martes, 19marzo, 2024
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Un viaje inesperado

El escritor venezolano Víctor Vegas retrata la barbarie en su novela ‘Me llaman Big’ mezclando narices rojas y cascos de soldado, botas militares y zapatos de payaso

Nati Villar Caño
Nati Villar Caño
Actriz, docente, dramaturga y directora de teatro. Dirige la Escuela Municipal de Teatro "Ricardo Iniesta" de Úbeda, Premio Max de Carácter Social en 2020.
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análisis

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Cuando me topé con la novela Me llaman Big, del novelista y dramaturgo venezolano Víctor Vegas, publicada por Ediciones Huso, no podía imaginar el pedazo de viaje emocional que iba a vivir con su lectura recorriendo el mundo a través de sus conflictos bélicos. Y es que el recorrido fue a través de la guerra, de los cuerpos mutilados, de las minas antipersona, de las mujeres violadas, de los niños soldados…

Seguramente si nos enfrentamos a la lectura de esta novela desde ese lugar inhóspito y ensangrentado es poca la esperanza que podríamos depositar en el ser humano, pero en cambio es imposible no renovar nuestra fe en la humanidad, en lo que juntos pudiéramos conseguir, al hacerlo de la mano de Big, a pesar de que se trate de esos mismos espacios que nos han causado crispación.

Porque Big es la vida, es el cuerpo jugando, es el globo que explota, es la mano que sostiene a la madre que amamanta a su hijo entre las ruinas de su casa, es el hombre-niño que, sobre la cuerda floja del mundo y sobre la cuerda floja del escenario, cae y se levanta, y provoca la risa del niño herido del mundo.

Big es la vida, es el cuerpo jugando, es el globo que explota, es la mano que sostiene a la madre que amamanta a su hijo entre las ruinas de su casa, es el hombre-niño que, sobre la cuerda floja del mundo y sobre la cuerda floja del escenario, cae y se levanta

Big es diminuto pero también es un gigante. Big es oscuridad pero también es luz. Víctor Vegas, en su novela, nos habla de bombas que caen y globos que vuelan sobre el humo gris de los cuerpos calcinados. Pero también nos habla de caídas de payaso al borde del abismo… Mezclando narices rojas y cascos de soldado, botas militares y zapatos de payaso, dibujando sobre las palabras una cuerda floja que se aferra a la vida, cosiendo, a través del humor y del juego, corazones descosidos. En definitiva, esta novela nos adentra en el apasionante mundo del arte como reparador de sueños, como anclaje a la vida.

A través de la pantomima, de una nariz roja, de unos zapatos de payaso, de una cuerda floja… Es posible cambiar la mirada triste del mundo y plantar esperanza sobre las vidas robadas.

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