Una mujer sin un hombre…

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Foto Agustín Millán

Estas semanas atrás, aparecía en las redes una frase que se suele atribuir a Gloria Steinem: “una mujer sin un hombre es como un pez sin bicicleta”. A pesar de lo que la han criticado algun@s que piensan, con una lectura demasiado literal, en la absurdez de la comparativa, a mí me parece una genialidad que me permite hablar del debate en Argentina con el tema del aborto. Porque sí, el tema del aborto tiene que ver mucho con los peces (y los panes del milagro), y algo menos, pero también bastante, con las bicicletas que nos encontramos para hacer un camino por un medio totalmente ajeno.

El miércoles de la semana pasada todas las feministas estábamos pendientes de Argentina. Intentábamos insuflar ánimo verde a nuestras compañeras de allá. Pero la presión en redes, las centenas de miles de mujeres que salieron a la calle y esperaban a la puerta del Senado, no lograron el milagro. Seguramente porque Dios, al parecer, estaba en su contra, empleando la voz en la tierra de 38 senadores y senadoras. Gloria Steinem se habrá revuelto en su tumba, como a otras se nos revolvía el estómago, con cada argumentario más papal que el anterior que íbamos escuchando durante el debate que se produjo en el senado. Queríamos, todas, otra señal más de que el feminismo avanza, y de que en la cultura dominante un agujerito empieza a hacer mella en el patriarcado. Pero el patriarcado es una cultura que se hace fuerte y se retroalimenta con las estructuras de poder que a su vez lo usan para sostenerse. Se hace fuerte en el capitalismo y se hace muy fuerte con la religión. Una aleación perfecta con el catolicismo lo hace irrompible, indeleble, inmutable, impasible, y absolutamente ajeno a la realidad social que lo rodea.

En Argentina se ha visto claro. El argumento no podía ser más pragmático, más aséptico, menos emotivo y a la par más sentimental. Nuestras mujeres se mueren. Porque la ilegalidad del aborto no elimina el embarazo indeseado. Porque su penalización solo lo convierte en clandestino, y por tanto en peligroso. Como un pez nadando en el agua, lógico, pertinaz, disfrutando de su medio. Salud pública, vidas humanas, mujeres que merecen una segunda oportunidad y no mal morir o tener nefastas consecuencias por la aplicación negligente o desconocedora de los más peregrinos métodos (ilegales, irreales, inconcebibles) de anticoncepción y aborto.

Y llegó la bicicleta como imposición. Y el argumento rebotó en lo impenetrable. En la amalgama perfecta hecha fría y calculada creencia religiosa. El cinismo hecho duro metal se hizo fuerte en los derechos constitucionales de la vida de un embrión. A veces me pregunto si un pro vida come… o cómo diferencia la vida de un vegetal o un animal y la de un zigoto, un embrión y, si me apuras, la de un feto en el inicio de la etapa fetal. A veces me pregunto incluso si no habrá hombres pro vida asesinos de sus propios espermatozoides. Y el argumento pragmático chocó contra el escudo impermeable y otra vez la mujer, hecha pez, se ve obligada a subir a la bicicleta, y ya no puede decidir sobre su vida, como vida. Otra vez más que ya no puede decidir más allá de la respiración, si el hombre no se lo permite.

Pero antes de volvernos pez, y de pedalear con las aletas, muchas nos preguntamos qué pasaría si mientras pasa este año en que la ley pueda volver a llevarse al parlamento, empieza a regularse la penalización del padre en la misma medida que la de la madre. Qué pasaría si se asume la lógica aplastante de que el embrión se forma con un óvulo y un espermatozoide. De que ya existen las incuestionables pruebas de paternidad. Qué pasaría si se equiparan responsabilidades. Si se regulan los años de cárcel que le tienen que condenar a un hombre por la pérdida de la vida del embrión, si se produce, más la de la madre si, en el proceso, muere por falta de la adecuada atención.

Hartas ya de que nos den bicicletas cuando queremos nadar libres por el mar, este nuevo curso que se aproxima volverá coloreado de violeta y verde. Y en Argentina seguirán sumando apoyos para tener otra oportunidad mientras en España seguiremos trabajando para otro 8 de Marzo que vuelva a demostrar la crisis de los cuidados, la desigualdad estructural en el empleo y en el modelo económico y político, la insuficiencia del Pacto de Estado contra la Violencia de género y la vitalidad del movimiento feminista que ha venido aquí, no para quedarse, sino para cambiar las cosas y romper las aleaciones imposibles.

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Ingeniera Química, tímida y testaruda, llegué a la Concejalía de Servicios Públicos y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Toledo por casualidad: empiezas a echar una mano, y esa mano al final ve la necesidad de hacer más para convertir este mundo en un lugar más justo. Y me lié (o me liaron) para trabajar en temas medioambientales con Izquierda Unida, allá por 2005. A veces es necesario dar saltos al vacío y comprometerse. Firme convencida de que un mundo mejor pasa por la unión de las izquierdas, el feminismo, el ecologismo y la amabilidad en la política, lucho en esa dirección, confortando amistades y también espacios como el de Izquierda Abierta. Urge que la derecha deje de golpear y sangrar a las gentes corrientes.

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