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Violencia, indepes y 15M

Guillem Tusell
Guillem Tusell
Estudiante durante 4 años de arte y diseño en la escuela Eina de Barcelona. De 1992 a 1997 reside seis meses al año en Estambul, el primero publicando artículos en el semanario El Poble Andorrà, y los siguientes trabajando en turismo. Título de grado superior de Comercialización Turística, ha viajado por más de 50 países. Una novela publicada en el año 2000: La Lluna sobre el Mekong (Columna). Actualmente co-propietario de Speakerteam, agencia de viajes y conferenciantes para empresas. Mantiene dos blogs: uno de artículos políticos sobre el procés https://unaoportunidad2017.blogspot.com y otro de poesía https://malditospolimeros.blogspot.com."
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análisis

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Esta mañana ya he condenado la violencia, seis veces seguidas, mientras salía el sol. Hechas las abluciones y la frivolidad, permítanme hacer un paréntesis, y dejar las condenas al margen. Isiaiah Berlin decía que <<solamente los bárbaros no sienten curiosidad para saber de dónde vienen, cómo han llegado a estar donde están, dónde parece que van, si quieren ir y, si es así, por qué y, si no, por qué no>>.

Dejemos a un lado los “violentos profesionales”, aquellos que aparecen tanto en una mani sindical, una indepe o en la celebración futbolera. Centrémonos, sin saber su porcentaje, en los violentos que se sustentan en una ideología independentista, y otras derivaciones.

1) Por un lado, recordemos que, tanto el Tribunal Supremo como los mandos policiales españoles y muchos políticos y medios, censuraron que los Mossos permitieran intermediar a los Jordis en la tristemente famosa mani del 20S de 2017. Condenar que unos líderes sociales, que reclaman actitudes pacíficas, medien entre los reivindicantes y las fuerzas policiales, es una muestra de totalitarismo: <<aquí el único que media soy yo, y punto>>, parecen decirnos. Ahora, ya no hay nadie con el suficiente respaldo social (y, en cierto modo, moral) para subirse a un coche y decirle a la gente que se vaya, tranquilamente, a su casa. Parece que, desde el Estado, cualquier tipo de mediación o intermediario se ve como una injerencia en el poder, algún tipo de desprestigio o debilidad. Déjenme decirles, aunque parezca que no venga a colación, que son unos conceptos de fuerza y/o prestigio muy masculinos o varoniles y retrógrados (recuerden que hablamos de mensajes ante jóvenes, jóvenes del siglo XXI).

2) Escucho atentamente unos jóvenes entre 16 y 18 años (sé que no sirven de muestra) que dudan entre condenar la violencia como algo “políticamente correcto” y justificarla con una mezcla de fascinación y pragmatismo. La violencia del contenedor ardiendo, las llamas, el humo de los botes lanzados por la policía, tener al lado una diversidad de jóvenes ante el uniforme Robocop de los antidisturbios (con una estética fascista, lo sean o no), y ese pañuelo en la cara con una estética de insurrección, observo que despierta una atracción ligeramente romántica, en su peor acepción: sucumbir a la estética de una emoción que lo invade a todo uno sin dejar apenas espacio para la reflexión.

Pero no solamente fascinación, sino cierto pragmatismo aparece cuando sí reflexionan: la violencia, es útil. Ahora les miran, les prestan atención. Les digo que es un autoengaño, que confunden espectáculo y audiencias con interés y atención. Pero me insisten que la misma sociedad que, por boca de los medios y de los políticos, condena la violencia, centra su atención cuando la violencia aparece. Entonces, sí se fija en los problemas, aparecen artículos, editoriales en prensa extranjera, se abren telediarios. Y claro, les digo que hay una clase de periodismo que aparece como un enjambre de hienas con música de La Clave de fondo (“¿qué es, La Clave?”) y que se retroalimentan con los violentos. En pos de la audiencia, nada más. Pero, ¿cómo no va a ser útil la violencia si ahora salimos en Le Monde, el Financial Times o la tele alemana? Me recalcan que aquellos que antes ignoraban y ninguneaban el movimiento pacífico, ahora le dan valor. De poco sirve que les diga que esas audiencias solamente miran superficialmente las llamas, y pienso si estos jóvenes no nos ven como unos hipócritas consumados cuando contrastan nuestras palabras (o del sistema) con los hechos. Una hipocresía que para nosotros es parte del juego y que “hemos dado por hecho” que para ellos también.

3) Entonces, ¿de qué han servido 10 años de movilizaciones pacíficas y masivas? ¿Para que encarcelen a sus promotores condenados por violentos? Si la condena es justa y verídica, entonces no hay diferencia entre manifestarse como antes y quemar contenedores. Y, si hay diferencia, es solamente de grado. Si el Estado condena los Jordis (siempre pacíficos), la Forcadell, etcétera, con la base de una responsabilidad violenta, quemar un contendedor ¿es, simplemente, “más” violento? El Ministro de Interior Marlaska, como mínimo puesto en duda por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, nos habla de independentistas violentos, pero el Tribunal Supremo ya nos ha dictado a todos como violentos (pues, ¿dónde radica la violencia si los sentenciados no la ejercieron personalmente? en nosotros). Marlaska advirtió que por los disturbios podían caer penas de hasta 6 años, ¡pero si a los Jordis los han condenado a 9!

Dar la sentencia por válida significa que el 1-O y el 20-S “ya éramos violentos”. Piensen en la tergiversación que el Estado ha hecho del concepto “violencia” y porqué manipular el sentido de las palabras tiene consecuencias. Y, ahora, añádanle que la Audiencia Nacional investiga a Tsunami Democràtic por terrorismo, a CDR’s por terrorismo, sin que haya habido nada parecido en Cataluña, y las consecuencias que puede tener cambiarle el significado a “terrorismo” (en un país que, tristemente, parece haber olvidado lo que era el terrorismo de verdad). Si Cataluña ya era violenta, ¿será ahora terrorista?

4) No es propio de un estado democrático el no contemplar una solución política a un conflicto. Y este conflicto cuestiona la misma estructura organizativa del estado. Es evidente que es muy difícil de tratar, y que normalmente, uno mismo (en este caso, el Estado) no desea cuestionarse. Pero el estado no es un ser, sino un conjunto de normas basadas en las necesidades sociales y vehiculadas mediante la política. Son los políticos, y no los jueces o los altos cargos policiales, los que deben contemplar las diferentes soluciones. Los políticos españoles que se sustentan en una base nacionalista (PP, C’s y PSOE) han ejercido una dejación de sus funciones, se han auto inhabilitado, con la connivencia del sistema judicial y la gran parte de población española. Esto no significa que los catalanes reivindicativos tengan razón o no, significa que es una sinrazón evitar el trato político. El sustrato de la posición del Estado es únicamente impositivo y coercitivo, y cuando un pueblo percibe que es tratado de esta manera, o asume el sometimiento o se rebela. Esos partidos ya básicamente nacionalistas españoles, no pretenden “convencer” a nadie partidario de la reivindicación catalana: pretenden que renuncien a ello. Los quieren sometidos, no convencidos.

Podrían decirme, ustedes, que el presidente catalán Torra (ahora toca decir “a mí tampoco me gusta”) también ejerce esa dejación de funciones, que cede el terreno político a la gente de la calle. No sé si es cierto, pero no hay que olvidar dos aspectos: por un lado, la política no la ejerce uno solo. Esto es lo que hizo Rajoy, lo que hace Pedro Sánchez, y lo que desean hacer Casado y Rivera (oh, todos varones). Se han enrocado tanto en la cuestión moral que ahora temen la interpretación de una simple llamada de teléfono. Por otro lado, no debe olvidarse que aquellos políticos catalanes que intentaron hacer política durante 10 años, y que el Estado no quiso y los ignoró, hoy están en prisión o en el exilio. ¿Realmente, el pueblo español, cree que la solución pasa por ir encarcelando políticos y activistas? ¿Cree que se deben enviar más y más policías y guardias civiles, y tal vez pronto oiremos que al ejército, hasta que los reivindicantes renuncien y se sometan? ¿Esto es lo que creen o es lo que desean? Pues menuda sociedad. Menudo éxito de la “impecable” Transición.

5) El mensaje que envía el estado (y la mayoritaria población española) a los jóvenes, es doble. Por un lado, que un cuestionamiento político es ignorado y no merece ser debatido, independientemente de que éste sea pacífico o no. Si es pacífico, se menosprecia y puede, incluso, reinterpretarse como violento para aplicarle una ley forzada. Si tiene conatos de violencia, es excusa para continuar ignorándolo. Nada que hacer. Y, por otro lado, que la posición del poder establecido no se basa en la argumentación y el debate democrático, sino en la imposición del mismo contrato (Constitución ’78) que es cuestionado. Que la única salida es el conformismo. Se les dice a unos jóvenes reivindicativos que se conformen: una estrategia lúcida y demoledora (sic). Pero no es solamente esto. No olviden cómo estos jóvenes ven la Guardia Civil y la Policía Nacional: los del “a por ellos” que pegaron a civiles pacíficos (muchos ancianos) el 1-O. Y, ¿han visto los vídeos de cómo han sido recibidos estos días en distintos lugares de España? Ni a las tropas que fueron a Afganistán se las ha recibido así: con honores y banderitas españolas de ciudadanos ante aquél que viene de “cascar” al enemigo. ¿Nadie de esos políticos y sistemas mediáticos de Madrid se le ocurre preguntarse el monstruo que están creando? El poso de odio y rencor que han sembrado, olvídense que se limpie en unos años. Estos, los que dicen tanto amar a España, están dejando un país que solamente se mantendrá unido mediante la fuerza y la represión… hasta que llegue un día en que no se alcen dos millones, sino cuatro.

6) La reivindicación no quiere una mejora, quiere un cambio. ¿Hay aquí una relación con el movimiento 15M? La sociedad española, por lo general, no lo desea. ¿Es una sociedad conformista que teme el cambio? ¿Cómo, sino, justificar o explicar, que los innumerables casos de corrupción de PP o PSOE nunca les pasen factura? Esa maravillosa “España unida”, ¿qué significa? ¿España inmóvil?

La democracia se ha acabado convirtiendo (¿o en la praxis siempre lo fue?) en que el pueblo “opine” sobre los procedimientos legislativos de la sociedad. Pero, pregunto, ¿no debería ser para que el pueblo decida los objetivos de esa sociedad? Porque no es lo mismo. Parece que el objetivo común de la sociedad nos queda al margen, que ya está definido, y que solamente podemos opinar si se realizan un poco así o un poco asá. ¿Es cierto que cada época tiene un patrón abstracto (religión, nacionalismo…) y que a los individuos sólo les queda cómo adaptarse? Parecería que la época actual (en occidente o, tal vez, Europa) es la más libre de la historia, libre de patrones. Pero quizás no sea así: bajo una capa superficial de “libertad”, hay un sólido patrón, el consumismo. Camuflado bajo un simple “modo de comportamiento” y, por tanto, elegible o no por personas libres, está tan inmiscuido en todas las facetas de la vida que es el patrón al que nos adaptamos. No solamente es irresistible, sino que lo aceptamos como tan necesario que no nos planteamos alternativas.

El neoliberalismo reinante, al que ya se suma (en lo efectivo, no el discurso) el PSOE/PSC, es una especie de falsa libertad. El lobo siempre reclamará la libertad total en todo el monte: ello le permitirá devorar todas y cada una de las ovejas cuando le plazca. Es lógico, por tanto, que las oligarquías, las élites, que son los lobos del mercado, teman cualquier cambio y aboguen por una “falsa libertad”. Y la reivindicación catalana, aunque no sea para muchos su propósito, es un ataque al status quo. ¿Por qué, las ovejas, votan grácilmente los lobos?

7) Se pueden leer algunas reflexiones (pocas) en la izquierda española, no en la derecha del PP, C’s, PSOE, que no reflexiona, sobre si la reivindicación catalana es una consecuencia de un nacionalismo egoísta o si es algo más. He visto varias veces jóvenes indepes con una pancarta que dice <<som pacífics, no gilipolles>>. Es decir, que no somos pacíficos por una cuestión cultural o identidad o valentía o falta de coraje, sino que <<somos pacíficos porque lo elegimos>>, pero podemos elegir no serlo. Es como si muchos jóvenes, estuvieran avisando: cuidado, que podemos elegir cómo comportarnos, no confundáis el pacifismo con sumisión.

En muchos de esos jóvenes (no los violentos, sino en general), uno tiene la sensación que, por mucho que canten Els Segadors, la idea de una patria catalana les importa relativamente. Y es “en este sentido y no otro” que, de repente, las tornas se han girado: ERC acepta un discurso convergente (de Convergència i Unió) y Torra y Puigdemont el que hace unos años hubiera tenido ERC. El nuevo Rufián, o Aragonés, e insisto, “sólo en este sentido”, se ponen el traje de Artur Mas, y Torra el del antiguo Rufián. ¿Por qué? Porque detrás unos tienen un partido sólido como ERC, y los otros ya no tienen ni partido y se ceden a su interpretación de los deseos del pueblo. Es por ello que ahora, en Cataluña, se da la paradoja que gente más conservadora vote a ERC y gente más inconforme pueda votar a JxCat. Y, tal vez por ello, a Torra ya le va bien no aprobar unos presupuestos y obviar concretar una política económica. Pero, si lo hiciera, me la juego que serían los presupuestos “más sociales” de la historia del centro derecha catalán.

8) Los valores morales de un Estado no son absolutos, sino, simplemente, reflejo de los valores de aquellos que pueden imponerlos, los “vencedores”. Opino que, en España, la Transición simplemente fue pasar de una dictadura a un sistema con procedimientos democráticos, nada más. Este “proceder democráticamente” del Estado es una fina capa (aunque importante) superficial, pero bajo la cual continúan “reinando” los valores morales de aquellos que vencieron. Aquí, si lo anterior es cierto, hay una diferencia fundamental entre la sociedad catalana y la española. El desafecto de muchos catalanes respecto a España, es un error ceñirlo exclusivamente a ciertos acontecimientos (firmas en contra y recorte del Estatut, 1-O, juicio y sentencia) sino que se apoya en lo antes mencionado, que es mucho más profundo. Esto explicaría el carácter (in) moral que le dan tantos medios y políticos a la reivindicación catalana: porque es un ataque a esa “moral de los vencedores”.

No es baladí que tantas protestas acaben ante la comisaría de Via Layetana, en Barcelona, sede de torturas franquistas, y relacionada, directa o tangencialmente, con cargos policiales como el del padre de Fernández Díaz (ministro de interior con el PP) o el padre de Arrimadas (Ciudadanos), es decir, los hijos de los vencedores, los que ven atacada su moral. Cierto que algunos decimos que la Transición fue un fiasco, y otros aseguran que ejemplar. ¿Y si todos tenemos razón y todos estamos equivocados? Tal vez la Transición fuera algo ejemplar como necesario “dado su momento”, y tal vez por ello la mayoría de catalanes votaron a favor de la Constitución del 78 (como tanto insiste la Ministra Calvo). Pero, ¿ello significa que debería lastrar las aspiraciones de todo futuro 42 años más tarde? La humanidad no avanza ni enquistándose ni olvidando, sino “corrigiendo mediante el pensamiento crítico”, como bien sabe la ciencia. En España, ese “pensamiento crítico” no excede el aproximado 15% de Podemos más el aproximado 10% de vascos, catalanes, gallegos y partidos minoritarios.

9) La reivindicación, así, es activa y reactiva a la vez. Es reactiva para aquellos más sumidos en el simple nacionalismo, y que reaccionan a los acontecimientos nacionalistas españoles de los últimos 10 años (CiU no solamente se ha convertido en indepe para olvidar el 3%, como tantos dicen). Pero también es activa en aquellos que desean progresar y ven “la moral del vencedor” que reina en España como un lastre. Es en este sentido donde aparecen similitudes con el movimiento 15M, ese que el establishment resolvió tan bien, ignorándolo, tal como se ignora a Podemos (eso es lo que hizo y hace Pedro Sánchez, ignorar la posibilidad de pacto). Sería un error, o un autoengaño, interpretar la reivindicación como un hecho nacionalista aislado, con un solo origen y un solo objetivo: los objetivos podían ser diversos, pero ha sido la inmovilidad del Estado quien los hace confluir en la independencia.

No sé si todo lo anterior es erróneo o no, pero, la furibunda reacción de los cuerpos del estado, me inclinan a pensar que algo de ello hay. Que uno de los grandes temores es que el resto de España pueda interpretarlo así, y por ello el alud mediático que no permite análisis de fondo y otras interpretaciones que sean la propuesta: es una reivindicación nacionalista, egoísta y “mala”.

y 10) Uno opina que el sistema no funciona, pero no tenemos perspectiva para apreciarlo, pues lo vemos cada día, cada hora, cada minuto. Es como la pareja con la que convivimos a diario y que no somos conscientes que envejece. Pero al amigo o amiga que hace diez años que no vemos, caray, decimos, cómo ha envejecido. No es un sistema útil para ser feliz, que, al fin y al cabo, es lo que desea todo ser humano sano. Las generaciones hijas del s. XX hemos visto avanzar la técnica y tecnología de un modo impresionante. Hacemos, conscientemente o no, una comparación con el pasado, seamos más o menos olvidadizos, y lo vemos como una “mejora”. Pero todo esto, para los jóvenes, es dado, es su base, parten de aquí. Y ven que “no es suficiente”.

Aunque les parezca demagogia, el cambio climático, la vivienda y los desahucios, el consumismo, las injusticias o desigualdades que provocan el neoliberalismo, para muchos jóvenes catalanes está relacionado con el independentismo. Esperen, no se me enfaden: ¿quiere decir esto que sueñan una Cataluña perfecta y maravillosa? No, ni mucho menos. No son tontos. Quiere decir que lo ven imposible en una España anclada y conformista y que, esa Cataluña, al menos, es una oportunidad. Solamente esto, casi nada, una oportunidad. Y por ello, un servidor cree que van a luchar por ella.

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1 COMENTARIO

  1. el problema está en la constitución del 78, que se redactó deprisa y corriendo, en un documento que se preparó en el otoño de 1977, tras varias sesiones a puerta cerrada

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