Una de las principales preocupaciones que surgieron en una de mis recientes reuniones en Madrid es la de la participación de los afiliados en la toma de decisiones y la democratización interna plena de las organizaciones o partidos políticos. Sin duda, es una de las cuestiones esenciales que no podrá obviar nadie que quiera poner en marcha cualquier tipo de proyecto político. Es obvio que el objetivo de cualquier grupo de personas no puede ser conformar una estructura plenamente democrática al margen de las ideas que se defiendan… pero sí que cualquier estructura que se ponga en marcha para defender unas determinadas ideas que se compartan… deberá ser plenamente democrática y garantizar la participación de cada uno de sus miembros.

Hoy día, tanto en los partidos viejos como en los nuevos, y es algo que lo hemos fehacientemente comprobado tanto en sus procesos internos como en sus actos, actuaciones, asambleas o congresos, prima el miedo de sus élites directivas a la militancia, consecuencia de lo cual deciden limitar o poner frenos a su libertad de expresión y su participación en la toma de decisiones. Por mucho que los líderes mediáticos que nos sermonean casi siempre disimulen e incluso tengan la desfachatez de sacar pecho, predominan la persecución del discrepante, las listas negras, los tejemanejes, el tráfico de influencias, las purgas, las primarias trucadas y los pactos bajo manga, cuando no las trampas o las votaciones telemáticas más que dudosas. Si pueden, y casi siempre pueden, los aparatos de los partidos políticos, salvo honrosas excepciones, se cuidarán muy mucho de garantizar una auténtica participación de la militancia. De hecho, limitarán o impedirán la democracia interna para impedir que limiten su propio poder en la toma de todas las decisiones, poder que les garantizará mantener su cargo orgánico y acceder después a posibles cargos públicos. Como consecuencia de ello, las decisiones de las élites de los partidos políticos raramente buscarán defender los intereses reales de los ciudadanos sino, más bien, sus propios intereses partidarios o incluso personales que les permitan mantener sus cuotas de poder, sus privilegios y sus prebendas. Y todo esto lo escribo sin olvidar que la mayor parte de las personas que se dedican a la actividad política son personas honradas interesadas en la resolución de los problemas que nos afectan.

Para superar esta actitud en ocasiones incluso despótica de los aparatos de los partidos que perjudica gravemente a la sociedad en su conjunto, hay un ingrediente esencial que debe además cuidarse todos los días del año: la voluntad política de, efectivamente, querer garantizar la democracia interna y la participación de los afiliados (¡y creer de verdad en ello!), asumiendo que el proyecto no es del aparato que en ese momento ordena y manda sino de todos los militantes; y también, por cierto, de la sociedad en su conjunto. No hablo de estructuras totalmente horizontales ni de anarquía o que todo se consulte para evitar asumir la responsabilidad del cargo sino de, sobre todo, no tener miedo al debate interno de todas las ideas y de permitir la participación más amplia posible. Más allá de que sea problemática (un lío, como suele decirse), a largo plazo la democracia interna será buena para todos y, en el ínterin, un ejercicio sano de buena política que dejará una huella indeleble en todos aquellos que la ejerzan y en quienes permitan ejercerla. Tal cosa permitiría tener unas organizaciones y unos partidos políticos más democráticos, más sanos, más abiertos y más cercanos a los ciudadanos, donde el debate de ideas y la contraposición argumentada de las distintas posiciones políticas u orgánicas redundaría en su propio beneficio. Y todo ello, no tengo la menor duda, beneficiaría a la sociedad en su conjunto.

Así que ésta es otra de las cuestiones que cualquiera que pretenda mejorar la democracia a través de su participación política deberá tener presente. Sin duda, otra cuestión esencial que muchos vamos a tener en cuenta.

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Nací el 11 de noviembre de 1974: tengo, por tanto, 42 años. Soy Diplomado en Ciencias Empresariales, Técnico en Gestión Fiscal y Técnico Especialista en Administración y Dirección de Empresas. Milité desde muy joven en diversos movimientos sociales que se enfrentaron al terrorismo de ETA, como Denon Arten-Paz y Reconciliación (durante los primeros años de los años 90) y Basta Ya (desde finales de los años 90). Milité posteriormente y durante unos tres años en el PSE, partido político que abandoné en 2006 al comprobar que dejaba de ser un partido nacional y de defender la igualdad y por su política en relación a ETA. Me afilié a UPYD el 29 de setiembre de 2007, el mismo día en que se presentó públicamente en Madrid. Desde el 1 de marzo de 2009 hasta el 20 de octubre de 2016 fui parlamentario vasco por UPYD. He estado en la Dirección de UPYD desde 2009 y soy exportavoz nacional del partido. Portavoz de la Plataforma Ahora

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