La Universidad católica de Ávila constituyó un escándalo desde su creación. Si esta universidad si se pudo crear, lo hizo al amparo de los acuerdos con la Santa Sede, ya que no se constituyó –en un principio– como una universidad privada común, sino que se erigió como una universidad canónica. En realidad, fue una estratagema para evadir los requisitos que entonces se exigían para aprobar la creación de universidades.

En este primer pecado original colaboraron el Ayuntamiento de ÁvilaÁngel Acebes era su alcalde– la Caja de Ávila y el Obispado, donde Cañizares era entonces titular y principal impulsor de la Universidad Santa Teresa de Ávila, después denominada Universidad católica. Solamente los concejales de Izquierda Unida se opusieron a la creación de una universidad católica en la cual participaba el ayuntamiento. Los concejales del PSOE aplaudieron hasta con las orejas. Incluso CCOO –para sonrojo de todos sus afiliados–apoyó –desde Caja de Ávila– la iniciativa.

La universidad católica de Ávila se creó, además, con recursos financieros y facilidades tanto de la Caja de Ávila como del Ayuntamiento. Realmente, es bochornoso que un ayuntamiento pueda ser impulsor de una universidad católica. Y en cuanto a lo de “Universidad”, de esto tendríamos mucho que hablar; no por casualidad ocupa el último lugar en los rankings que circulan en España sobre nuestras desacreditadas universidades.

Las titulaciones que imparte han sido avaladas por la Junta de Castilla y León, y el Consejo de Universidades ha debido santificar todo este desaguisado. No obstante, y a pesar de todos los esfuerzos y maniobras propias del barroquismo católico, esta Universidad ha estado a punto de quebrar en varias ocasiones. Primero, lanzó una política con vistas a atraer a los alumnos que no lograban aprobar la Selectividad en Madrid y después intentó impulsar diversos grados, pero nunca llegaron a pasar de 600 alumnos.

El Obispado fue incapaz de impulsar este proyecto de universidad católica por sí solo, pero en el año 2007 y tras un pelotazo urbanístico de dudosa legalidad, el Obispado logra salvar, con la Ayuda del Ayuntamiento de Ávila, la Universidad católica. Entonces, celebra un acuerdo con la extraña Fundación Tellemar, instrumento del aún más extraño “Instituto secular de las cruzadas de Santa Maria”, para que gestionen esta universidad a punto de extinguirse. Después de diversas restructuraciones y despidos de una parte de la plantilla, ha sido beneficiada por la puesta en marcha de la Universidad on line. Los alumnos han pasado de 600 en el 2007 a casi 3.000 en la actualidad, pero la mayoría son estudiantes online. Ahí está la clave. Piénsese que el exministro Wert, a parte del destrozo que ha dejado en las enseñanzas medias, también se destacó por impulsar las universidades privadas, “chiringuitos”.

en el año 1997 había trece universidades privadas y hoy hay ya 30

En 2015 se promulgaron tres Reales Decretos cuyo objetivo esencial era facilitar la creación de universidades privadas. Los críticos al Real Decreto lo calificaron como el Real Decreto de los “chiringuitos” educativos. También ha facilitado la creación de las universidades online. Si nuestro sistema educativo, en primaria y secundaria, tiene un problema de segregación social monumental, como consecuencia de la concertación con la enseñanza privada y particularmente con la enseñanza católica, en la universidad vamos encaminados hacia un modelo también muy segregado. Piénsese que en el año 1997 había trece universidades privadas y hoy hay ya 30. Por cierto, en todo este proceso hay un Banco, el Santander, que está siempre presente. Los paneles rojos publicitarios de este banco son el fondo de todas las comparecencias de los rectores, las escuelas de verano de nuestras universidades públicas o privadas. Alguien debería investigar esto.

La Universidad católica de Ávila, por la que nadie daba un duro, y las Cruzadas de Santa María avanzan en la captación de alumnos online, al tiempo que firman multitud de convenios con instituciones varias: convenio con la Guardia Civil a cuyos miembros y familiares ofrecen precios especiales; recientemente, convenio o contrato –no se sabe muy bien– para formación de policías, en detrimento de la Universidad de Salamanca; o Curso de verano sobre el “retorno de los populismos”, con el diario La Razón, donde pasa toda la plana mayor del PP. Ahora amenazan con establecerse en Plasencia. El ayuntamiento de Plasencia les piensa ceder un edificio público e histórico por 50 años con tal fin. Si nadie lo remedia ahí se establecerán.

La Universidad católica de Ávila se creó mediante una artimaña, utilizando incluso torticeramente los Acuerdos con la Santa Sede, y con el respaldo del Ayuntamiento de Ávila, la Caja de Ávila y hasta del propio Ministerio de Justicia, que inscribió en su momento esta universidad como “institución canónica”, cuando ya en ese año, 1996, no estaba claro que pudieran avalar esa posibilidad. Pero no solo ha sido la Universidad Católica de Ávila. En los años 70, el CEU (el colegio de los propagandistas de acción católica) era apenas un colegio mayor adscrito a la Universidad complutense sin posibilidad de emitir títulos, y hoy es ya una Universidad con más de 20.000 alumnos expandido por todo el país, aparte de las decenas de colegios de primera y segunda enseñanza y las escuelas de negocios que está abriendo por doquier.

El propagandismo católico se ha convertido, además, en un gran negocio educativo sustentado por los hijos e hijas de las clases medias y altas que pueden pagar sus matrículas. Las infatigables Cruzadas de Santa María tienen un ejemplo a seguir: ¿Serán capaces de construir un negocio tan rentable como lo ha hecho el CEU? De momento lo están consiguiendo, aunque sea online.

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