luz los demonios sociales que le permiten estar a un paso de la Casa Blanca. Gran parte de la población norteamericana basa su vida en torno a dos valores: ley y orden. Trump buscó por eso la polarización. «necesitamos ley y orden». Y buscaba la empatía o el perdón (quién sabe) de aquellos sectores a los que más ha menospreciado durante la campaña: “Los afroamericanos e hispanos están viviendo un infierno”. “Te pueden disparar al caminar por las calles”, soltó sin inmutarse. Dejaba caer que ese orden y esa ley ahora no existían y que con Clinton no mejoraría el país en ese aspecto. Otro tipo de miedo, pero miedo a fin de cuentas. Una vía que a Trump le granjea apoyos. Sabe que un votante asustado se moviliza de forma menos reflexiva, impulsado por las vísceras bien alimentadas de pánico. A eso seguirá apelando Trump hasta el próximo 8 de noviembre.

6) Todo debate tiene su frase, su momento de clímax en el que uno de los candidatos realiza un movimiento que provoca el jaque mate de la partida, a veces de forma clara y otra mediante tácticas menos evidentes que busca el desgaste del rival y el error ajeno. Y sucedió. Clinton lanzó el cebo y Trump picó el anzuelo. Reprochó a la candidata que estuviera encerrada durante semanas preparando el debate. Respuesta de Hillary: «sí, me he estado preparando para este debate. ¿Y sabes para lo que también estoy preparada? Para ser Presidenta». Ahí acabo el asalto, el tablero movió a blancas y el caballo fue devorado en movimiento magistral de la reina. Pero aún no es el jaque mate de la campaña. Quedan dos asaltos. Y ya sabemos que el caballo, en cuanto te descuidas en la partida, acaba por comerte el terreno.

Nota: los mensajes de Trump irritaron en redes sociales, no sólo a los haters profesionales del magnate, sino a inteligentes analistas políticos y comentaristas de todo porte y nivel. Sólo recordarles que esos mensajes, esos argumentos y esas maneras de Trump se dirigen a los americanos que le permitieron estar allí esa noche y competir por la Casa Blanca, no a contentar sus visiones analíticas. Reitero que un debate hay que analizarlo bajo las reglas del debate, no de los prejuicios. Aunque uno de los contendientes sea el mismo diablo.

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