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Verde, caro y falso

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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¿Por qué triunfan las series televisivas? ¿Por qué se han posicionado como el nuevo maná de las productoras? Yo diría que el mercado va tan deprisa que un largometraje, por mucha calidad que destile, no cosecha los rendimientos adecuados a corto plazo. Aquí también gana la mecánica, la cultura del enganche: hay que enganchar al público, a lo que sea, en arte, economía, circo (fútbol), salud y necesidades en general: problemas a resolver. Enganchar al no-teléfono móvil, a la mascarilla, a la “serie” de vacunas. Enganchar a las noticias, dando a conocer indiscriminadamente qué medidas, precauciones, miedos, decretos, leyes, qué nuevos problemas y limitaciones presiden el día de hoy, lo que conlleva engancharse a la política, y a los “acontecimientos internacionales”. Todo de fábrica, absolutamente artificial y gratuito en esencia y apariencia. Enganchar antes de que te canses y descubras la basura que estás consumiendo. Para entonces ya habrá nuevos adeptos, y nuevo producto. De modo que la calidad en sí nunca llega a cuajar.

Y en esta dinámica estamos. En lugar de evolucionar a un sistema cada vez más independiente del enchufe, nos movemos en la suicida dirección contraria, argumentando “eficiencia”. Precisamente, con el brillantísimo proyecto-aberración del Internet de las cosas, bajo el cual se esconde el ya conocido plan de futilidad, de caducidad general total: actualiza la app de tu cepillo de dientes, tu peine o tu supositorio digital. Esa es la idea, digitalizar y meter TODO en Internet (¡ja, suena al plan fantasioso de un niño psicópata! ¡Y los políticos van y lo predican!), que todo enganche y, por tanto, caduque por el camino sin lograr desarrollarse, finalizarse, definirse. Y así nada pervive. Así el ser humano se despega de la naturaleza, de los objetos, de su esencia. Porque los objetos molestan, oiga. Pero ¿por qué estamos aquí, si no es gracias a objetos, a pruebas y huellas del pasado? El espíritu actual de prisa, de superficie led y alma plasmófila, se enfrenta radicalmente con el Renacimiento (qué palabra tan antigua, ¿verdad?). Allí se desenterraban ideas y cosas con la finalidad de conocer, a secas. Aquí se desprestigia y anula (cuando no se plagia) todo lo pasado (si no da dinero en “cultura”). Se ridiculiza el humanismo, la filosofía, aunque sea en su versión micro: ese minutito dedicado a pensar si la estás cagando o no. En su lugar se promueve el selfie, la nada, lo virtual, su conexión veinticuatro horas (¿qué remedio?), porque hablamos de nada, y la nada precisa caro mantenimiento, eléctrico, sí señora.

Los objetos solo merecen la pena si han sido tratados digitalmente o viven a enchufe. Y cuando todos esos caros objetos llamados coches, TODOS (y venideros), se muevan con electricidad y cobertura, ¿dónde estará el avance? Cuando toda la energía sea verde y todo el puñetero planeta derive a un solar cubierto de paneles solares… ¿Qué más? ¿De dónde sacarán las tóxicas materias primas para construir más paneles, por ejemplo? Esas cosas también caducan. ¿Adónde irá toda esa basura? ¿A reciclaje? ¿Seguro que sí?

En lo virtual y efímero germina estupendamente la estafa, la falsificación, el pirateo y la mentira. “Cuida tu planeta” es otra de tantas frases hechas destinadas a su consumo: puro (y sucio) marketing: estafa. Que nadie me nombre el eufemismo “verde” mientras exista una sola pista cubierta de esquí (especialmente en Dubái). Mientras tú, sí, tú, sigas limpiándote el culo con montañas de papel, ese que compras acelerado, por kilos, cuando te venden crisis de transporte, no vaya a ser que se acabe, no me nombres el “respeto por el medio ambiente”. ¿Dónde está escrito que todo plató de televisión, todo escenario, toda conferencia o meeting pre-ci-se pantallas gigantes por los cuatro costados? ¿Bajo consumo? ¿Eficiencia energética? ¿De millones y millones de dispositivos? Pretendes concienciarme con fotos del antes/después de la Antártida, Groenlandia o mi pueblo. ¡Y me ofreces imágenes del periodo 2000 – 2022! Más claro agua y más brillante, mercurio.

Abre un libro de papel junto a la ventana, sin prisas. Haz el amor, despacio, y no vendas (enmascaradamente) más drones, más armas, en nombre de la Paz. Aquí hace falta otro Woodstock, relajado, extenso y profundo, con música de verdad y cortes de manga físicos, sin narcisismo selfie, sin pantallas, con mucha genialidad y frescura. Me apunto como batería acústico vintage.

¡Más bidés!

Hala. Ya puedes apagar tu querido Iphone y pedir otra cerveza. Piénsatelo.

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