jueves, 25abril, 2024
13.2 C
Seville
Advertisement

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen

Nicolás Fuster
Nicolás Fuster
Nicolás Fuster nació un martes en Buenos Aires. Se buscó en Argentina, el Reino Unido, Bélgica y Luxemburgo. Estudió música y trabajó en una librería. Tiene una relación extramatrimonial con la Literatura y es un lector desordenado. Actualmente estudia Relaciones Internacionales en Sapienza (Roma).
- Publicidad -

análisis

- Publicidad -

Con esta epanadiplosis, en su Poema Conjetural Jorge Luis Borges resume la victoria de los bárbaros de las pampas argentinas sobre Francisco Narciso de Laprida, un letrado, un hombre culto, que recibe cuchilladas en el pecho y la garganta. Quien fuera el presidente del Congreso que declaró la independencia en Tucumán en 1816, encuentra la muerte en manos de un grupito de gauchos.

Hace poco más de un año, la mujer más preparada para uno de los trabajos más importantes del planeta obtenía más votos pero perdía una elección ante un hombre que representa el vacío mismo, en uno de los países con mayor tradición institucional del mundo moderno. Gustaba más, gustaba menos, pero era ella: su experiencia profesional, su plataforma, su programa. Del otro lado, un hombre ridículo que gritaba slogans machistas y xenófobos en un país de inmigración, caracterizado por su diversidad étnica. La noche fue larga y el hombre, ese que todos dijimos que no, que cómo iba a ganar, se convirtió el president elect.

Hace poco más de una semana, hubo elecciones en Italia, que institucionalmente es un país un poco raro: un sistema único en el mundo, un parlamentarismo con leyes electorales que se modifican frecuentemente, burocrático – como todo en el Estado, y un racismo, una xenofobia, un fascismo latente en buena parte del electorado.
La campaña fue inusual: el nivel de discusión fue prácticamente nulo, dos de los tres líderes de las plataformas más fuertes no quisieron dar un debate. Tampoco faltaron las mentiras, gritadas con fuerza, las mentiras presentes en esta nueva oleada de elecciones, desde el Brexit en adelante. (¿Cómo eran las elecciones anteriores, cuando no había redes sociales? Pienso en el affaire Dreyfus, pero fue uno solo y hace más de cien años. ¿Qué pasó en el medio, hasta nosotros?).

Por las características del sistema italiano de mayorías y coaliciones, no hay un vencedor claro, sino dos: el populista Partido 5 Estrellas y la xenófoba Liga Norte. Ninguno tiene la mayoría para gobernar, pero ambos se adjudican una neta victoria.

Lo que es cierto es que el principal partido de centro izquierda, el Partido Democrático liderado por Matteo Renzi, obtuvo un porcentaje más que desalentador. En los últimos cinco años, en los que gobernó el PD, Italia vio crecer su PIL alrededor de un 4%, sube el nivel de ocupación, se consiguieron numerosos nuevos derechos (unión civil para homosexuales, ley sobre el biotestamento, leyes contra el feminicidio, entre muchas otras), algo se mueve en un país con una pantanosa tradición institucional.

¿Era perfecto Obama? ¿Era perfecto Renzi? Claro que no. Pero si para reparar sus falencias colocamos a Trump y a Salvini, no vamos a resolver nada.

Al igual que en el referéndum no vinculante en el Reino Unido, al igual que las presidenciales de Estados Unidos y otras elecciones, esta campaña giró alrededor de la inmigración – la inmigración como problema, como invasión que hay que detener, como parva de africanos que viene en una balsa o sirios que llegan, habiendo cruzado Medio Oriente a pie, escapándose de una guerra, ya listos para quitarnos nuestros trabajos.
Los que más temen a los inmigrantes son los que votan en zonas en las que la presencia de inmigrantes o refugiados es mínima. Los que no los quieren son los que nunca los vieron.

Entonces, reformulo: al igual que en el referéndum por Brexit, que las presidenciales en Estados Unidos y otras elecciones, la nueva ola nacionalista llega desde el este (Polonia, Hungría, ya Austria, ya Italia) y gira alrededor del miedo, tan fácil de vender y tan fácil de comprar.

En un mundo cada vez más integrado, las elecciones en un país cercano o lejano tienen cada vez más repercusiones en el resto. Qué tal si todos pudiésemos votar en las elecciones de Estados Unidos, ya que sus decisiones pueden afectarnos directamente. O mejor, en Rusia.
En Europa se intentó el mes pasado, y la propuesta de las listas transnacionales no superó la voluntad de la mayoría conservadora del Parlamento Europeo. De todos modos, es muy probable que en un segundo momento se logre.

En un mundo cada vez más integrado, es evidente que las propuestas cortoplacistas de los que apuntan a desintegrar pueden parecer dulces para una buena parte del electorado.

Si estamos a la altura, si llegamos a comprender qué es lo que está pasando y no nos creemos que «Trump nunca será presidente», podremos detener a los gauchos antes de que acuchillen a Laprida.

- Publicidad -
- Publicidad -

Relacionadas

- Publicidad -
- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre

- Publicidad -
- Publicidad -
- Publicidad -
Advertisement
- Publicidad -

últimos artículos

- Publicidad -
- Publicidad -

lo + leído

- Publicidad -

lo + leído