Las agresiones sexuales no tienen que ser violentas, ni llegar a su culminación para que sean catalogadas como traumáticas. La historia que voy a contar es verídica, y lo único que ocultaré de ella son los nombres reales de sus protagonistas.

Verónica, era una chica de 14 años que estaba descubriendo su sexualidad, el cómo se sentía atraída por los chicos y como ya empezaba a tener algún que otro “rollo” esporádico, sin sexo explícito, pues aún no se encontraba preparada para ello.

Una noche conoció a Carlos, era un amigo del nuevo grupo con el que salía, en seguida ambos se sintieron muy atraídos y él estuvo toda la noche tras ella, con caricias, halagos y demostraciones de lo más cariñosas. Verónica pensó que parecía un “buen tío” pues era atento y cariñoso con ella, así que cuando Carlos le dijo de ir a un sitio más apartado los dos solos, ella no tuvo objeción, pues se lo habían pasado muy bien juntos y se sentía muy atraída hacia él.

Carlos la llevó a un portal cercano a donde sus amigos esperaban sentados en unos bancos, sin perder la fachada de galán, comenzó a besarla mientras poco a poco la acercaba contra la pared. Verónica le siguió el juego pues realmente él le gustaba y no quería parecer una “niñata”. Llevaba toda la noche con su actitud dura y decidida de “mujer” madura, como para echarse atrás ahora… Pero la cosa empezó a ponerse fea, los besos dieron paso a las manos y los lametones, mientras él restregaba su cuerpo contra el suyo oprimiéndola contra la pared.

La sensación de confort cambió bruscamente a una situación de alarma dónde Verónica intentó frenarle un poco, con alguna excusa como ”para, que nos van a ver” o “deberíamos volver con los demás antes de que se preocupen”, pero nada servía, Carlos le decía al oído: “no seas cría”, “verás como te gusta”. Y de pronto, sus manos ya estaban recorriendo todo su cuerpo y Verónica se quedó petrificada, durante unos minutos fue incapaz de moverse ni mediar palabra, pero en su cabeza se repetía lo mismo una y otra vez: “Por favor, que pare” Cuando Carlos empezó a desabrocharle el pantalón y meterle la mano por dentro de la ropa, Verónica reaccionó, y le gritó “Déjame, no quiero” “Suéltame”, pero Carlos la agarraba más y más fuerte y le repetía “¿Vas a salir corriendo como una cría?»

Verónica solo quería salir de ese oscuro portal, volver con sus amigas y alejarse de allí para siempre, pero Carlos la agarraba con fuerza intentando taparle la boca para que no gritase, ella luchaba y lloraba y al fin en un movimiento desesperado cuando él intentaba tumbarla en el suelo, consiguió zafarse y salir corriendo. Carlos fue detrás de ella, y comenzó a gritarle insultos y humillaciones diversas, diciéndole que solo era una cría jugando a ser mujer, pero en cuanto llegaron a donde estaban sus amigos, él cambió de actitud como si nada hubiera pasado. Verónica solo le dijo a sus amigas que tenían que irse ya y aunque estaban extrañadas, rápidamente se marcharon con ella, mientras Carlos le decía entre risas y con tono amenazante “no te olvides de mi”… y precisamente eso era lo único que Verónica quería, olvidar, borrar ese momento de su vida para siempre, dejar de sentirse sucia, culpable, engañada, rota… pero no fue fácil, durante meses, él se acercaba a la puerta de su instituto para esperar a que ella saliese, solo para mirarla de arriba a abajo, relamerse y decirle “Hola Verónica, a ver cuando repetimos”… él disfrutaba de su humillación viendo como Verónica palidecía cada vez que le veía…

Pasaron años hasta que fue capaz de pasar por la calle donde se encuentra aquel oscuro portal, a día de hoy, aún se le hace un nudo en la garganta cuando cruza por delante.

Jamás pensó que aquel suceso marcaría su vida para siempre, pero lo hizo, condicionó por completo toda su vida emocional y sexual, la cual no pudo desarrollarse con normalidad, pues cada vez que intimaba con alguien y tenía relaciones sexuales, aquellos recuerdos se agolpaban en su mente, y ella se sentía sucia y culpable, pues aunque seas la víctima de una agresión sexual, esta sociedad patriarcal y machista, nos ha educado para pensar que si el hombre nos hizo eso, es porque nos lo merecíamos, o nos lo habíamos buscado y aunque sepas que no es así, el sentimiento de culpa te infecta como una enfermedad que nubla tu juicio.

Por eso insisto, en que muchas veces se piensa que para que un hecho de agresión sexual sea traumático o se considere violación, tiene que existir la penetración, coito o culminación del acto sexual en sí, pero no es así, no es un acto físico solamente y no por eso la sensación es mejor o más fácil de superar, pues tu espacio seguro, el control sobre ti misma y tu cuerpo, se ha profanado de la misma forma, con un acto que implica violencia y fuerza física, y por desgracia, en la mayoría de los casos, ese equilibrio no vuelve a restaurarse, es como un veneno, del que siempre queda algo.

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