Las pulsiones neuróticas del presidente Donald Trump y sus decisiones unilaterales y cuestionables desde el punto de vista ético y constitucional empiezan a levantar serias sospechas en los círculos de poder norteamericanos. En el Parlamento estadounidense muchos empiezan a convencerse de una terrible realidad: que la primera potencia mundial está en manos de un maníaco con aires de grandeza e ideas delirantes, como esa última ocurrencia del magnate neoyorquino de que inyectarse detergente en vena puede ser un tratamiento eficaz contra el coronavirus.

En las últimas horas, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Eliot Engel, ha anunciado que abrirá una investigación sobre la decisión de Trump de suspender la financiación con la que el país contribuye a la Organización Mundial de la Salud (OMS). El inquilino de la Casa Blanca, saltándose todas las leyes y gobernando a golpe de capricho, ha decidido cerrar el grifo de las subvenciones a organizaciones internacionales que la extrema derecha mundial pretende clausurar al considerarlas “chiringuitos comunistas”. En realidad esta alergia a la solidaridad global y esta obsesión por acabar con organismos que agrupan a todos los países del planeta en la búsqueda de soluciones a los grandes males de la humanidad no es nueva: ya la sufrió compulsivamente Hitler, que en octubre de 1933, nueve meses después de su nombramiento como canciller de Alemania, anunció su retirada de la Sociedad de Naciones.

La carta con la que el dictador nazi anunció aquella ruptura con los demás pueblos de la Tierra para iniciar su loca escalada de violencia y destrucción se conserva hoy en los archivos de la oficina de Ginebra de las Naciones Unidas como prueba del daño infinito que un loco puede llegar a causar a la especie humana. El argumento que en aquel momento esgrimió Hitler para arrancar a su pueblo del resto de la comunidad internacional, hasta convertirlo en un reducto de barbarie aislado de la civilización, fue que los jerarcas de la Sociedad de Naciones se habían convertido en agentes del comunismo y el judaísmo internacional al prohibir que Alemania pudiera fabricar más tanques, bombarderos y barcos de guerra.

Hoy la coartada de Trump es muy similar a aquella que fue defendida por su antecesor en el totalitarismo de raíz xenófobo-racista: la OMS es un refugio bolchevique que gasta demasiado dinero, que no aporta soluciones cuando llega una pandemia y que trata de imponer una ideología contraria al nacionalismo patriótico de las naciones gobernadas por la extrema derecha. En realidad, estamos ante una nueva patraña del populismo ultraderechista, puesto que la OMS ha demostrada sobradamente su eficacia en los últimos años al lanzar constantes alertas sanitarias mundiales que han permitido minimizar los daños ante pandemias como el sars, el virus del ébola o el zika. Su intervención en esta última crisis del covid-19, aunque con errores sin duda, ha sido la correcta, ya que el pasado 30 de enero la Organización Mundial de la Salud lanzaba la primera alerta sanitaria mundial por coronavirus y recomendaba a todos los países que tomaran medidas inmediatas para protegerse. Si el agente patógeno se ha propagado por el mundo de forma imparable no ha sido porque los científicos de la OMS no han hecho su trabajo, sino porque los gobiernos, sobre todo los occidentales marcados por la arrogancia, no se tomaron en serio la amenaza y pensaron que la enfermedad era cosa de chinos y asiáticos.    

Trump anunció el 14 de marzo su decisión de suspender la financiación a la OMS tras llevar a cabo una “revisión del papel” que el organismo ha jugado en la pandemia del coronavirus, al tiempo que acusó a sus directivos de “encubrir” la enfermedad. Acto seguido ordenó congelar los fondos de 500 millones de dólares con los que Estados Unidos contribuye cada año a financiar a la agencia de salud de la ONU.

Pero algo se está moviendo ahora en la política norteamericana. En una carta enviada al secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, Engel ha indicado que la explicación ofrecida por la Administración Trump para suspender la contribución a la OMS ha sido “inadecuada”. Así, el parlamentario demócrata ha precisado que el comité que preside “está determinado a entender las razones detrás de esta retirada autodestructiva del liderazgo global”, según ha informado la cadena de televisión CNN. Engel ha anunciado que el Departamento de Estado ha proporcionado al Congreso “una hoja informativa de puntos de discusión (…) que contiene pocos hechos, ningún plan y ninguna explicación de cómo suspender los fondos para la OMS salvará vidas aquí o en todo el mundo”. Por ello, en la carta, ha solicitado al Gobierno de Washington “todos y cada uno de los documentos relacionados con la decisión y su impacto, listas de reuniones interinstitucionales y funcionarios consultados sobre la financiación”.

También ha reclamado “una lista completa y sin editar” de los funcionarios del Gobierno de Estados Unidos que han trabajado en la OMS, en qué oficina y cuánto tiempo desempeñaron sus labores en la agencia dependiente de Naciones Unidas. Engel ha precisado que si no recibe el material que ha solicitado antes del 4 de mayo, su comité “considerará todas las otras medidas a su disposición para obligar” al Departamento de Estado a proporcionarlo. Engel, que en su carta ha reconocido que la OMS “cometió errores durante el curso de esta emergencia sin precedentes”, recuerda que el camino a seguir no es acabar con un organismo que si no existiera habría que inventarlo, sino apoyar “las reformas necesarias para fortalecer a la organización”. “Ciertamente, cortar la financiación de la OMS mientras el mundo confronta la tragedia de la covid-19 no es la respuesta”, ha insistido.

Nerón ordenó arrasar Roma desde su palacio palatino. Trump destruye todo lo bueno de la humanidad desde su rascacielos neoyorquino. “Que me odien con tal de que me teman. No me importa cuántos mueran por ello, pero el emperador debe ser respetado como artista y soberano”, dijo el criminal romano en una nefasta frase para la posteridad. El presidente de EE.UU lo está haciendo bueno.

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