Pero ¿qué clase de broma es esta? Que diría Miguel Ángel Aguilar. Tengo entendido que en los estatutos y reglamentos del PSOE se contempla que si uno sólo de los presentes en una Asamblea solicita el “voto secreto” la mesa que organiza y dirige tal evento tiene que poner los medios necesarios para atender tal demanda. Y aunque no estuviera contemplado en los estatutos y reglamentos ¿no sería posible ponerse de acuerdo para votar secretamente entre personas que se supone que son demócratas?

Supongamos que la persona que preside la Mesa de la Asamblea se ve en la obligación de poner los medios porque se ha solicitado el voto secerto. Tiene que hacerse con una urna, un censo de las personas que tuvieran derecho a voto, las papeletas, unas sencillas normas para realizar la votación y establecer la cuestión a votar.

La urna estaba por allí. Es lógico, pues Ferraz es una sede donde cotidianamente se celebran Asambleas y es lógico que tengan urnas. Las papeletas, con 225 folios, una impresora y una cizalla para partirlos en cuatro ya tendríamos 300 papeletas para cada opción: Si, No y Blanco. Las normas para votar, las de siempre: identificación del votante e introducción en la urna del sobre que se ha preparado en una estancia próxima que garantice la intimidad para seleccionar la opción e introducirla en el sobre. El censo de las personas con derecho a voto, muy sencillo: la relación de personas que se empleó para la convocatoria y a las que se les remitieron las credenciales, se obtiene automáticamente con un par de clicks en el ordenador.

Nos quedaría lo más peliagudo que es establecer mediante consenso la cuestión a votar. ¡Y tanto que era peliagudo!: ¡¿votar en un partido de izquierdas si se apoya a la derecha?! Algo que resulta inaudito, el colmo del surrealismo político. No era discutir si se daba un trato preferencial a determinados aspectos de la sanidad o de la educación debido a la escasez de recursos disponibles, no; era optar entre apoyar la investidura para un gobierno de derechas mediante una abstención o intentar formar un gobierno de izquierdas y en caso de fracaso a repetir elecciones por tercera vez. Pero ¿cómo se puede llegar a plantear esto en un partido de izquierdas? Pues se planteó, así con un par, y fue el detonante, que ya venía rumiándose días atrás, del vergonzoso espectáculo que se dio el pasado día 1 de octubre en el Comité Federal del PSOE.

Bueno, pues la persona que presidía la Mesa de aquella Asamblea que se autoproclamaba como la que tenía la máxima autoridad del PSOE en esos momentos, fue incapaz de procurar y establecer algo tan sencillo como serían los medios y los procedimientos para realizar una votación secreta solicitada por algunas personas allí presentes. Parece que a la Presidenta de la Mesa nadie le reconoció su autoridad ¿por qué? Cuando apareció la urna los allí presentes entraron en un proceso de “histeria colectiva” (me recordó la reacción del Conde Drácula ante el símbolo de la cruz) que dio al traste con la Asamblea y quizá con algo más.

La urna, un antiguo y eficaz invento para dirimir conflictos entre personas o seleccionar opciones, en este caso actuó como catalizador de un agudo mal que ya venía siendo crónico desde hace mucho tiempo: el miedo a la democracia. En una organización de izquierdas proponer apoyar a esa derecha que ha destrozado el estado de Bienestar para que siga gobernando vendría a ser como mentar la soga en casa del ahorcado. Pero ¿Qué clase de broma es esta? Que dijo aquel magnífico cronista.

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