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Vacunación en la selección de fútbol: otra chapuza nacional

Gobierno y Federación están dando un espectáculo de improvisación lamentable a pocos días de que comience la Eurocopa

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análisis

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Las dos Españas andan de nuevo a la gresca, esta vez a cuenta de si se debe vacunar o no a los futbolistas de la selección que van a participar en la Eurocopa. Los más futboleros creen que la medida es necesaria por aquello de que en los tiempos que vivimos el deporte implica imagen de marca, industria y PIB, de manera que no enviamos a 25 señores en pantalón corto a darle patadas a un balón sino a 25 embajadores que van a abrir nuevos mercados y de paso a conquistar el vellocino de oro. Por el contrario, los negacionistas del balompié se preguntan a qué viene esto, a santo de qué dar un trato privilegiado a unos millonarios de la selección colándolos en las listas de espera e inmunizándolos cuando no les toca porque ni forman parte de grupos vulnerables ni son personal esencial expuesto a un alto riesgo de contagio.

El debate está servido, y como todo en la vida se enfrentan dos formas de entender el mundo, dos ideologías contrapuestas, dos filosofías diferentes: realistas o pragmáticos versus idealistas o platónicos. Vaya por delante que las dos opiniones son válidas. Si el ser humano lleva miles de años tratando de resolver la polémica cuestión no vamos a ser nosotros los listos que la solucionemos aquí, de un plumazo y en un momento. Esos milagros solo ocurren en Lourdes y en el despacho de Santiago Abascal, que tiene remedios mágicos para todos los males de esta España nuestra en endémica decadencia.

Desde el punto de vista pragmático, hay argumentos más que suficientes para entender que un futbolista debe ir limpio, aseado y vacunado a un evento internacional de primer orden como es un campeonato europeo de selecciones nacionales. De ahí que no nos quede otra que vacunar a nuestros chicos de la Roja y dejarnos de cuentos filosóficos y teorías sobre la igualdad de todos ante la ley. Les guste o no a sus detractores, el fútbol es un espectáculo global de interés mundial y ya se sabe lo que dijo Freddie Mercury: Show must go on.

Una vez entendida esa premisa, no podemos enviar por ahí fuera, al extranjero, a 25 tipos sin protección, a la buena de Dios, a pelo, como una panda de desaliñados y griposos salidos de algún rincón de la historia y dispuestos a propagar la peste por media Europa, como ocurrió hace siglos con los bárbaros y los hunos. ¿Qué imagen estaríamos dando al resto del mundo? Al pobre Busquets le ha pillado el bicho y pese a que nada más dar positivo en el test ha sido aislado y sometido a estricta cuarentena, ya le han colgado el cartel de Se busca o Wanted. Algunos prebostes de la UEFA incluso exigen que se quede en su casa y renuncie a participar en el torneo, lo cual sería un atropello y una cacicada futbolística. El caso Busquets da una idea de lo mucho que nos jugamos en credibilidad de cara al exterior.

Polémica en la Selección

Desde hace siglos, la Europa rica viene alimentando nuestra leyenda negra, ese retrato injusto y algo supremacista del español miserable y portador de enfermedades. Ya ocurrió en 1918, cuando se nos acusó de haber propagado la gripe que mató a más 40 millones de personas en todo el planeta (hoy los estudios científicos han demostrado que no fuimos nosotros los culpables, sino que la pandemia pudo haber empezado en Francia, en China y hasta en la base militar yanqui de Fort Riley). Luego, cuando la Guerra Civil, a aquellos perseguidos republicanos que atravesaban los Pirineos huyendo a la desesperada de las garras de Franco se les recluía en campos de concentración para que no pegaran el paludismo, el piojo rojo y otros males a los perfumados franceses. Otro palada más en nuestra leyenda negra de míseros apestados.

¿Por qué Gobierno y Federación lo han dejado todo para última hora?

Por tanto, tenemos la obligación de romper con ese estigma histórico de la tribu ibérica atrasada e infecciosa. Tenemos el deber de demostrarle a la Europa opulenta que recela de los vecinos desarrapados del sur que la España de hoy ya ha salido del subdesarrollo y del burrotaxi, que tenemos medicina, sanidad pública, vacunódromos de ciencia ficción y dinero suficiente para comprar vacunas de todas las marcas, desde la sospechosa AstraZeneca hasta la codiciada Pfizer. Hoy más que nunca parece conveniente acabar, de una vez por todas, con el mito del español atávico portador de gérmenes que no se ducha nunca. Y la mejor forma de hacerlo es que nuestros futbolistas, ya que van a competir, lo hagan dando ejemplo con todas las garantías sanitarias, al igual que ese millar de deportistas de nuestro país que asistirán a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, este verano, y que ya han sido vacunados sin que se monte un cisma nacional. 

Ahora bien, al igual que los que están a favor de la vacunación futbolera tienen sus razones de peso, también los opositores disponen de argumentos para mostrarse en contra. El ritmo de vacunación en nuestro país, aunque ha mejorado, sigue siendo lento (solo una de cada cuatro personas ha recibido la pauta completa de inmunización) y muchos que deberían haber sido ya inoculados (bien porque desempeñan trabajos esenciales o porque son enfermos crónicos) continúan esperando pacientemente su turno. No se puede negar que el discurso de quienes denuncian un trato privilegiado para los futbolistas es filosófica y políticamente impecable. Por si fuera poco, la conducta de algunas estrellas de la cancha convertidas en evasores fiscales tampoco ayuda demasiado a que les cedamos el paso en los protocolos de vacunación. Si ellos no son solidarios con la sociedad, tampoco la sociedad tiene que serlo con ellos. En resumen, lo que se va a hacer con los muchachos de Luis Enrique es una excepción a la regla general y toda excepción entraña riesgos de desigualdad y favoritismo.

Llegados a este punto, y siendo el problema filosóficamente irresoluble, lo que sí cabe preguntarse es por qué las autoridades españolas están dando semejante espectáculo de descoordinación, desidia y falta de previsión. Si optamos por no vacunar a los jugadores para no crear agravios comparativos no hay más que objetar: todo se deja en manos del azar y solo cabe rezar para que un defensa central ruso con covid no tosa encima de nuestros chicos en medio de un partido, lo que supondría la inmediata eliminación del equipo por goleada vírica. Pero si se ha decidido que la delegación al completo vaya inmunizada a la cita eurocopera, ¿por qué Gobierno y Federación lo han dejado todo para última hora? ¿Por qué no se ha trabajado la cuestión con la seriedad que requería? ¿Por qué seguimos cayendo en la procrastinación, ese virus tan español que lleva aquejándonos desde los tiempos de Felipe II? La pandemia la venceremos porque tenemos tecnología y medios para ello. Otra cosa es la chapuza nacional. Esa plaga no nos la quitamos ni con un chute de Pfizer.

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