“¡Qué barbaridad!, ¿cómo puedes ir vestido así?”, le dijo una compañera de trabajo a Boris Pérez cuando se encontraron por la calle un día de verano. Boris se miró: camiseta, zapatillas de deporte y pantalón de chándal. Algo informal. Su amiga le señaló que no llevaba pantalón corto. “Boris, que estamos en verano y hace calor”.
Era cierto. Boris pensó en los pantalones de verano. No los usaba. Llevarlos ha sido una moda reciente. Menos tela y mismo precio. Todo un éxito para la industria textil. Lo intentaron con los pantalones llamados pirata que ahora ya no se llevan. Al poco tiempo las empresas del sector decidieron usar todavía menos tela y lo convirtieron en pantalón corto. Boris opina que no compensa comprar un pantalón corto. Por el mismo precio podría adquirirse un pantalón largo fresquito para usarlo más allá de los meses de verano.
El markting ha estado muy bien hecho. El pantalón corto solo se usa en vacaciones de verano, pero de forma casi obligatoria. Al final no se sabe si es verano por el calendario o porque solo se ven pantalones cortos por la calle.
“Bueno, hasta luego”, dijo Boris, “voy a comprar tabaco que se me ha terminado”. Su amiga respondió: “vale, pero ponte un pantalón corto que me da calor solo con verte así”. Boris se alarmó. Él no fumaba, pero a su compañera de trabajo le importaba menos el tabaco que el pantalón. Pero ella tenía razón. Que Boris fumara solo le afectaba a su propia salud, pero que le vieran con pantalones largos en verano, afectaba a la sensación de vacaciones de todos los demás.
Volvió a pensar en el gran éxito de la campaña comercial que han montado las empresas fabricantes de pantalones cortos. Pensó que el siguiente paso sería incorporar una etiqueta bien visible en todos los pantalones largos que dijera: “usar estos pantalones en verano perjudica seriamente su salud y la de los que le rodean”.
Boris esperaba no llegar a ver eso. Mientras tanto llevaría sus pantalones largos aunque fuera verano, porque no iba a dejar de ser verano a causa de sus pantalones.