Recorridos ya todos los caminos, incluyendo por supuesto los que son de vuelta, una vez que el drama se ha escenificado en la constatación de que a estas alturas no basta con moverse sin más, sino que más que nunca y al contrario la prudencia nos dice que hay que medir con sumo cuidado hacia dónde canalizamos nuestros esfuerzos, a quién regalamos lo más preciado que nos queda, a saber, la confianza; es cuando la abrumadora realidad se muestra ante nosotros no ya como elemento, que sí más bien como mero escenario.

Solo el que se ha hospedado en el hotel donde hace guardia la más intensa de las oscuridades, puede optar a vislumbrar el verdadero poder de la luz. Si bien es cierto que no hace falta ser ciego para comprender la magnitud que sin duda se oculta tras determinados dramas, la premura con la que hoy por hoy nos aproximamos a situaciones que hace bien poco no habrían sido contempladas sino como salidas de una obra de arte surrealista, la tranquilidad con la que soportamos conductas así como a sus protagonistas cuyo proceder hace no mucho nos habría conducido inevitablemente hacia la nausea; bien podrían suponer un toque de alerta, una llamada de atención, a partir de la cual ser conscientes no ya de que tenemos un problema, que si más bien de la magnitud de éste.

Al igual que el adjetivo califica al nombre, facultándonos para, a través de la noción del complemento poder cuando menos intuir la certeza que se esconde tras el sustantivo; la constatación de grado que el contexto aporta a la que llamamos (o a lo sumo suponemos) como realidad, podrá servir para anticipar el grado de la debacle responsable de la devastación llamada a describir cada una de las certezas que consolidan la que está por ser considerada como la única certeza con la que al fin y al cabo contamos. No en vano todo lo demás es, a lo sumo, polvo y dudas.

De esta manera, una vez hemos renunciado al ejercicio de la noción, pues como digo cualquier esperanza de encontrar certezas supone un modo de utopía, lo único cierto es la inercia, o lo que es lo mismo, suponer que mantener el equilibrio a base de dar pedales, aunque para ello hayamos de renunciar a saber cuál es nuestro destino, acaba erigiéndose no ya en una opción no del todo desagradable, sino incluso digna de ser recomendada.

Es a partir del grado de certeza que atribuimos a tales consideraciones, del grado de frustración que primero un individuo y por último la sociedad de la que el mismo ha de formar parte son capaces de metabolizar, que es como nos damos cuenta de la magnitud del desastre en el que ya nos hallamos inmersos.

Porque de eso es de lo que se trata, o tal vez sería más correcto decir que a eso es a lo que ha quedado reducido lo que una vez fue definido como el bello arte de vivir: a metabolizar. Metabolizamos el tiempo, metabolizamos la vida. Metabolizamos a los que nos rodean, y con todo ello, incluyendo por supuesto los detritos, lo que una vez no estuvo sino condicionado a formar parte del estiércol; conformamos el marco en el que inconscientemente limitamos nuestra vivencia, condenando inevitablemente cualquier atisbo de esperanza.

Fagocitamos, deglutimos y por último eliminamos trozos enteros de la realidad que nos rodean, diferenciando tal proceder de cualquier otro digno de merecer cualquier denominación de salubridad precisamente porque a diferencia de lo que pasa en los procesos saludables, éstos están llamados a generar resultados positivos. Sin embargo nuestro proceso, que en este caso discurre parejo a lo que vendría a ser nuestra propia vida, es del todo incompetente para fabricar nada positivo, ya sea en forma física (un logro), o metafísica (una vivencia).

Si alcanzado este instante alguien necesita una aclaración con el fin de no tener que someter a consideración de manera evidente la naturaleza que ampara todo lo dicho hasta el momento, espero no faltar a la consideración de nadie si en este caso me tomo la licencia de traer a colación la forma cuando no el modo desde el que recientemente se ha tomado, discernido, discutido y por qué no decirlo, probablemente manipulado, lo atinente en este caso no ya a la muerte que sí más bien al recuerdo, de los sucesos recurrentes en torno al asesinato hace ahora ya veinte años del joven concejal de la localidad de Ermua.

Sin entrar por supuesto a discutir el fondo ya sea de la propia cuestión, ni de otras previas o posteriores; si me creo no obstante en disposición de referir la desazón que me produjo deducir en las manifestaciones y formas de los que sí estaban llamados a explicitarnos las cuestiones que por profundas quedaban ocultas para quienes obviamente no estábamos en condiciones de comprenderlas en su real magnitud, una desalentadora falta de capacidad a veces rallante en la incompetencia o lo que es peor, en el cinismo.

Tanto fue así, que ver cómo este país podía pasar de lo blanco a lo negro sin la menor solución de continuidad, lo que en mi opinión ocurrió cuando atónitos pero no por ello menos impertérritos asistimos a una serie de sucesos, la mayoría de los cuales se enmarcaban entre declaraciones de unos y otros que más que de protagonistas, parecían conducirse como verdaderos incendiarios, encaminados consciente o inconscientemente a separar más que unir; consiguieron lo que veinte años no habían conseguido a saber, debilitar lo que en su momento se denominó de manera justa El Espíritu de Ermua. 

Concluyendo, la magnitud que no la magnificencia de lo llamado hoy a conformar nuestra realidad logra cubrir a ésta de una pátina tan eficaz, que solo el más atento de los estudios, propenso al análisis de Descartes más que a la integración de Aristóteles; habrá de estar llamada a conocer el éxito una vez éste adopte la forma capaz de mostrarnos la herramienta que ha hecho posible el triunfo de la falacia a saber: el auge de la mediocridad.

Está la mediocridad llamada a afectar al Hombre de las más diversas maneras, si bien el resultado final de todas ellas redunda en el denominador común de hacer creer al Hombre que es el protagonista último de toda su historia, convenciéndole de que es a la vez director y actor de esa sucesión de acontecimientos ya antes referida, y que integramos o analizamos (según nos convenga), cago el título de Vida. 

Por ello Aristóteles, un hombre cuya certeza y propensión nos fue regalada a través de la comprensión de lo que fue su vivencia, refrendada por supuesto a través de su obra; llora inexorablemente pues él siempre predicó que la Virtud, de existir, habría de ser buscada en el punto llamado a materializar la bisectriz del segmento destinado a representar la vida de cualquier hombre.

Y nosotros, en nuestra labor fagocitadota, una vez más hemos contribuido a la desolación de los Clásicos al propiciar el peor de los errores ejemplificado en esta ocasión en las declaraciones que hace algunos años una por entonces Ministra de Educación del primer gobierno de Aznar, hizo en una emisora de radio cuando ni corta ni perezosa habó de la conveniencia de no abrumarse si nos consideran mediocres, pues no en vano tal hecho significa, a lo sumo, que rallamos en el término medio…

 

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Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.

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