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Una ‘paralela’ ética a los entrañables discursos navideños del rey emérito

Juan Carlos I alardeaba en la Nochebuena de 2013 de asumir “las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad”, poco después de transferir 65 millones “por amor” a Corinna Larsen

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No sólo lo volvió a hacer, volvió a ocurrir, a equivocarse, aunque en esta ocasión sin pedir perdón públicamente como entonces cuando salió compungido y lloroso del hospital después de la piedra de toque de aquel 13 de abril de 2012 en la lejana Botsuana. Ahora se puede saber con más nitidez que presuntamente lo venía haciendo regularmente desde hacía años en medio de entrañables discursos navideños apelando a la igualdad de todos los ciudadanos ante la justicia y otros mensajes por el estilo contra los corruptos y todos aquellos que han vulnerado la ley desde los puestos de honor que otorga la ciudadanía democráticamente.

El rey emérito visto hoy, a punto de finalizar este infausto 2020, a través de sus últimos discursos navideños sonroja cuanto menos al superponer sobre ellos en el tiempo sus presuntos desmanes monetarios

El rey emérito visto hoy, a punto de finalizar este infausto 2020, a través de sus últimos discursos navideños sonroja cuanto menos al superponer sobre ellos en el tiempo sus presuntos desmanes monetarios. Y pese a ello, el Gobierno y los principales partidos de la oposición se tapan los oídos y cierran la boca al CIS para que no pregunte por la institución monárquica, además de mantener vigente la figura del rey emérito y la inviolabilidad de la Corona, entre otros privilegios que desequilibran ipso facto la balanza de una justicia realmente igualitaria para absolutamente todos los españoles.

Ya el principal partido de la oposición se afana estos días en intentar explicar lo inexplicable legalmente, puesto en boca de la presidenta de los madrileños, Isabel Díaz Ayuso, que ha dado por hecho que “no todos somos iguales ante la ley”, en un intento de echar un cable al entuerto fiscal y legal en que se encuentra actualmente el emérito Juan Carlos I, que ha tenido suerte de que la paralela fiscal solo se le haya aplicado al uso de una tarjeta opaca y no a sus discursos navideños cuando el monarca apelaba en ellos a la “transparencia” de la Corona y a la “igualdad de todos los españoles ante la ley”.

El rey emérito, cargo inexistente hasta ahora otorgado por el Gobierno de Mariano Rajoy a través de un real decreto, ha mantenido durante años dos vidas paralelas de facto. Por un lado, la amable y bonachona de hombre de Estado como símbolo visible de todo un país a nivel planetario, que de cara a la opinión pública se mantenía incólume gracias al acuerdo tácito de los dos grandes partidos que han gobernado alternativamente este país durante cuatro décadas de democracia.

Por otra parte, la ciudadanía de este país asiste atónita a esa otra vida privada de lujo y ostentación con uso desenfrenado de tarjetas opacas, donaciones de procedencia más que dudosa y sin declarar al fisco y supuestas cuentas secretas en paraísos fiscales. Algo parecido a lo que el primer partido político de este país condenado por corrupción, el Partido Popular, aplicó con saña entre los suyos durante años con el consentimiento más o menos explícito de un ejecutivo que fue expulsado por la mayoría parlamentaria a través de una moción de censura por primera vez en la historia de España.

“Credibilidad y prestigio de algunas instituciones”

Cuando el yerno del emérito Iñaki Urdangarin fue imputado por el Caso Nóos en 2011, por el que finalmente fue condenado por corrupción en 2017 a seis años de prisión, el monarca pronunció aquella Nochebuena de ese mismo 2011 un emotivo y esperado discurso navideño donde señaló: “Me preocupa también enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones”.

Muy poco después de esas entrañables palabras, el monarca transfirió casi 65 millones de euros a su entonces pareja sentimental Corinna Larsen “por gratitud y amor”, según ha declarado la propia receptora de ese dinero ante la Fiscalía suiza que investiga el caso. Este dinero procedería de un presunto cobro de comisiones en la obra faraónica del AVE a La Meca (Arabia Saudí).

Un año después de este dadivoso regalo “por amor” de dinero presuntamente opaco y sin declarar al fisco, el rey Juan Carlos pronunció otras entrañables y paradójicas palabras en el que sería su último discurso navideño antes de su abdicación en junio de 2014. Cabe recordar aquí que la ciudadanía española sufría entonces toda la crudeza de la brutal crisis económica. “Esta noche, al dirigiros este mensaje, quiero transmitiros como Rey de España: En primer lugar, mi determinación de continuar estimulando la convivencia cívica, en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuye el orden constitucional, de acuerdo con los principios y valores que han impulsado nuestro progreso como sociedad. Y, en segundo lugar, la seguridad de que asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad”.

Por sus palabras y hechos debemos valorarlo y por la hemeroteca lo conocemos hoy algo más y mejor. Visto lo visto, el Emérito ha podido regularizar con el fisco más de un millón de euros no declarado a las cuentas públicas y procedente de una tarjeta opaca sin necesidad de que Hacienda le haga una ‘paralela’. Si esta ‘paralela fiscal’ se le aplicara a los discursos navideños de sus últimos años en el trono, los hechos demuestran que no pasaría el filtro.

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