Tras casi cuatro décadas de gobierno socialista en Andalucía, la derecha ha necesitado del apoyo de un partido ultra, nostálgico y simpatizante del franquismo, para volver al poder. No podía ser de otra manera. La historia es caprichosa y ha querido que aquellos que durante siglos hundieron al pueblo andaluz en la miseria y la ignorancia −el cacique, el terrateniente, el señorito esclavista y autoritario−, regresen de la mano y se sienten de nuevo, juntos, en la misma mesa.

El pacto PP/Cs nunca hubiera visto la luz sin el acuerdo previo entre los populares y Vox. De ese infame enjuague que abre la puerta a los franquistas por primera vez desde 1975 será responsable, para siempre, Juan Manuel Moreno Bonilla, el que en unos pocos días se convertirá en presidente de la Junta. El hombre que susurraba a las vacas pasará a la historia como el portero que entregó la llave al monstruo para que pudiera entrar en el templo de la democracia que pretende destruir. El líder de los populares andaluces debe saber que ha unido su destino para siempre al partido de Santiago Abascal y que por tanto está en deuda con él. Por supuesto que Pablo Casado, el gran artífice del empaste, sale hipotecado de este contubernio con el neofranquismo abascaliano. Cuándo empezará el PP a pagar la factura y cuál será el importe es algo que se verá con el tiempo.

Mientras tanto, el oportunista Ciudadanos, que en esta función hace de Don Tancredo, se pone de perfil, mira para otro lado con la nariz tapada y busca excusas malas para explicar que el acuerdo con los ultras es cosa de los populares, que ellos no se han manchado las manos, ya que no han firmado nada con la extrema derecha. En realidad el partido naranja también queda contaminado por esa especie de radiactividad verdosa de Vox que se extiende por todas partes y es tan responsable como el PP, ya que se beneficia de la operación. Cs se ha metido de lleno en este barrizal cuando hasta Macron le había advertido a Rivera del peligro de hacer manitas con la ultraderecha: “No hay que pactar con Vox, hay que derrotarlos”. La vena falangista le ha podido en este caso al bueno de Albert, que cada paso que da para tratar de conquistar la Moncloa es un paso más hacia el viejo manual joseantoniano.

De momento, populares y naranjas han suscrito un acuerdo para la investidura del nuevo presidente con 90 medidas para el “desarrollo y la prosperidad” de Andalucía. El documento trata de ser el programa de gobierno del “bipartito”, pero lo cierto es que el auténtico proyecto, el verdadero plan, será el que de forma oculta y subterránea tratará de ir imponiendo Vox con sus famosas 19 medidas para la demolición del Estado democrático. Los ultras han conseguido colocar en la agenda política española sus ideas y propuestas, algunas de ellas imposibles de llevar a cabo, otras sencillamente descabelladas o surrealistas por lo que tienen de friquis y absurdas. Es el caso de la derogación de la Ley 13/2007, de 26 de noviembre, de medidas de prevención y protección integral contra la violencia de género. Vox pretende sustituir este texto legal por una “ley de violencia doméstica”, un término ya superado por la sociedad española con el que los ultras pretenden invisibilizar el grave problema del terrorismo machista que sufre nuestro país desde hace años.

Vox quiere que la ley “no prejuzgue el sexo del agresor, respete adecuadamente la presunción de inocencia, no instituya una enorme burocracia ‘de género’ y no facilite la lluvia masiva de subvenciones a las asociaciones de feminismo supremacista”. En definitiva estamos ante el discurso de unos hombres frustrados, acomplejados, mediocres, que en su fiebre de rencor, y hasta de odio, no son capaces de comprender la dimensión terrible que ha adquirido el machismo en nuestra sociedad.

Lo que busca Vox es hacer desaparecer la realidad como en un espectáculo de magia, esfumarla, disolverla y ocultar que un millar de mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas desde el año 2003, cuando empezaron a contabilizarse las estadísticas sobre víctimas de violencia de género en España. Enmascarar los datos oficiales y los hechos supone falsear la verdad, fabricar una gigantesca mentira, pero además implica retroceder cuarenta años hasta los tiempos del franquismo, cuando las mujeres estaban al servicio de los hombres y estos podían hacer con ellas lo que quisieran. La medida estrella de Vox, la anulación del concepto de violencia machista, es preconstitucional, por tanto inconstitucional y antidemocrática.

PP y Ciudadanos se esfuerzan en convencer a los andaluces de que este punto ha quedado fuera de la negociación pero nadie da nada a cambio de nada y mucho menos la gente de la ultraderecha. Abascal querrá cobrarse su precio. Andalucía no le interesa lo más mínimo. Su objetivo es colocar su siniestra agenda machista en la vida política nacional. Eso ya lo ha conseguido gracias a Casado y Rivera. El monstruo ahora participa en el juego democrático. El problema es que a la bestia no le interesa ese juego, tan solo destruir la democracia.

1 COMENTARIO

  1. Pues bienvenido VOX, ya estuvo bien de tanta tontería. Espero y deseo una mayoría absoluta de la derecha en las generales y que pongan de una vez a esta «gentecilla» de izquierdas en el lugar que les corresponde.

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