Casado y Abascal juntos en la manifestación de la Plaza de Colón

La sede de Podemos en Cartagena ha sido atacada con explosivos por un comando de extrema derecha. Así lo denunció el exvicepresidente segundo del Gobierno y secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias Turrión, a través de la publicación de un vídeo en su cuenta de Twitter.

Sin embargo, lo que debería haber provocado la condena expresa, unánime y contundente de todos los partidos con representación parlamentaria, esa condena sólo ha venido de los partidos de la izquierda. En VOX, sólo hay silencio. Cada cual, a través de sus redes sociales, sigue con sus mantras, sus obsesiones o haciendo referencias al Viernes Santo. Del ataque de la extrema derecha a la sede de Podemos, nada.

El silencio es cómplice y, en ocasiones, muy peligroso. Un proverbio hebreo dice que «hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso«. Por otro lado, Vicente Gar-Mar afirmó que «El silencio es a veces una mala respuesta, una respuesta amarguísima«.

Callar ante un atentado de terrorismo callejero de la extrema derecha no es otra cosa que convertirse en cómplices de ese acto o, lo que es peor, otorgar la aquiescencia o la legitimidad a los mismos. La extrema derecha siempre ha actuado así: un partido político en las instituciones y unos comandos violentos que aplican la dialéctica de los puños y las pistolas en la calle, atacando a sus rivales políticos, como ha ocurrido en Cartagena.

Los ultras siempre ven amenazas en cualquiera que no piense como ellos. No hay más que recordar las palabras de José Antonio Primo de Rivera: «¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes de reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria».

A pesar de que el Partido Popular y Ciudadanos, a través de Cuca Gamarra e Inés Arrimadas han condenado el ataque, tanto PP como Ciudadanos no han hecho otra cosa que blanquear a la extrema derecha. El líder del PP, Pablo Casado, los llegó a calificar como un partido de centro-derecha al apostar por la unificación de un espacio político en el que, evidentemente, Vox no está. Cayetana Álvarez de Toledo censuró al presidente del PP por la dureza que había aplicado contra los ultras en su discurso de la moción de censura de Abascal. Isabel Díaz Ayuso no dudó en afirmar en un programa de televisión que «cuando te llaman fascista es que estás en el lado bueno».

El blanqueamiento de los ultras o el silencio cómplice con sus atentados de terrorismo callejero contra las sedes de los partidos de izquierda tiene como consecuencia, precisamente, que los comandos de extrema derecha se sientan legitimados, del mismo modo que ocurrió en España, Italia y Alemania en la década de los 30 del siglo XX.

1 COMENTARIO

  1. Hemos de convenir que ni Abascal, ni la IDA, ni Casado, ni Facha Rosa Quintana ni las TV y prensa «serias»… son demasiado fachas, pero… Bueno, nada se sabe si el atentado terrorista fue perpetrado por algún perroflauta podemita, como tampoco sabemos si los que han quemado las banderas con la efigie (no cara) de su exgraciosa majestad eran asalariados obligados por ABC o monárquicos a más poder. Las dudas nos corroen.

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