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Un par de debates más con Feijóo en el Senado y Sánchez habrá ganado las elecciones

La figura del presidente del Gobierno se engrandece en el cara a cara parlamentario con el líder de la oposición

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análisis

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En el PSOE están deseando que cada día haya un debate parlamentario, cara a cara, Sánchez/Feijóo. Los socialistas se muestran convencidos de que el presidente del Gobierno se agranda en sus duelos dialécticos con el jefe de la oposición, que al contrario se empequeñece y deja preocupantes muestras de debilidad. Fue tremendo su enésimo lapsus cuando, para afearle al premier las disensiones entre socios de Gobierno, dijo eso de que “los diputados de Podemos ni están” (cualquiera medianamente informado sabe que la formación morada carece de senadores). Las carcajadas se escucharon hasta en Cibeles, de modo que en Ferraz cunde el optimismo y creen que si la economía sigue por la senda de la recuperación –inflación controlada, paro a la baja y crecimiento por encima del 4 por ciento, tal como vaticina la OCDE– hay partido y la derecha no lo tendrá fácil para ganar la cita electoral decisiva del próximo año.

La sesión de ayer en el Senado deja claves importantes tanto para el bloque de las izquierdas como para el conservador. Tal como le pidió El Mundo esa misma mañana, Feijóo pasó al ataque. Tono bronco y copero, lenguaje más agresivo y talante rupturista nada conciliador. El guion escrito por el periódico referente de la caverna mediática oprimía como un corsé al jefe de la oposición, que quedaba con escaso margen de actuación. Tenía que hacer lo que le pedían los suyos, su prensa, la militancia cada vez más endurecida, voxizada y ayusizada. El titular del rotativo madrileño no dejaba lugar a dudas: “El PP empuja a Feijóo a ser hoy implacable con Sánchez: Es el momento”. Sin embargo, cuando el intercambio de golpes entre los dos políticos arreciaba, Feijóo tuvo un ataque de dignidad, revolviéndose contra los poderes fácticos que pretenden amordazarle, y envió un mensaje rotundo: “No me interesa ser implacable, sino ofrecer una alternativa imbatible”, dijo dirigiéndose al jefe del Ejecutivo.

En realidad, el dirigente conservador no estaba interpelando al presidente del Gobierno, sino que estaba defendiéndose de los ataques internos, de las presiones, del fuego amigo. Ese minuto dramático puso al descubierto las debilidades de un hombre que quiere gobernar España pero que a la vez, paradójicamente, está siendo gobernado por otros. Ese momento marcó la elevada temperatura política, casi febril, que se está viviendo últimamente en el Partido Popular.

Por lo demás, Feijóo hizo lo que se esperaba de él: arrearle a Sánchez a cuenta de la ley del “solo sí es sí”, dibujar una España donde los violadores son excarcelados por la incompetencia de la ministra Irene Montero, y anunciar que él lo derogará todo, restableciendo el orden en la patria revuelta. También tiró de la polémica sobre la sospechosa actuación de las fuerzas del orden durante el salto masivo a la valla de Melilla y por supuesto recurrió a la reforma del delito de sedición, un clásico del manual retórico del PP con el que la derecha suele acogerse a los manidos topicazos guerracivilistas de siempre: las hipotecas del PSOE con sus socios independentistas, la claudicación de Sánchez ante los enemigos de la nación y en general el mito de que todo socialista es un traidor a España. En principio, la dinamita que el gallego colocó en la base del tótem sanchista no fue tan letal como puede parecer. La ley del “solo sí es sí” no deja de ser una polémica pasajera que se irá diluyendo a medida que la Fiscalía y los propios jueces vayan adaptando las penas a los condenados por agresiones sexuales caso por caso. Muchos reos se beneficiarán del tránsito de una ley a otra, como ocurre siempre que se lleva a cabo una reforma penal, pero la cosa dará para unos cuantos titulares bien engordados por la prensa amarilla de la derecha y poco más. Esa historia no le dará a Feijóo para llegar a la campaña electoral porque para entonces ya se habrá comprobado que la ley del “solo sí es sí” es más eficaz que la anterior legislación, ya que protege más ampliamente la libertad sexual de las mujeres pese a las distorsiones en la graduación inicial de las penas.

En cuanto al incidente fronterizo con Marruecos en Melilla, tampoco será mortífero para el Gobierno. Episodios similares los ha habido con el PSOE y con el PP en el poder y los seguirá habiendo porque el asunto de la inmigración es un tsunami imparable que nos llega de África con difícil solución por mucho que Feijóo caiga en la demagogia de que él tiene la receta para solucionar el problema. Por lo que respecta al delito de sedición, está claro que la política cordial y negociadora de Moncloa ha apaciguado notablemente el clima político en Cataluña, y eso el votante templado, la clase media, sabrá valorarlo en las urnas.

Feijóo tiene mucha tela que cortar todavía si quiere ganar los próximos comicios y de momento no puede hacer otra cosa que recurrir al catastrofismo que nadie, salvo él y los suyos, percibe. Eso de que Sánchez “ha entrado en shock” y está “en llamas” puede ser una metáfora muy impactante pero poco efectiva. Todo lo que no sea que la situación económica vaya a peor no le reportará grandes réditos electorales al mandamás gallego. Y por lo que dicen los organismos internacionales, el panorama no es precisamente negativo para nuestro país, siempre teniendo en cuenta que la guerra en Ucrania va para largo y la recesión internacional asoma peligrosamente por el horizonte.

Sánchez estuvo bien en la sesión de ayer. Se le ve firme y hasta se permite cierta displicencia, sorna y sobradez con el candidato opositor, como cuando le preguntó: “¿Dónde ha dejado su moderación? ¿En objetos perdidos, como su supuesta experiencia política?”.  O como cuando le inquirió directamente a cuenta de la repentina preocupación de los populares por los derechos de la mujer: “¿Hay en España un problema de violencia de género? ¿Entonces por qué pactan con los que la niegan o la banalizan o frivolizan sobre ella?”. Para asestarle un zasca definitivo sobre el bloqueo que el PP ejerce permanentemente y sobre el chapapote de la corrupción, que llega hasta las salas VIP de Génova: “Antes de dar lecciones de constitucionalismo, cumpla con la Constitución; antes de dar lecciones de higiene, vengan ustedes lavados”. Feijóo suspende en cada duelo con Sánchez por mucho que hoy El Mundo le eche algunas flores para consolarlo. Los editorialistas del periódico madrileño ya le están escribiendo la partitura para su próxima intervención.

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